INTERNACIONAL

Causas de la revuelta iraní de noviembre

  • "Nos encontramos en fase final de la confrontación entre el pueblo y la República Islámica"

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Hamid Hosseini es portavoz de la Asociación Iraní de Derechos Humanos

Ha pasado mes y medio desde el comienzo de las sangrientas revueltas en Irán y todavía el Estado no ha facilitado ningún informe sobre el número de víctimas. Las revueltas dejaron más de 1.500 víctimas mortales, varios miles de heridos y más de 10.000 detenidos.

Una cruda realidad: en Mah Shahr la gente tenía los cadáveres en sus casas para que los Guardianes de la Revolución no se los llevaran porque, después, en venganza, exigían a las familias elevadas cantidades de dinero para devolverles el cuerpo. La brutalidad empleada para sofocar las revueltas ha sorprendido incluso a algunas autoridades del Estado. Hay centenares de las víctimas con impactos de bala en la cabeza. Cuando un diputado le preguntó al ministro del Interior por qué habían disparado a la cabeza, respondió que “también lo habían hecho a las piernas”.

Se sabe que fue el mismo ayatolá Jamenei quien dio orden de utilizar todo tipo de medios para sofocar la rebelión. El autor de este artículo ha hablado con una mujer de la ciudad de Mah Shahr que vio cómo, desde un tejado, se disparaba a un niño de 8 años, alcanzándole en el cuello y provocándole la muerte de forma instantánea.

Entre las características de esta revuelta, destacan las siguientes: Los principales protagonistas han sido las capas más vulnerables y quienes viven en los suburbios de las ciudades. Las protestas tenían tanto motivos económicos como políticos. Los eslóganes no tenían ninguna orientación religiosa. Al contrario, el blanco de la ira de los manifestantes han sido las casas de los líderes religiosos, los representantes de Jamenei en las distintas localidades, los seminarios o centros de formación chií, los bancos y las sedes de la Administración pública.

La solidaridad con los manifestantes y las familiares de las víctimas se ha extendido por todo el país y entre muchos sectores sociales, como asociaciones de médicos, escritores, artistas, sindicatos, movimientos estudiantiles, profesorado…, hasta los presos políticos han difundido sus propios manifiestos en las cárceles. Nargues Mohammadi, vicepresidenta del Centro de Defensa de los Derechos del Niño, que junto a otras mujeres se había solidarizado con las protestas, ha sido golpeada por las autoridades de la prisión donde está encarcelada.

Desde el Movimiento Verde de 2011, los levantamientos populares contra el régimen son cada vez más frecuentes. El anterior estalló el año 2017 y afectó a 80 ciudades; entonces el poder adquisitivo de la clase obrera había disminuido en un solo año el 30 por ciento. El 26 de diciembre, al cumplirse 40 días de la brutal represión, madres de las víctimas convocaron distintos actos en recuerdo de las personas fallecidas. Los Guardianes de la Revolución, desde la víspera, ocuparon las principales avenidas de las ciudades para evitar cualquier forma de manifestación, deteniendo  a muchos familiares, como los Bajtiari, uno de cuyos hijos fue asesinado de un disparo en la cabeza.

Pero ¿por qué ha ocurrido todo esto? La República Islámica de Irán, desde su nacimiento, creó una estructura político-ideológica con tres pilares: muerte a Estados Unidos, muerte a Israel y muerte a quien desafíe la autoridad absoluta del líder religioso (Velayat Faghih). Estos pilares del Estado teocrático retrotraen a la sociedad iraní al periodo anterior a la Revolución Francesa y a la consagración de los derechos de la ciudadanía.

A partir de ese momento, todo queda supeditado a esa idea. Existe un poder legislativo, judicial, ejecutivo (Presidencia), teóricamente hay una separación de poderes, elecciones para elegir al presidente de la República y a los diputados de un Parlamento pero todo está supeditado a ese poder superior. En esta estructura político-ideológica, nadie tiene derecho a opinar, ni siquiera a vivir, si no se acepta la autoridad absoluta del supremo líder religioso.

Según la Constitución, los ciudadanos iraníes deben obedecer sin rechistar a un líder que no tiene en cuenta a la opinión pública ni tiene que rendir cuentas ante nadie. La economía también está supeditada y dirigida por esa estructura ya agotada y corrupta. Se ha producido un proceso de privatización, pero una parte importante del tejido comercial e industrial sigue en las manos de los sectores fieles al Líder y al sistema teocrático.

Transcurridos cuarenta años desde la Revolución, la principal fuente de los ingresos del Estado sigue siendo el petróleo y el gas. El régimen islámico, en estos cuarenta años, ha obtenido 1.200 billones de dólares por la venta de los carburantes frente a los 110 billones de la dinastía Pahlevi en sus 57 años de reinado. Actualmente, el 50% de la población iraní vive en el umbral de la pobreza, el índice de la inflación anual supera el 45%; el paro, el 25% y, para el año entrante, está previsto un crecimiento negativo del 9% con un déficit del Estado entre el 50% y el 70%.

El 25% de los ochenta millones de habitantes vive en los suburbios de las grandes ciudades en condiciones de pobreza absoluta. Los niños obligados a trabajar para ayudar a sus familias suponen, debido a la gran amplitud del fenómeno, un grave problema social. Si volvemos a la estructura sobre la que se sustenta toda la República Islámica, podremos ver el origen de todos los males que sufre.

La discriminación, por ejemplo, es un amargo fruto de este sistema. Se discrimina a una persona si es religiosa o no; entre los religiosos, si se es o no musulmán; entre los musulmanes, entre chiíes y no chiíes, y entre los chiíes, si son fieles al sistema o no; hay discriminación entre hombres y mujeres; entre ricos y pobres…; la lista de la discriminación social podría continuar. Todas estas discriminaciones tienen respaldo legal y se practican a diario. Por ejemplo, para conseguir un empleo en una empresa o una escuela, hay que pasar exámenes ideológicos que terminan preguntándote si eres fiel al “Líder de la Revolución”.

40 años con este tipo de prácticas cotidianas han provocado un agotamiento sociopolítico y económico en todas las capas de la sociedad que impide seguir adelante. Además, la política exterior de Irán está fracasando no solo en Oriente Próximo sino en el resto del mundo. En las recientes protestas, una de las principales reivindicaciones era la salida de Irán del Líbano, Siria e Irak.

Los medios de comunicación están totalmente controlados por el Estado. Los 40 años de República Islámica solo han servido para humillar a ochenta millones de personas, tratándoles como fueran un rebaño. Todo lo ocurrido indica el fin de la legitimidad de un régimen que surgió de una revolución antidictatorial pero que ya se ha ahogado en las aguas residuales de su pensamiento antidemocrático y fascista; ahora se teme que se esté gestando un verdadero baño de sangre.

Un asistente al entierro de una de las víctimas en Behesht Sakine dijo: “Cuando vi a los Guardianes de la Revolución en las tejados del cementerio, con ametralladoras y otras armas de fuego, entendí que nos encontrábamos en fase final de la confrontación entre el pueblo y la República Islámica”.

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