Una plataforma ciudadana en defensa de la democracia (y del cumplimiento del programa de Gobierno)

  • El programa del gobierno de la coalición propone reformas y cambios que en la mayoría de los casos son necesarios y que van más allá de una posición ideológica    
  • Hay que vacunarse ante la crispación azuzada por la derecha a través de la desinformación  
  • La constante apelación a las vísceras y a las esencias patrias tienen muchas veces como único sustrato la mentira
  

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La coalición de gobierno entre PSOE y Unidas Podemos se sustenta sobre la base de un acuerdo programático que la derecha intenta vincular a posiciones extremistas para crear un ambiente de enfrentamiento político que sustituya a la normal dialéctica democrática. Pretende que la lógica del agravio y de la confrontación continuadas que, ya sea de carácter social, o económica, o religiosa, o territorial o incluso histórica (su continua apelación a “olvidar el guerracivilismo”, por ejemplo, es el más constante de los recordatorios sobre él), debilite el día a día del Gobierno de cara a la opinión pública. Ensucia que algo queda.Esa forma de generar la crispación y ese continuo y ensordecedor ruido no son nuevos en la derecha española, ni en otros espectros, dicho sea de paso; pero la deslealtad institucional y los vaivenes políticos (donde dije digo digo Diego) de la derecha han sido antológicos cada vez que han perdido el poder. Lo que quizás sorprenda en esta ocasión, desde las acusaciones de que todos/as seamos ETA y tengamos las manos manchadas de sangre (tela) y hasta la deslegitimación (ilegítimos, así, y se quedan tan panchos) de un presidente propuesto por el rey y de un Gobierno elegido siguiendo estrictamente el procedimiento constitucional, lo que sorprende hoy, escribía, es la prematura y agresiva forma de expresar posiciones y proclamas tan pueriles. En segundo lugar, el eco conseguido por más de un 80% de establishment mediático (de las redes sociales escribiré en otra ocasión).

Seamos honestos, los mass media están más alineados editorial y económicamente, aunque periodística y profesionalmente haya algún matiz, en la defensa de una agenda parecida a la de la ultraderecha que interesados en la praxis de lo periodístico. O bien porque el ruido venda o bien porque las posiciones ideológicas de los consejos de administración y/o redacción son tendentes a tales extremos, se suele reproducir, sin más, por imposible o desmesurada que parezca, la barbaridad que hayan propuesto, que contrastar, que contraponer, que ser incisivos o exhaustivos en la verosimilitud de la misma. El eco es enorme y, lo que es peor, en muchas ocasiones está crudo: pasa sin más, no hay filtro o comprobación, entra sin llamar.

Ocurre en cambio que la realidad, aunque más lenta, es terca y enmienda casi por completo esa infantil pero peligrosa forma de entender la dialéctica política y el uso del espacio público. Tanto el texto del acuerdo como el contexto político en el que nos movemos, la Europa occidental de principios del siglo XXI, demuestran que lejos de ser un programa de extremos ideológicos o izquierdista, tiene que ver con aspiraciones lógicas y éticas (nada de extraordinarias ni dialécticas) de una sociedad democrática avanzada que, además de ser la cuarta economía de la UE, es uno de los países más desarrollados del mundo.

Los acuerdos propuestos tienen que ver, simple y llanamente, con el bien común, es decir, con intentar conseguir un mayor bienestar para la mayoría social y un Estado con mejores prácticas de cara a su ciudadanía y a las exigencias legales de la Constitución. Léanla si no.

Si Alemania o Austria limitan el alquiler en algunas de sus ciudades no es un programa izquierdista; si las pensiones francesas tienen mayores ratios de cobertura que las nuestras no es izquierdista el mejorar estas últimas; si el impuesto al sol nos aleja cada vez más de un uso racional, endógeno y barato de nuestras propias posibilidades de abastecimiento energético, no es izquierdista el cargárselo; si en los barrios más desfavorecidos existe un problema con la adicción al juego de nuestros jóvenes, no es izquierdista el limitar su incidencia; publicar la hoja de servicios de un torturador fascista no es de izquierdistas; que el Gobierno español dialogue, con la normalidad que dan las instituciones democráticas y la seguridad jurídica que aporta un Estado de Derecho, con el Gobierno de una de sus autonomías, no es de ser izquierdistas (y si con esa autonomía existe alguna diferencia política, más razón aún para dialogar); subir la presión fiscal a las rentas más altas en un país donde se pagan cinco puntos menos de impuestos que en la media de la Unión Europea y hasta 13 puntos menos que en Francia, no es izquierdista. Igual que recurrir el inconstitucional pin parental es de lógica democrática y no de izquierdistas, mientras que la aberración es permitir, y que no tenga ni pin ni cordón sanitario ni cortapisa alguna, que la ultraderecha española se case con la derecha a secas.

El texto y el contexto dicen, por lo tanto, que es un programa de encuentros, de lógicas aspiraciones democráticas, de necesidades por el bienestar de la mayoría, indispensables en un Estado social de derecho.  No hace falta ser un sesudo analista para comprobar esta realidad, más bien el común de los ciudadanos/as puede comprobarlo… ¿por qué entonces esos relatos subidos de tono y basados en exageraciones, cuando no directamente en mentiras, tienen en cambio tanto eco, generan a pesar de todo tanto ruido, molestan y perturban tanto a la lógica democrática normalizada? Parte de la respuesta ya la hemos desgranado arriba, pero habría que analizar más.

¿Qué hacer, de momento, en estas circunstancias?

En Sevilla, hace ya casi un mes, personas comprometidas de todo el espectro progresista, pero también otras que simplemente son sensibles a la dinámica destructiva de unas derechas malhumoradas y maleducadas, antidemocráticas y rupturistas con consensos esenciales desde hace 40 años, nos estamos organizando.  Se está construyendo una plataforma ciudadana que trabajará, simplemente, en defensa de los objetivos políticos que recoge el programa de gobierno: desde una colaboración exigente, desde la pedagogía de lo real, y no del simulacro, y desde la ilusión de unas medidas que pueden ayudar a que millones de personas en nuestro país puedan vivir algo mejor y guarden algo más de esperanza en el futuro. Pero también desde el pragmatismo de las condiciones reales de las que se parte.

Esto se está haciendo ya en otras partes del país, y será muy interesante comprobar cómo y hasta dónde consigamos articular su incidencia, su valor real, la colaboración entre todos y todas. De momento, frente a la desinformación, el ruido y la visceralidad, conozcámonos, primero, organicémonos después, y empecemos a trabajar, finalmente.

1 Comment
  1. Iñaki I. says

    ¿Una plataforma para defender a un Gobierno (del P$0€) que tiene el poder para legislar y hacer política con el BOE?… Lo que nos faltaba !, cómo si les debieramos algo…
    Que haga política primero, revirtiendo y reparando su trayectoria histórica de errores, contradicciones y traiciones… Después más política, más democracia, más descentralización y más derechos, luego… ya veremos si les ‘defiendo’.

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