CONGRESO

Regreso al Congreso

  • Dentro del hemiciclo, cuesta mucho entender lo que dicen, pues predomina el jaleo y alboroto de sus señorías

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Poco a poco, el Congreso va regresando a lo que se supone que era. Los periodistas, con limitaciones de aforo, regresamos a las cabinas y sala de prensa y a la tribuna especial, dentro, arriba del hemiciclo. Junto a la tribuna donde los periodistas apuntan en sus moleskines, detrás de la Presidencia, escorado a la derecha, cuelga el cuadro María de Molina presenta a su hijo Fernando IV en las Cortes de Valladolid de 1295 o Jura de Fernando IV en las Cortes de Valladolid.

Bajo él, Adolfo Suárez Illana, secretario cuarto de la Mesa, se distrae con un libro mientras transcurre la sesión de control al Gobierno. Cuando el diputado de EH Bildu, Óskar Matute, pregunta a la vicepresidenta tercera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño, si contempla el Gobierno aplicar las recetas propuestas por la CEOE, el hijo del primer presidente del Gobierno tras la dictadura exagera su actuación, levanta el libro y hace como que se fija más en sus páginas. Como en el control sus señorías preguntan al Gobierno desde sus escaños y no suben a la tribuna, Suárez illana no necesita dar la espalda como acostumbra a hacer, obteniendo minutos de atención. Para dar la espalda hoy, tendría que ser capaz de hacer un giro de 180 grados con su espalda, pues Matute estaba, más o menos, frente a él, algo volcado a la izquierda.

El óleo sobre lienzo que hay sobre el secretario cuarto, y que se aproxima a la tribuna de periodistas, data del año 1863 y fue pintado por Antonio Gisbert Pérez. En el mismo, se puede contemplar la escena de 1295 cuando la regente María de Molina presenta ante las Cortes de Valladolid a su hijo, Fernando IV. Ella, anticipa al chaval, imberbe. Él contempla al auditorio lleno. Los presentes, que visten distintos ropajes como si de la entrada de cristianos de Alcoi se tratara, se agitan, no se sabe si para vitorearlo o para mostrar sus quejas y lamentos.

El regreso al hemiciclo tras el confinamiento, en el que las comparecencias se seguían desde casa, a través de la tele, tiene un componente desconocido para el gran público. Los micrófonos seleccionan la voz de los intervinientes y silencian el ruido ambiente. Así, en la televisión, se suele escuchar el discurso del político claramente, pero dentro del hemiciclo, desde la tribuna de arriba, cuesta mucho entender lo que dicen, pues predomina el jaleo y alboroto de sus señorías que increpan, sin cortarse un pelo, a quien habla. Normalmente, esto suele pasar en las bancadas de las derechas y ultraderechas con mucha más frecuencia, todo hay que decirlo.

A las Cortes de Valladolid, asistieron representantes de los concejos de Castilla, León, Asturias, las Extremaduras, Andalucía, el arzobispado de Toledo... Tanta pluralidad territorial había representada entonces que bien podría parecer el Congreso de hoy en día. María de Molina, antes de que se celebrara el cónclave, hubo de aceptar ciertos prerrogativas, como la ocupación de buena parte del Señorío de Vizcaya. También hubo broncas de último momento, pues antes de la celebración de las Cortes, algunos asistentes se negaban a aceptar al infante Enrique como tutor del rey. La negociación e imposición de María de Molina salió vencedora, y como si de una moción de censura o negociación del estado de alarma se tratara, el lío pasó y el poder, a pesar del nombre de un nuevo rey, no cambió sustancialmente de manos y la historia siguió su curso.

Y entre tanta ensoñación y observación de las obras pictóricas que decoran los techos y paredes del hemiciclo, casi pasa desapercibida una sesión de control que, a ratos, con los ojos entrecerrados y con el sonido de fondo, podía parecer el vaivén de un patio de un colegio. La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, se ha lucido otra vez, y el diputado gallego del PP, Diego Gago, que desde Madrid quería hacer campaña para las gallegas, se ha llevado un rapapolvo de la ministra que ha recordado que en materia de política industrial de su país, Galicia, no acepta lecciones de nadie.

Antes, Pedro Sánchez y Pablo Casado mantenían su cara a cara semanal. “Tampoco ha sido para tanto, señorías, es bastante previsible”, ironizaba el presidente del Gobierno, que contemplaba con media sonrisa la larga ovación de la bancada conservadora a su líder. PSOE y PP se han echado en cara la falta de entendimiento y consenso, precisamente el día que se conocerán las conclusiones de la comisión por la reconstrucción a los estragos de la pandemia parlamentaria. Y me ha dado por recordar que hace tan solo semanas, algunos creían posibles unos nuevos Pactos de Moncloa.

Cayetana Álvarez de Toledo, pocos minutos después de que Casado presumiera de oposición responsable (al estilo Feijóo), lanzaba los muertos por covid-19 a la arena política: "Acabarán presidiendo un homenaje al enfermo desaparecido. Ninguno es un enfermo imaginario. Cuéntelos, reconózcanlos. Este homenaje que preparan al enfermo desconocido es un homenaje a sí mismos". La vicepresidenta segunda, Carmen Calvo, respondía: "Ustedes han decidido, sea la que sea la cifra final, hacer política con los muertos, de lo que saben históricamente bastante".

En el ring, como cada miércoles, Teodoro Garcia Egea y Pablo Iglesias, vicepresidente segundo. "El juzgado le investiga por varios delitos. ¿Le han filtrado a usted información desde la Fiscalía del asunto por el que le están investigando? ¿Por qué atendía llamadas de los filtradores de la Fiscalía y no de las residencias de mayores?", espetaba el conservador, en relación al caso del robo del móvil de una exasesora del líder morado. Iglesias le ha recordado que fue el PP quien "construyó una cloaca policial y mediática para investigar a sus adversarios políticos".

Y si de poder y de reyes va el cuadro que hoy nos ha hecho perdernos en nuestra imaginación, este tema trágico, el de los reyes, lo ha sacado a relucir Gabriel Rufián, que apelaba al propio Sánchez, al calor de las informaciones de la prensa británica. Luna de miel de Felipe VI, corruptelas, supuestamente todavía, de Juan Carlos I y vínculos de Felipe González con los GAL. "En este país hubo un grupo parapolicial que asesinó impunemente, a las órdenes de un Gobierno, en los 80. Vuelven a vetar esa investigación, llámenle miedo, llámenle X", ironizaba Rufián, añadiendo, fijándose en la bancada socialista: "Estoy seguro de que muchos de ustedes se enorgullecen de Zapatero y se avergüenzan de Felipe González. La pregunta es por qué lo vetan y la respuesta da miedo". Sánchez ha tenido que salir en defensa del expresidente socialista: "Fue uno de los grandes modernizadores de la historia democrática". Así, más o menos, ha sido el regreso al Cognreso.

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