Carta desde la Zona Sometida de Carabanchel

  • "A la atención de Sarah Babiker, corresponsal en la Zona Liberada de Usera de El Salto"
  • "He estado preguntando. Según me han desvelado algunos expertos, el viaje por el espacio y por el tiempo que hemos vivido no ha sido igual para todas las personas"

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ZONA SOMETIDA DE CARABANCHEL.-MADRID

A la atención de Sarah Babiker, corresponsal en la Zona Liberada de Usera de El Salto.

Sarah, te escribo después de leer tu crónica: Tras la dimisión de Ayuso y su gobierno, el sur se prepara para otra semana de insurrección. En ella, cuentas cómo las luchas populares de distintos barrios de Madrid consiguieron derribar al Gobierno de Isabel Díaz Ayuso e Ignacio Aguado en la Comunidad, y cómo a través del apoyo mutuo y la comunidad ciudadana se consiguió mejorar la calidad de vida de las personas. Fue muy grato leer tu artículo y más desde mi futuro incierto y temeroso. Reconozco que lo leí con cierto asombro. Las cosas no me cuadraban y me puse a investigar.

He estado preguntando. Según me han desvelado algunos expertos, el viaje por el espacio y por el tiempo que hemos vivido no ha sido igual para todas las personas. Resulta que, debido a los altos niveles de individualismo con los que vivíamos, incrementados por los confinamientos y el aislamiento añadido, hemos viajado también en el tiempo de una forma individual, y los viajes han sido diferentes según quién lo cuente. El futuro en el que habito no tiene nada que ver con el que tú describes. El mío, desgraciadamente, es muy distinto. Por ello, estimada Sarah, si tu escribías desde la Zona Liberada de Usera, yo lo hago desde la Zona Sometida de Carabanchel, donde me encuentro. Te cuento un poco cómo son las cosas por aquí.

Recuerdo que hubo algunas protestas vecinales contra los confinamientos selectivos y de clase que ejerció el Gobierno de Díaz Ayuso. Pero, según cuentan las malas lenguas, estas protestas se desmovilizaron desde algún partido político. Ahora, cada vez es más difícil salir a la calle, salvo que sea para consumir, ni hablar de ejercer el derecho a la protesta. Los establecimientos de hostelería siguen abiertos, pero ya no los regenta una familia o una sociedad limitada, qué va, todos pasaron a depender de una cadena de comida basura que durante el primer confinamiento repartía pizzas a las niñas y niños en familias con dificultades económicas. Para asegurar que el consumo sigue a niveles acelerados, tenemos la obligación, en este futuro oscuro, de gastar una cantidad de dinero todos los días en establecimientos dependientes de multinacionales. Lo llaman colaboración público-privada. Si no consumes, te sancionan.

A pesar de los confinamientos en las zonas populares de Madrid, como Usera, Vallekas o Carabanchel, las vecinas y vecinos tuvieron que seguir desplazándose a trabajar al norte en unos transportes públicos infectados. De hecho, hubo inundaciones, lo que hace que algunas líneas de Metro no estén en funcionamiento desde entonces, hace ya varios meses, y los usuarios han tenido que modificar sus rutas, ahora son más largas y con más trasbordos. Como se acabó el gel hidroalcóholico que inaguraron, en algunas estaciones donde había dispensadores, pusieron jabón. Con las inundaciones parecía aquello la fiesta de la espuma. Para evitar que la recesión económica se hiciera mayor todavía, aumentaron las horas de la jornada laboral. Así, la gente trabaja unas 55 horas semanales.

No llegó más personal sanitario y la atención primaria desapareció. Quisieron venir médicos cubanos y les negaron la posibilidad. Las pocas médicas y los pocos enfermeros que no se contagiaron, fueron acumulados en el nuevo Ifema. Los centros de salud cerraron. Las personas, mayores sobre todo, con otro tipo de dolencias quedaron sin tratar y las enfermedades crónicas han empeorado mucho. Piernas hinchadas, venas marcadas, visión sin graduar... Los hospitales y las UCI volvieron a colapsar. La curva de contagios de coronavirus sigue creciente.

No llegaron sanitarios, pero sí militares y más policías. Hay muchos checkpoints repartidos por el sur de la ciudad. De hecho, algunos grupos ciudadanos se organizaron para vigilar los lugares donde no llegaba la mirada de los uniformados y, ora desde el balcón, ora en brigadas de ultras, se chivan de lo que hace el vecino. La constante presencia policial generó más miedo social. La gente tiene mucho mucho miedo. Y los responsables públicos no ayudan, se tiran los trastos a la cabeza en altisonantes cruces de declaraciones para disimular su incompetencia. La arquitectura institucional del Estado se mantiene en pie de milagro. Determinados grupos de poder han tambaleado las costuras de aquella endeble democracia que teníamos.

Miedo, decía. Y las televisiones no ayudan. Las noticias sobre okupas siguieron, como si fuera un problema de primer nivel a pesar de que los datos dicen lo contrario. Sin embargo, no mejoraron las condiciones de acceso a la vivienda, cada vez más gente en la calle, Sarah. La ley que regulaba los precios del alquiler en Catalunya fue tumbada por el Tribunal Constitucional a petición del Gobierno central. Anuncios de alarmas y, en las últimas semanas, han aumentado los spots televisivos de bonos low cost de clínicas de sanidad privada. "Si no te pueden atender en la pública, resérvate tu médico en Kirón Salud, que el coronavirus no evite que te cures el resto de dolencias". Anuncio de alarmas, anuncio de casas de apuestas, anuncio de sanidad privada low cost, y así echamos los días, con esta secuencia.

Las televisiones no ayudan, decía. Los programas matinales de las privadas se dedican a acompañar a policías por los barrios de Madrid. Los directos suelen enfocar a personas racializadas, a personas migrantes, y en cuanto hay una infracción, aunque leve (por ejemplo bajarse la mascarilla para echarse un chicle a la boca), las televisiones sacan sus rostros en primer plano. Lo acompañan de rótulos: "Las formas de vida de los inmigrantes que propagan el virus". Estas crónicas televisivas suelen ir acompañadas de imágenes de cargas y brutalidad policiales contra estas personas y de halagos a los cuerpos de seguridad. Como hay mucha gente que no sale de sus casas y solo ve lo que echan en estas cadenas televisivas, ha aumentado la falsa percepción social de que el culpable del virus es la persona que migra. Y se están dando brotes de ataques racistas que, curiosamente, no son combatidos por las policías. De hecho, algunas de esas brigadas de vecinos chivatos están en el ajo.

Ya ves, Sarah Babiker, qué futuro más horrible. Por ello, espero que sigas escribiendo tus crónicas como corresponsal de la Zona Liberada de Usera de El Salto. Estoy deseando leer cómo han ido evolucionando las cosas en aquel futuro en el que no se desmovilizó la protesta, se crearon redes de apoyo mutuo y las solidaridad se impuso ante la barbarie. ¡Esperanza! Cuéntame, por favor.

Atentamente.

Evidentemente, este artículo es una ficción, un relato, un cuento. De momento.

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6 Comments
  1. Viva España says

    A esta juntaletras que escribe no la oi decir mada cuando estaba enclaustrada durante el confinamiento de los suyos los sociatas y los perroflautas. Vamos objetividad nula y ser consecuente lo que yo le diga.

    1. Miguel says

      Apurate ; que te esperan en la Plaza de Colón tus colegas los » pertur» (bados) .
      PD.
      Que no se te olvide el banderolo.

  2. Miguel says

    Si pretendemos ser just@s la sociedad española ni más ni menos ; tiene todo lo que se merece.Y después de sumar otros 40 años de más que » rentable…..» fracaso y engaños («¿¿¿¿¿ democráticos????? » ) resulta que si preguntas ; nadie ha votado a nadie de esta mafia que resulta ser el Régimen franquista del 78 , o lo que es decir PP$(-)€ ( la o de obrero hay que omitirla de las penosas siglas de la P$(-)€ lógicamente ).
    Salud.

  3. Pedro says

    Mucha mierda fumas tu.

    1. Miguel says

      Prefiero eso ; a tu afición por esnifar ventosidades.

  4. Javier Amor says

    Tolerancia, verdad y libertad.
    Este yayo flauta de Carabanchel les pide que se calmen y se cuiden, sin dejar de defender sus derechos

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