Un corto adiós

  • "Hace unos años, cuando empezamos la andadura de cuartopoder, explicábamos nuestras buenas intenciones de ser periodistas independientes y progresistas"
  • Cuartopoder echó a andar abierto a la verdad, sin comprometerse ni con los anunciantes. Pero la fe y el esfuerzo movieron alguna montaña y resistió
  • Como comprobó el presidente republicano Juan Negrín en sus carnes, resistir no es vencer. Y ahora toca decir hasta luego

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Hace unos años, cuando empezamos la andadura de cuartopoder, explicábamos en foto y aparte nuestras buenas intenciones de ser periodistas independientes y progresistas. Recuerdo que mi menda citaba a Valle Inclán para explicar que yo había terminado siendo periodista porque mi vocación era la de novelista y leí un texto suyo en el que afirmaba que el deber de todo escritor es matar de hambre a su familia. Así que opté por acudir a la prensa escrita por ver de no tener que llegar al extremo de acabar cumpliendo con tan atemorizante precepto. Y, por consolarme, me dije que al menos podría contarle la verdad de lo que pasase de verdad a la gente.

¡Qué ingenuidad la mía! Porque sí es cierto que cuando empezó la Transición aún podían ganarse sueldos dignos y decirse algunas verdades, quizás porque los tiempos estaban revueltos y la lucha contra los rescoldos del franquismo permitieron tiempos de capitalismo civilizado.

Pero cuando Francisco Frechoso, Juan Carlos Escudier, Luís Diez, junto a una veintena de espléndidos compañeros, pusieron en marcha este proyecto, los patronos ya no eran lo que fueron y muchos de los que pasan por afamados periodistas eran de todo menos periodistas. Se habían convertido ya en empresarios especializados en el chantaje que nutrían sus medios de comunicación y sus bolsillos con la publicidad y el apoyo financiero de los políticos que les hicieron concesiones cuando se repartió la tarta de nuevas pequeñas televisiones y cadenas de radio (porque las grandes cadenas se entregaron, por el que después sería llamado sistema bipartidista, a emporios económicos singularmente dependientes de los bancos).

Cuartopoder echó a andar desde una cooperativa, abierto a la verdad, sin comprometerse ni con los anunciantes. Pero la fe y el esfuerzo movieron alguna montaña y resistió. Contra viento y marea. Con un enorme esfuerzo.

Pero como comprobó el presidente republicano Juan Negrín en sus carnes, resistir no es vencer. Y ahora toca decir hasta luego. Y decir adiós con el corazón. Porque con el alma no puedo.

Me gustaría pensar que algún día el buen Frechoso, como el general MacArthur, cumplirá lo que le debió decir su mente cuando lo dejó quedándose con la propiedad de la cabecera. Y diga: “He vuelto”. Después de todo, este siempre fue un proyecto de soñadores.

Mi último mensaje, de momento, es éste, simbolizado en Sato, nuestro último director: “Ha sido un auténtico placer trabajar con todos vosotros, compañeros de tecla, y confío en que volvamos a estar juntos bajo esta cabecera imborrable que, más que lo que proclama, ha sido siempre Cuarto Contrapoder”.

¡Salud y sabiduría!

 

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