Mai Jia: “La criptología convierte a los genios en locos”

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El escritor chino Mai Jia, durante su visita a Madrid para la presentación de su libro 'El don'. / P. A.
El escritor chino Mai Jia, el pasado lunes, durante su visita a Madrid para presentar su novela 'El don'. / P. A.

Mai Jia es el nombre artísitico de Jiang Benhu (Fuyang, Zhejiang, China, 1964). Dice su biografía que estuvo en el Ejército Popular de Liberación durante 17 años en los que sirvió como decodificador de mensajes, tras estudiar en la Academia de ingenieros, y escritor de propaganda, tras pasar por la de Bellas Artes.

Fue esta etapa la que le sirvió de inspiración para escribir años más tarde 'El don'  (2002, Destino), la primera de sus cuatro novelas, que sale ahora de China tras conseguir unas ventas internas de 15 millones de ejemplares y convertir a su autor en uno de los mayores fenómenos literarios de aquel país.

La historia de 'El don' es fundamentalmente la de Rong Jinzhen, un joven huérfano de infancia atormentada y dotado de un don para las matemáticas que le llevará a trabajar para el servicio secreto chino, descifrando mensajes durante la II Guerra Mundial. Un 'thriller' psicológico bien escrito que traslada al lector por la historia de la China del último siglo y medio, a través de una dinastía familiar marcada por la genialidad y el fatalismo, en un ambiente onírico y obsesivo.

– ¿Qué relación existe entre los sueños y los secretos?

– Los sueños forman parte también de los secretos. Siempre queremos interpretarlos con explicaciones, pero es muy difícil y al final no hay una respuesta totalmente certera.

– Sin embargo, sobre la novela planean la interpretación de los sueños y las matemáticas. Por un lado, la reina de las ciencias; por otro, algo tan discutido científicamente como el psicoanálisis. ¿No cree que es una paradoja?

– Esa combinación de matemática y sueño justamente coincide en mi novela en el personaje, en su profesión. Para realizar el trabajo de criptología, uno tiene que saber mucho de matemáticas, tiene que ser un maestro, y ser muy exacto. Pero la peculiaridad de esa profesión es siempre convertir a los genios en locos. Es decir, el lenguaje debería ser fluido, normal, pero lo que hace es justamente convertir lo normal en algo que no se entiende. Digamos que es un lenguaje de locos, y por eso la criptología puede ser un proceso que lleva de la realidad hacia el sueño.

– Pero no queda muy claro si las matemáticas son un instrumento de alienación o de liberación. ¿O es su aplicación lo que las convierte en algo alienante?

– Es realmente un dilema que esta profesión, la de criptólogo, sea antinaturaleza humana y anticientífica. Pues la ciencia siempre pretende convertir lo complicado en algo simple, fácil de usar y aplicar. Pero fabricar códigos es lo contrario: convertir lo simple en algo muy complicado que nadie pueda conocer ni comprender. Por eso los mejores creadores de códigos siempre tienen que contar con cierto estado de locura, tienen que estar cerca de ella. Cuanto más cerca, más éxito tendrán sus códigos.

– ¿Por eso dice que no escribe sobre espías, sino sobre personas? ¿Porque los espías no son ya personas, al estar muy deshumanizados?

– Eso es exactamente lo que quería decir. Los espías no son normales.

– ¿Qué hay de usted en el protagonista de su novela, Rong Jingzhen?

– Sí, hay ciertas similitudes entre el protagonista y yo. Por ejemplo, una infancia no muy agradable, la sensación de estar abandonado, ser un niño un poco autista... Este sufrimiento en la infancia hace que tanto el protagonista del libro como yo seamos personas más cerradas.

– ¿Por qué cree que el Gobierno chino permite a un exmilitar escribir sobre algo tan sensible como la criptografía?

– Creo que esto significa dos cosas. Primero, que en china hay cambios. Hay censura, sí, pero quizá no de una manera tan férrea, tan terrible, como se suele pensar desde Occidente. O sea, hay cierto espacio donde si uno se maneja con habilidad, puede salvarse. Segundo, como tengo cierto conocimiento del mundo del espionaje y de los códigos, sé también qué es lo que yo quiero expresar, qué es lo que yo busco, que es más bien un personaje que un secreto en sí, y sé hasta qué punto puedo llegar sin revelar un secreto de Estado. Sé dónde está el límite.

– A propósito de esto, hay ahora mismo varias personas perseguidas por revelar secretos, como Julian Assange y Edward Snowden. ¿Qué opinión le merece que la censura, que supuestamente era algo exclusivo de las dictaduras, sea ahora normal en todo el mundo?

– Todo depende de un factor, ese avance tecnológico feroz que consigue que tanto los países democráticos como las dictaduras se estén acercando en algunas cosas. Si bien la censura es algo típico en países donde hay mucho control, tecnologías como Internet están rompiendo barreras que, por mucho que se quieran controlar, siempre dejan entrar algo que supone una cierta apertura. En cambio, en países democráticos existe otra tendencia: la popularización de estas herramientas tecnológicas les hace perder secretos y sentirse demasiado expuestos a todo, y se producen abusos y corrientes de opinión que piden controlarlo. Así que la tecnología acerca a estos dos sistemas.

– Abre la parte cerrada y cierra la parte abierta.

– Hay siempre un desajuste entre la tecnología y la civilización. Cuando la tecnología avanza mucho, la parte humana no avanza al mismo ritmo. La gente ahora tiene mejores herramientas, puede ampliar mucho sus deseos y ambiciones, y siempre hay gente que abusa de eso. Y de ahí viene el problema, ya sea en países libres o en países más controlados, todos estamos siendo víctimas, estamos siendo escuchados... Como si no hubiera secretos ahora.

– Volviendo a su literatura, tiene usted un estilo de escritura muy universal. La primera parte de su libro recuerda a cuando García Márquez iba y venía en el tiempo para retratar un personaje a través de sus antepasados. ¿Qué escritores le han marcado más?

– Efectivamente, he recibido mucha influencia de escritores occidentales. Y concretamente entre los escritores latinoamericanos dos son mis ídolos. Uno es García Márquez, pero está en un lugar tan elevado que para mí es inalcanzable. Quería aprender de él, pero temo no haber podido, no sería capaz de 'profanar' su figura. Otro escritor que me ha influido más en el plano tangible es Borges. Sobre todo, lo que más me ha influido es ver en él que la literatura pura puede también usar ciertos elementos de novelas de género, más populares, con temas de espionaje, detectives, criminales... Sin olvidar que es literatura pura, amplía sus horizontes y no se esconde simplemente en torres de marfil. Esto ha alentado mi creación literaria.

– Según he leído, hay quien cree que hay un código oculto en la novela, que usted ha jugado con la criptografía hasta ese punto. ¿Es así, o se trata de un rumor infundado?

– Efectivamente, tengo muchas cosas escondidas en la novela. Por ejemplo, hay críticos que han descubierto que yo he usado siete perspectivas diferentes. Parece que todo pertenece a un mismo estilo, pero en realidad cuando se habla del personaje hay diferentes personas que lo hacen desde distintos ángulos. También he recurrido a una especie de ficción verosímil que hace parecer real lo que solo es ficción. Y creo que ahí está todo mi esfuerzo, mi artificio. Creo que un escritor tiene que conquistar a los lectores por su lenguaje, por su técnica, por su estilo. Si he conseguido cierto éxito, no es por ser un genio. He gastado once años de escribir y borrar, que me han costado mucho. He comparado y he aprendido y finalmente ha salido algo así.

– ¿Cuál cree que es el mayor secreto por descifrar en nuestro mundo?

He pensado varias veces en este tema. Generalmente, cuando se habla de descubrir secretos siempre se piensa en descubrir algo exterior. Por ejemplo, como cuando Colón descubrió América o se descubre una nueva especie o una nueva tecnología. Pero para mí lo más importante es lo que se descubre hacia el interior. El mayor secreto para mí es cómo ser una buena persona, cómo entre personas se genera confianza y cómo se ama a la gente, en el sentido más amplio de amar, de percibir y de transmitir el amor. Es el mayor secreto por descifrar. Como escritor, siempre me ha fascinado el encanto de las letras. Leo muchas obras, también extranjeras. Y supongo que en Occidente también cuando se lee una obra de lejos, de China, se obtiene cierto placer. Creo que en esa búsqueda mutua lo que buscamos es una comunicación de corazón a corazón, del mundo interior. Y ahí reside el sentido de la literatura, de esa literatura que forma parte de mi vida.

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