Las células no tienen remordimientos

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Craig Venter, en una foto de archivo. / EFE

Tras descubrir el papel que su trabajo había jugado en la creación de la bomba atómica, Albert Einstein sintió remordimientos: parte de su Teoría de la relatividad sirvió de base científica en el desarrollo de la gran bomba, y él mismo envió una carta a Roosevelt pidiendo la construcción de este artefacto. Pero lo cierto es que no pensaba en las armas cuando escribió su gran obra y sólo apoyó el que después se llamaría Proyecto Manhattan cuando descubrió asustado la escalada armamentística del Tercer Reich.

Aunque su contribución fue limitada y la bomba habría sido construida -más tarde o más temprano, con o sin su ayuda-, Einstein sintió desasosiego al darse cuenta de su error, pues intuía que al terminar la gran contienda los países entrarían en una espiral nuclear que, según explicó por carta a un colega y amigo, “conduciría inevitablemente a guerras preventivas y a una destrucción aún más terrible que la actual destrucción de la vida”. En esta predicción no se equivocó, desgraciadamente.

En la ciencia contemporánea hay buenos ejemplos de remordimientos: los de Robert Oppenheimer, tras el bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki; los de Alfred Nobel, tras inventar la dinamita... hasta Tim Berners Lee lamenta haber puesto dos barras (http://) en las direcciones de la web que inventó, por el enorme coste de papel impreso que esa decisión ha acarreado.

Cuando aparece en la prensa el nombre de Craig Venter, cabría preguntarse si este señor sentirá algún remordimiento por lo conseguido en su carrera. ¿Se arrepentirá de que la empresa que dirigía, Celera Genomics, hubiera intentado patentar parte del genoma humano, bloqueando así buena parte de los avances en medicina?, ¿sentirá remordimientos por haber financiado sus estudios de biocombustible con dinero de la petrolera Exxon Mobile?, ¿se le habrá pasado por la cabeza el terrible impacto que podrían tener sus investigaciones sobre células artificiales, bajo el único control del beneficio industrial?

La biotecnología ha avanzado veloz en las últimas décadas, al igual que la informática y otras ciencias muy ligadas a la industria. Mientras tanto, las energías alternativas parecen estancadas desde hace años en enormes paneles solares y en gigantescos molinos de viento. Y cuando la crisis económica empezaba a desbloquear la investigación en esta materia, aparece un señor con una célula artificial capaz de recuperar los infaustos biocombustibles y, de paso, revitalizar toda la industria del motor de combustión.

Los remordimientos no sirven de mucho, y lo que piense Craig Venter debería importar bien poco. En un momento en que gran parte de la comunidad científica está al borde de la ruina profesional o al servicio de multinacionales, parece más necesaria que nunca la existencia de un organismo público y supranacional capaz de imponer ciertas normas de juego, con algún criterio más que el que dictan los balances. Otra opción es seguir sintiendo remordimientos. Los nuestros, no los de Venter.

4 Comments
  1. celine says

    A mí es un tipo que me produce escalofríos: su cara dice mucho de su alma. Hasta su nombre de pila resulta onomatopéyico y hace temer un cuello roto. Ahora bien, su cuenta corriente debe de estar bien abultada. Y la cuenta es lo que cuenta. ¡Otro que no se cree mortal!

  2. celine says

    Las céculas quieren más posts, don Pedro… Son insaciables.

  3. celine says

    células «(

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