Hubo un tiempo, no muy lejano, en que hablar de Internet en la empresa suponía encontrar siempre caras de sorpresa e incluso rechazo, por no decir que el puesto de trabajo se encontraba en serio peligro. Eran los días en que vanagloriarse de no terner perfil en Facebook suponía un síntoma de modernidad. La rebeldía del diferente, o la resistencia contra el demonio de la tecnología. Muchos dieron la misma batalla cuando aparecieron los teléfonos móviles. Hoy, comentar con alguien que se prescinde de participar en las redes sociales como una elección personal sólo nos llevará a la incompresión, en mi opinión merecida. Ya no está de moda ir a la contra.
Los datos de un informe hecho público por la empresa gestora de espacios de trabajo Regus, indican que nuestro país ocupa el cuarto lugar del mundo en el que se logran más clientes a través de las redes sociales. En España, la mitad de las empresas las utiliza para captar nuevo negocio, un dato que contrasta con el 27% que lo hace a nivel mundial.
Lejos de continuar por el sentido contrario al progreso, los empresarios de nuestro país, pese al profundo desconocimiento de la materia, han comprendido que en esto hay futuro, y se han colocado entre los mejores. Cualquier actividad empresarial es candidata perfecta a ampliar su estrategia de comunicación manteniendo presencia y escucha activa en la web 2.0, y cada día existen más expertos reconocidos que pueden solventar las carencias de la organización a la hora de afrontar el reto. Porque, sin duda, la experiencia de comunicación en una red social es muy distinta a la que habitualmente se dedica, por ejemplo, a la prensa, por lo que el cambio de chip supone para muchos un enorme suplicio.
El error más habitual es entender las redes sociales como una prolongación de la comunicación tradicional. Cuelgo la información en mi página de Facebook o Tuenti, y sigo con mis ocupaciones hasta que, pasados un par de días, acudo de nuevo para ver si ha picado alguien. Perfecto. Es la demostración empírica de no haber entendido nada, y puede aplicarse el caso a cualquier herramienta de la Web 2.0.
Si la nueva Red es conversación, una empresa u organización tiene en su mano la herramienta perfecta para, lo primero, ofrecer un nuevo canal para la comunicación con los que ya son sus clientes. Esto será agradecido, no lo duden, y de la pericia, cercanía, sinceridad y buen hacer, dependerá que la satisfacción creada se convierta en nueva clientela. No es necesaria la labor comercial sin escrúpulos en los nuevos ámbitos de lo 2.0. Serán los propios clientes, satisfechos por nuestra actitud abierta y participativa, los que recomendarán a sus cercanos los servicios que prestamos.
España está en una posición inmejorable para aprovechar los nuevos canales en aras de mejorar la cuenta de resultados de sus empresas. Será un motivo más para crecer como país, y aumentar también nuestra competitividad frente a otros estados. La cuestión vital será la utilización que se haga de las herramientas. Trasladar las técnicas habituales del marketing a las redes sociales sólo provocará fracaso y hartazgo. Esta es otra guerra, con nuevas reglas y muchos actores en juego. El usuario tiene voz. El consumidor opina, y es escuchado por muchos que buscan esa información. Los esfuerzos deben doblarse. Primero por comprender, escuchando, y, más tarde, participando. En definitiva, se trata de hacer un uso correcto de espacios que son para compartir, y no para repartir.