Un clásico de Agosto

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Un empleado de la siderúrgica Grupo Álvarez regala a De Cospedal unas banderillas, durante su visita a esta empresa de Herencia (Ciudad Real), el pasado 28 de julio. / Cieza (Efe)

Cuando la canícula aprieta, mostrando su fortaleza a los humildes trabajadores que tratamos de escapar de la rutina diaria embutidos en bañadores que hacen daño a la vista, chanclas y gafas de sol, es el momento en  que María Dolores de Cospedal hace su estelar aparición veraniega para ponernos los pelos de punta y de paso copar algunas portadas de unos diarios faltos de noticias. Es una práctica habitual en nuestro país, ya que la señora Cospedal tampoco ha inventado la pólvora con esto del posado veraniego. Comienza a ser tan habitual la salida de tono política de la dirigente del Partido Popular como lo fue la cansina aparición playera de Ana Obregon. La coincidencia es asombrosa, ya que sin mucho que decir - o enseñar -, las dos consiguen acaparar la atención del público durante el día elegido, y causar el mismo estupor entre la perpleja audiencia. Agosto es el mes de Cospedal.

Al igual que el año pasado hizo su habitual declaración cañera con fondo azul mediterraneo y pose relajada, estas vacaciones no podía privarnos de su presencia. Agosto se hace muy largo, y al igual que en ciclismo, el que lanza el primer ataque tiene mucho que ganar en el discurrir de una temporada tan aburrida como ésta. Y con un golpe de pedal digno de Alberto Contador, Cospedal ha metido plato y ha vuelto a ponernos los ojos como ídem, cosa bastante peligrosa cuando el sol está en todo lo alto y la relajación que se le supone a estos días no nos tiene preparados para leer cosas de de trazo tan grueso.  En esta ocasión algo había que hacer, y rápido, ya que la aventura 2.0 de Mariano Rajoy en la parte de atrás del coche que le llevaba de vacaciones terminó en comunicado de disculpa por imprudencias. La primera por no ponerse el cinturón de seguridad mientras viaja, y la segunda - ésta la aporta el mismo que firma - por creer que en la web social todo el monte es orégano, y basta cualquier momento de iluminación para sacar tajada en los medios de comunicación.

Para nuestra protagonista, el PSOE "ha utilizado los aparatos del Estado contra el PP", y como si de un montaje televisivo con los mejores momentos del año se tratase, la dirigente popular ha ido, uno por uno, tocando todos los palos que la derecha mediática se ha ido encargando de agitar sin ningún eco en el ámbito judicial. La Fiscalía se ha llevado lo suyo, la Polícia no se ha librado, el sistema de escuchas SITEL pasaba por allí, José Bono y Mª Teresa Fernández de la Vega han salido a relucir,  e incluso aquel asunto de los presuntos chorizos del PP que caminaban esposados hacia comisaría también ha tenido su momento. "Si es que esto - comentaba Cospedal -  ya, lamentablemente, lo sabe todo el mundo. Y eso es algo de lo que debería estar muy arrepentido el PSOE, porque este Gobierno ha hecho un flaco favor a la democracia y al principio de división poderes". Debe ser su particular versión del cierre del curso político, ventilador incluído.

Lo verdaderamente preocupante de todo esto es que, aprovechando el momento, una de las máximas dirigentes del principal partido de la oposición no haya salido a la palestra para prometer la máxima exigencia y vigilancia a sus cargos públicos en el ejercicio de sus funciones representando a los ciudadanos. Que no haya dicho que no tendrán piedad desde los pisos altos de la sede del Partido Popular con todo el que meta la mano en la caja. Que no habrá un sólo imputado judicial afiliado a su partido. Que la tolerancia cero es la prioridad para una formación que se está viendo sacudida por tremendos casos de corrupción que están generando una preocupación sin precedentes en nuestro país y cuestionando la solvencia del PP como alternativa al gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. No hubo un caso tan enorme de corrupción política como la trama Gürtel ni en tiempos de Felipe González, y todo el mundo parece haberse dado cuenta menos aquellos que tenían el bicho dentro.

Con su nuevo posado político veraniego, Mª Dolores de Cospedal pretende que vayamos a la playa y, de camino, veamos en alguna primera página sus declaraciones a cuatro columnas - o cinco, que ya nunca se sabe - como si de verdad hubiese pasado algo relevante para nuestro país. Para que tengamos la sensación de que algo se mueve, que las tornas cambian, y los que son sus cargos públicos en comunidades como Madrid, Valencia, Castilla y León o Baleares no estuviesen investigados por la justicia acusados de haber usado su posición para cuestiones oscuras.

En algún momento de toda esta truculenta historia que sacude al Partido Popular alguien deberá coger el toro por los cuernos, y no precisamente el de Osborne. Un valiente tendrá que entonar el hasta aquí hemos llegado, y hacer la purga que todos piden antes de que lo hagan los jueces. Porque además de necesitarlo el Partido Popular, también lo implora ese mismo Estado de Derecho al que cada día se le lanzan cargas de profundidad desde los submarinos de la derecha más insolidaria. Si el amor a España, el verdadero, el que defiende un país de misa y toros, se midiese en el respeto a sus instituciones comunes, más de uno/a debería replantearse su ideología política.

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