Si juzgásemos a las herramientas por el uso que sus dueños hacen de ellas, miles de lápices, bolígrafos y maquinas de escribir dormirían el sueño de los justos mientras los verdaderos perpetradores del delito nadan en el dinero fruto de sus obras. Quizás haya que quitar el condicional, porque en muchas ocasiones así ocurre. Sólo hay que ver, por ejemplo, como auténticas jaurías de agoreros del miedo se ciernen sobre cualquier plataforma de la web social si descubren que alguno de sus usuarios ha cometido un error al anunciar una noticia, o se le ha calentado la boca hablando de un ministro. Lo han hecho incluso en el caso de Arturo Pérez Reverte, para quien Miguel Ángel Moratinos, anterior Ministro de Asuntos Exteriores, es un “mierda” por haber llorado el día que abandonaba su responsabilidad. Lo dijo en Twitter. Joder con Reverte. Ha pasado de abusar de la onomatopeya al insulto de tasca con una facilidad digna de alguno de los personajes que inventa para sus novelas. No tiene que ser nada bueno pasar tanto tiempo en cantinas de puerto buscando la inspiración. Puede que no llegue nunca, y dejarse allí los modales.
Quizás Reverte, mientras mira a los simples mortales desde el castillo de popa de su Twitter, ha decidido poner firme a la tropa armado con la retórica habitual que muchos creíamos sólo formaba parte de su literatura. Alguien tiene que hacerlo, pensará el académico, y aquí estoy yo para dar un paso al frente. Quién quiere pintar las batallas, cuando lo mejor es darlas sin cuartel. Le hace a uno más hombre, y los hombres necesitan vivir con enemigos, aunque estos sean una legión de seguidores indignados por el insulto gratuito del que tenían por ídolo. Así se comporta un honrado mercenario, dando la cara en vez de pedir perdón, y sumando con cada nuevo mensaje más adeptos, mientras adorna la página de su cuenta en Twitter con la portada de su último libro. Toda una monetaria declaración de intenciones ante el asedio de sus detractores, que han convertido la red social de los 140 caracteres en territorio comanche para el escritor. Es como ponerse frente a la chusma y decir: no me cogeréis vivo. Dije lo que dije, y me importa un pimiento de Padrón lo que penséis ¡Pardiez! Dichosos los tiempos de la columna en papel. Buenos tiempos. Tus bien pagadas quinientas palabras semanales sin necesidad de contestar a todos estos frikazos de Internet. Cómo se han puesto por una frase sin ánimo de ofender. O sí. Copón.
¿Qué culpa tiene Twitter de esto? Ninguna. Igual que nada tuvo que ver la Red en la falsa noticia del fallecimiento de Marcelino Camacho, que, lamentablemente, hoy sí es cierta. Reverte ahora utiliza el 2.0 para dar candela, igual que hace uso del papel. Y si hubiese nacido en tiempos de los faraones, tiraría de papiro para poner a caldo al sumo sacerdote. Nada nuevo. Al histórico dirigente de Comisiones Obreras no fue Twitter, sino el comunicado erróneo de una formación política catalana, quien elevó su nombre como una de las palabras más tecleadas esa noche. No es que la herramienta invite a la irreflexión por su inmediatez. En esta vida, en todos los órdenes de la misma, hay una virtud que no debe perderse antes de abrir la boca, enviar un correo electrónico o jugártelo todo al rojo. Se trata de contar hasta diez.
Bueno lo que ocurre es que Reverte asume su papel del Quevedo del S.XXI, «el primer punk de la historia» según entendidos como Jorge Martínez (Ilegales); que sí, que sí… que siempre ha sido muy admirador de la obra del manchego. Y citando a Pazos: «a los hechos me repito».
Vamos que viniedo de «punks literarios», vease Bukowski cuya verborrea le luce la gloria por los cojones, es habitual este tipo de declaraciones que «nadan en ambulancia» (otra vez Pazos) en este mundo loco, loco… y morboso.
El concepto es el concepto.
… Aunque lo piense.
Me gusta cómo escribes, mi querido Ion Antolín, tus comentarios le restan irritación al mundo en general y al mio en particular. Yo soy admiradora de los artículos de Pérez Reverte, porque estoy hasta la coronilla de tanta corrección política pero, cuando se pierde la buena educación, empieza la barbarie. Y además, últimamente, la honestidad brutal está sobrevalorada.
Strategypage nos informa de las pre1cticas me1s aelituhbas: New weapons, situations and technology have radically changed how American warplanes handle ground support. In Afghanistan, for example, F-16s, A-10s, F-15Es and F-18s spend a lot of time just using their targeting pods, to scan, in high resolution and great detail, what’s going on down there. The troops appreciate this kind of overwatch , and usually let the pilots know what likely areas of interest are. The warplanes don’t drop that many smart bombs. In many cases they just come in low and drop flares on suspected enemy gunmen. That still tends to persuade the enemy to back off, and avoids possible civilian casualties (as the Taliban still like to use human shields).But perhaps most surprisingly, more of these fighters are coming down low and using their automatic cannons to strafe ground targets. Strafing has undergone something of a renaissance in the last five years, thanks to new, and much more effective, fire control systems for F-16 and F-15 fighters, and more training in this form of close air support (CAS). The new F-35 will have similar capabilities. Some F-22 pilots insist they can do it as well, but their bosses are reluctant to even think of risk these very expensive fighters that close to ground fire.The new fire control hardware and software, enable a fighter pilot to deliver 20mm cannon fire through the window of a building. This is one way to take out a sniper, without using a smart bomb that could cause a lot of nearby civilians to get hurt. Part of the magic is GPS and targeting pods with x30 magnification. This allows the pilot to be far away while getting a bead on the target. Then the pilot can come in low and fast, fire off a few dozen shells, and be gone before the enemy can get off many, or any, shots at him.In the last six years, more pilots have received strafing training, often using a simulator. This is safer, because strafing in a fast mover (F-16 or F-15) is inherently dangerous. The 20mm cannon only has a maximum range (for aimed fire) of about 700 meters. The 20mm cannon fires 50-100 rounds a second. On a strafing run, the F-16 is moving at about 150 meters a second, a hundred or so meters above the ground. It’s a tricky business.Some F-15 pilots believed that these kinds of strafing runs could be carried out at night. Their commanders were not so sure, so the F-15 pilots used an F-15 flight simulator to practice the technique, and convinced their boss that it would work.The biggest danger in this low level gunnery is the risk of accidentally hitting the ground, or a building. One F-16 has already been lost to this kind of accident. All it takes is for a pilot to jerk the aircraft in the wrong direction for a second or two, and it’s all over. But with nothing to fight in the air, most fighter pilots are eager to come down on the deck to deliver some firepower. Although the A-10 was built for this kind of mission, and does a lot of the strafing, there are times when an A-10 is not available, and an F-16, F-18 or F-15 is.U.S. Air Force and Navy aircraft fly 100-200 close air support and reconnaissance missions a day over Afghanistan. Far more cannon shells (20 and 30mm) are fired, or flares dropped, than smart bombs.