Los problemas de los famosos en Twitter

Twitter va muy rápido. La velocidad de esta red social, tanto para introducir nuestras opiniones como para que éstas vuelen por la Red a través de los comentarios y bucles generados por otros usuarios, hace necesaria cierta reflexión antes de darle al botón “enviar”. La teoría de la creación de contenido que pueda competir de igual a igual con los grandes medios de comunicación ha dejado de serlo, para convertirse en incómoda realidad en la vida de muchos famosos. La web 2.0 era la puerta para que el pueblo tuviese la oportunidad de mostrar sus opiniones a todos, con herramientas sencillas y gratuitas, y en eso están millones de internautas, pero también es un quebradero de cabeza para personajes públicos cuyos comentarios en Twitter o Facebook no son muy afortunados.

La última demostración empírica del asunto es lo que le ha pasado a Nacho Vigalondo. El director de cine hizo a través de su Twitter una broma bastante absurda sobre el Holocausto, y en cuestión de minutos la red social se convirtió en un hervidero de críticas hacia su persona. "Ahora que tengo más de cincuenta mil followers y cuatro vinos en el cuerpo, podré decir mi mensaje: ¡El Holocausto fue un montaje!". Vaya si lo dijo. Las consecuencias: el cierre de su blog en El País, y la retirada de la campaña publicitaria que este medio de comunicación tenía en marcha, con Vigalondo como protagonista. En su último post el cineasta pide perdón, e intenta dejar clara su postura sobre este negro acontecimiento de la historia mundial. “Pido disculpas por el dolor que está causando mi tweet. Quiero aclarar que ni soy antisemita ni negacionista. Cualquiera que conozca mi trayectoria, ya sea escrita o en medios audiovisuales podrá comprobar que jamás me he acercado a esas posturas, a las que condeno radicalmente", y continua diciendo, “el tweet que ha levantado la polvareda no es la declaración de un revisionista, es la parodia de una actitud así”. A pesar de todo, Vigalondo se revuelve contra algunos medios de comunicación por el tratamiento que han dado a su caso, y ataca con una declaración que también promete polémica: "Tras la vergonzosa labor de los medios digitales durante esta semana, sería fantástico que mis disculpas no fuesen las últimas". Pero no es el único famoso con problemas. Un mensaje de David Bisbal, también a través de Twitter, provocó todo tipo de reacciones, la inmensa mayoría con cierto cachondeo por lo, digámoslo así, poco profundo de la reflexión del cantante. “Nunca se han visto las pirámides de Egipto tan poco transitadas, ojalá pronto se acabe la revuelta”, escribió Bisbal, y la coña 2.0 se desató en Twitter, con mensajes de este pelo: “Nunca se han visto tan pocos coches circulando por Venecia, ojalá se acabe pronto la inundación”. Otro cantante, Alejandro Sanz, sufrió las iras de cientos de internautas por su apoyo a la famosa Ley Sinde, y el escritor y académico Arturo Pérez-Reverte, que llamo “mierda” al anterior Ministro de Asuntos Exteriores del Gobierno de España, también provocó un auténtico terremoto.

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Es un lujo poder criticar, debatir e incluso renegar públicamente de los famosos a través de una red social como Twitter. Los beneficios de esta enorme conversación los demostró Alex de la Iglesia, por ejemplo, abriendo la caja de Pandora y llegando a lo que nadie había logrado antes: acercar posturas y asumir algunos postulados con una lógica aplastante que muchos compañeros suyos de profesión se niegan a admitir, enrocados como están en la venta de sus películas en VHS, Beta o 2000. También sufrió De la Iglesia críticas a través de la red social, e incluso muchos podrán decir que su actividad le ha costado el puesto. Béndita dimisión. Menudo ejemplo para la política. Twitter está facilitando comunicaciones en las revueltas de Túnez o Egipto, antes fue canal de comunicación básico tras las elecciones de Irán, y su versatilidad sigue sumando adeptos y generando nuevos usos. La otra cara de la moneda es que, al igual que pasa en las secciones de participación de muchos blogs y medios de comunicación, la herramienta se convierta en elemento de revancha. Un tribunal de la inquisición 2.0, dispuesto a quemar en la hoguera al autor de una broma con muy poca gracia, empujado por la impunidad de la masa. Vigalondo debería revisar su humor, que es muy particular y a mí, particularmente, no me hace ninguna gracia. Pero de ahí a entregarlo en sacrificio para calmar a los que piden sangre va un trecho. Con toda sinceridad, el que más pena me da es Bisbal. Vamos, no me digan que la frase merecía semejante caudal de burlas - algunas muy buenas -, y mucho menos algunas críticas feroces. Twitter y la web 2.0 han otorgado pequeños púlpitos a inquisidores en potencia. No hacen bromas. Señalan con el dedo y piden juicio, nadie sabe si final o simplemente ordinario. Es el precio que hay que pagar por esta nueva Internet, pero ello no implica que todo se meta en el saco de la normalidad. Que algunos conviertan en estercoleros los rincones de la web en los que debería reinar el debate y la confrontación de ideas es algo contra lo que hay que luchar. Vomitar cada día todo el odio que se lleva dentro en foros, diarios digitales y redes sociales es una actividad que retrata al que la practica.  Pobre Bisbal, copón, que diría Reverte, y pobre del que se dé por aludido.