El culebrón Sinde, o la historia interminable

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Ángeles González Sinde / Ministerio de Cultura

No termina nunca. Olvídense, si todavía tenían esperanzas, de ver como acabará esto que comenzó como un añadido a la Ley de Economía Sostenible y lleva camino de convertirse en un clásico destinado a las parodias más inverosímiles. Lástima de Martes y Trece. Yo ya me he dado por vencido. Mañana miércoles se vota en el Senado la devolución del texto al Congreso, cámara donde fue tumbada la parte que concernía a los puntos más polémicos sobre la protección de la propiedad intelectual en la Red, cierre de páginas web incluido. Tras una operación de maquillaje, sombra aquí, sombra allá, la Ley Sinde retorna al Congreso para ser aprobada gracias a la ayuda del Partido Popular y Convergencia i Unió. La ministra recibió un escarmiento, algunos políticos intentaron salvar la cara en un momento complicado, muchos cantaron victoria, pero las aguas vuelven a su cauce. Todo atado y bien atado.

Creo que lo he dicho, y vuelvo hoy a repetirlo, que las páginas web que se lucran enlazando a contenidos protegidos para que podamos descargarlos sin coste alguno me parecen un insulto a todos aquellos que pretenden ganarse la vida con la profesión que han elegido. Y debería ser ilegal. Si en la actualidad no existe un ley que lo impida, que se haga. Las justificaciones para la impunidad basadas en el dinero que ganan ciertos artistas son tan hipócritas como alejadas de la realidad que se pretende combatir. Muchos cargaron contra Alejandro Sanz por defender la Ley Sinde, y lo hicieron precisamente con argumentos sobre su patrimonio. Sólo he visto a una persona mantener cierta coherencia y hablar también sobre lo que se llevan todas esas páginas que, lejos de crear nada, se forran a costa del trabajo de los demás. Escolar también recibió lo suyo por atraverse a semejante investigación. Está prohibido tocar el totem de las descargas, porque interesadamente se ha relacionado su existencia con la libertad de expresión. Ya. Curiosa expresión de la libertad.

Mientras defensores de los internautas con intereses bastante alejados de los que tenemos los comunes mortales eran escogidos como representantes del pueblo conectado para negociar con las altas instancias, Alex de la Iglesia se caía desde allí arriba precisamente por no hacer oídos sordos a cosas tan lógicas como que criminalizar un enlace es una aberración legal - y del sentido común, añado - o que el modelo de negocio de la industria musical y cinematográfica no necesita una reforma de cuatro tabiques, sino derribar y volver a construir. Eso le costó la presidencia de la Academia del Cine y algunas duras palabras de compañeros suyos que le recriminaban el uso de Twitter ¡Brujería! La ministra no ha sufrido ese problema. Es lo que tiene no hacer concesiones a nadie. Su misión es sacar esta ley adelante, y lo hará pasando sobre quien haga falta. Para eso es bien mandada, y hasta la fecha nadie le ha dicho lo contrario. Tampoco que se vaya a su casa, otra opción nada descabellada.

Mañana Ángeles González-Sinde ganará una batalla, y con ella la guerra dentro de poco. También mañana los buzones de los senadores que voten a favor de la ley se llenarán de protestas, gracias al llamamiento de los activistas de RED Sostenible contra el texto legislativo. La historia interminable no llega a su fin. No lo hará con la aprobación definitiva en el Congreso de los Diputados. La solución a los flagrantes atracos que sufren los creadores en la Red no llegará por esta vía. Ahora toca reflexionar, sobre todo por encima del Ministerio de Cultura, si para este viaje hacían falta tantas alforjas. Si entregar la cuchara tan rápido a los grupos de influencia y ceder a las presiones que llegaban desde el otro lado del Atlántico ha solucionado algo, o por el contrario van a hacer crecer a la bestia, alimentada de su propia repercusión mediática y por el despropósito legal que supone. Merece la pena pararse a pensar un momento para analizar con qué poco Alex de la Iglesia logró progresos. No hablo de negociaciones, porque los que se sentaron a aquella mesa se representaban a si mismos, no a todo español conectado a un ordenador. Se trata de escuchar, y dialogar. Podrían haberlo hecho a través de los millones de palabras que se han publicado y pronunciado durante todo este largo año de conflicto. En cada post, en cada tuit, residía una pequeña parte de la solución. Ni estaba en las puertas cerradas del Parlamento, ni en los anónimos libertadores que hacían caer las páginas web de partidos políticos para cargar de razón a los que echaban el candado al diálogo.

5 Comments
  1. olper says

    Cuando la gente no quiere para por algo, sera por considerar que no merece la pena o que no vale lo que dice

  2. Carlos says

    Eso no sereda editorializar. Sereda una idteioz. Lee el artedculo de Wired y dos o tres mencionan al Hombre de Acero como uno de los supere9roes que quisieran ser. Sed, a la par de Spidey.

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