La historia de un joven político de provincias

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Esta es la historia de un joven de provincias, que tuvo en algún momento de su vida ideales que le movieron a la militancia política. Al menos así quiero imaginarlo. Llegado a la organización juvenil del partido de sus padres, encontró mucha gente buena, y también un monstruo que latía escondido en su interior. La ambición atisbó su alimento, y el muchacho se entregó con gusto al banquete. A su alrededor daban rienda suelta a su pasión por la política jóvenes de todas las edades, a los que en su mayoría importaban un pimiento los cargos y la erótica del poder. Con esa situación, nuestro protagonista no tardó en hacerse con el control y poner toda la maquinaría de la organización al servicio de su promoción personal para subir por la escalera de la política. En esa ascensión tuvo que recurrir en muchas ocasiones a tácticas poco limpias, dejando en el camino a muchos de los que en su día fueron amigos, y entrando cada día más en el oscuro túnel de la soledad que acompañaba a su crecimiento en el organigrama.

Antes de su llegada, otros jóvenes habían crecido en la organización que él dirigía, aunque sus logros fueron obtenidos por sendas bien diferentes. Aquellos jóvenes concebían la fortaleza del conjunto como la suya propia, por lo que legaron a su sucesor un patrimonio político en forma de influencia y reconocimiento público. Pero en la concepción primaria del sujeto que nos ocupa, cualquier sombra sobre su propio ego provocaba roces y desconfianza, por lo que llegó a la conclusión de que el hundimiento de la herencia común era la mejor forma de alcanzar la propia meta. Los que osaron - al descubrir su traición - evitar el desastre, fueron condenados al ostracismo, y sólo quedó una organización maltrecha, tocada de muerte para el futuro, y un humilde cargo público para el que pretendía ascender hasta los cielos de los interiores del partido.

Nuestro joven político de provincias ya no es tan joven, pero sigue en su viejo puesto. Se ve a si mismo como el sucesor natural de los perpetuos dueños de la organización, pero ha perdido la facultad de intuir como le ven a él los demás. Años de rencor por el estancamiento le han llevado a nuevas guerras, más absurdas y menos beneficiosas, que han terminado por colocar su imagen como el paradigma de una generación perdida. Jamás podrá sustituir a sus mayores porque, para cuando le llegue la hora, él también será objeto de la renovación necesaria. En su peregrinaje por la política sólo habrá conseguido premios materiales que nunca podrán sustituir al vacío personal que provoca una trayectoria basada en el enfrentamiento y la sumisión eterna. Nuestro joven político de provincias nunca fue joven, porque se dio cuenta muy pronto de que podría solucionar su vejez con cierta constancia y ningún escrúpulo. En eso enterró sus mejores años, de los que se acordará en un futuro no muy lejano cuando, como cantaba Ismael Serrano, esa artrosis en el alma llegue para quedarse.

Nunca entendió que la política es un instrumento de transformación de la sociedad para hacerla más justa. Una herramienta de cambio para mejorar la vida de los ciudadanos. Desde que muchos sólo aspiran a mejorar su propia condición, la política es algo peor. Pero no debemos desesperar. El joven político de provincias del que les hablo, para su desgracia, es una anécdota en un escenario lleno de personas que dedican parte de su vida al servicio público. En ellos, y en su capacidad de sacrificio para sacar adelante este país, tenemos que confiar. La política es algo tan necesario como apasionante. Sólo hay que identificar a los que la convierten en algo sucio, y expulsarlos sin compasión. El joven político de provincias no es nadie, pero podría ser cualquiera. Tiene una cara distinta en cada rincón de España.

4 Comments
  1. Carlos2009 says

    Y yo que le pongo cara. Porqué será.

  2. Zaratustra says

    La política está llena de aprovechados que llenan la política

  3. inteligibilidad says

    Admirable los que siguen tienendo fe en los políticos… y más en los de provincias, los que más roban… a ver si algún día la recupero yo…

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