Riesgos desde Fukushima

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Personal sanitario mide la radiación de habitantes de una zona próxima a la central de Fukushima. / Efe-Asahi Shimbun

Como pudo comprobar su descubridora, Marie Curie, la radiación mata. Pero para hacerlo hay que experimentar con el uranio sin protección alguna o viajar con un gramo de cloruro de radio en el bolsillo como hizo ella. La central nuclear de Fukushima está emitiendo radiaciones desde hace días. Pero para saber que implica eso hay que dar la palabra a los científicos. El problema es que, cuando el ruido provocado por los políticos, el lobby nuclear y los antinucleares es tan alto, la creencia en la ciencia también se funde.

Los descubrimientos de Madame Curie fueron claves para la física nuclear. Sobre ellos, en la década de los años 30, y casi simultáneamente, científicos alemanes y británicos vieron que algunos elementos radiactivos como el uranio podían manipularse para disparar una reacción en cadena. Aquí viene bien la analogía del billar. Si se lanza una bola, un neutrón, con una fuerza determinada contra un grupo de átomos de uranio, éste se rompe en otros más pequeños. Es lo que se llama fisión nuclear. Las bolas liberadas del grupo golpean contra más átomos y, en el proceso, liberan una cantidad exponencial de energía y neutrones. En esta partida de billar, hay muchas bolas a las que golpear. Esto abrió el camino a las bombas atómicas, pero también a la energía nuclear.

Esquema básico de funcionamiento de una central nuclear. / Wikimedia Commons

Las centrales nucleares como la de Fukushima usan como combustible óxido de uranio. Agrupado en barras, se introduce en un tubo de un material muy resistente, en este caso, un derivado del circonio capaz de aguantar entero unos 2.200 grados.  El tubo se coloca dentro de una cápsula hecha de hormigón y acero que sirve como segundo contenedor y calentador. Para enfriar el proceso, se usa agua. De hecho, la energía nuclear es un subproducto: el agua convertida en vapor pone en marcha unas turbinas que generan la electricidad. Cuando el vapor se condensa, el agua vuelve para adentro. En el caso de que haya que parar la reacción, se introducen en el núcleo unas placas de un material de control, boro en este caso, que tiene la particularidad de absorber los neutrones liberados, dejando la partida sin nuevas bolas de billar. Por último, la cápsula está rodeada por el propio edificio de contención, también de hormigón.

Como explican expertos del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), los protocolos de seguridad de la central funcionaron. Cuando se produjo el terremoto, se paró el reactor. "En ese punto, la reacción nuclear en cadena en marcha se detuvo, bajando drásticamente el calentamiento en el núcleo del reactor, pero no del todo - el combustible continúa generando calor durante mucho tiempo, incluso después de un año sigue produciendo cerca del 0.2 por ciento del calor que generaba el reactor en funcionamiento", explican. Para bajarlo, sólo había que seguir refrigerando el circuito con agua. El problema es que el tsunami destrozó la instalación eléctrica que la bombeaba y los motores diésel del generador de reserva. La tranquilidad duró lo que las baterías aguantaron. Después, el núcleo siguió calentándose.

Esquema de un reactor VVER-1000. 1- Barras de control. 2- Tapa del reactor. 3- Chasis del reactor. 4- Toberas de entrada y salida. 5- Vasija del reactor. 6- Zona activa del reactor. 7- Barras de combustible. / Wikimedia Commons

Toda la semana, los técnicos de la central han estado lidiando con este sobrecalentamiento. El Gobierno japonés autorizó la evacuación de algunos gases contaminados para aliviar la presión. Las explosiones en los reactores 1,2 y 3 se han debido al exceso de presión. Probablemente, el calor ha evaporado tanta agua del interior de la cápsula que el circonio que cubre el combustible se ha oxidado, liberando el hidrógeno del agua. Al expulsarlo y mezclarse con el oxígeno, parte de la cubierta del edificio de contención estalló.

Ahora se plantean al menos tres escenarios. En el mejor de los casos, vuelve la energía eléctrica y se puede acelerar el proceso de enfriamiento. Todo habrá quedado en un susto. Los trabajadores habrán estado a cantidades de radiación altas, unos 2 milisievert por hora,  pero durante poco tiempo, lo que no debería ocasionarles muchos problemas. Para hacerse una idea, esa es la cantidad de radiación recibida por el que se somete a un TAC o la que todos soportamos de forma natural a lo largo de un año. Las centrales, al usarse agua de mar para enfriarlas, han quedado ya inutilizadas para siempre.

Pero existe otra posibilidad. Si no se consigue enfriarlo, el agua desaparecerá por completo y el núcleo podría llegar a fundirse. De hecho, las últimas noticias hablan de que los reactores 1,2 y 3 sufren una fundición parcial. Dadas las altas temperaturas, tanto las barras de uranio como el circonio pasan a estado líquido. Aquí, sólo pueden pasar dos cosas. Por un lado, esta especie de magma se deposita en el suelo de la cápsula y el hormigón resiste. Esto fue lo que ocurrió en 1979 en la central nuclear estadounidense de Three Mile Island. Pero entonces, había corriente eléctrica para refrigerar el contenedor principal. En Fukushima, si la cápsula no aguanta, el combustible podría filtrarse al agua subterránea y contaminar la zona durante años.

Lo que rechazan los científicos es que se produzca otro Chernobil. La explosión y posterior incendio del reactor en la central ucraniana, que no disponía de un edificio de contención como tercera barrera, envió a gran altura una enorme cantidad de combustible. La nube radiactiva viajó durante centenares de kilómetros. El golpe más duro se lo llevarán los vecinos de Fukushima y la apuesta japonesa por la energía nuclear . Lo demás es histeria.

2 Comments
  1. hombre_invisible says

    «Lo demás es histeria»… o exceso de optimismo, según se mire.

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