Tiene que haber formas mejores de ganarse la vida. No digo que escribir no sea digno, ni mucho menos. Me refiero al recorrido vital que lleva a un personaje como Salvador Sostres a hacerlo para uno de los grandes medios de comunicación de este país. En qué momento alguien le dijo al sujeto, “oye, tío, escribes de puta madre, y lo que dices es valiente y rompedor. Los tienes cuadrados colega, porque sólo tú te atreves a decirlo”. Seguramente sería en una cena de tantas, cuando los espirituosos se apoderan del verbo, que lejos de hacerse carne se convierte en baba. De la misma manera que crece el ego, aumentan las barbaridades que una vez tras otra se ponen negro sobre blanco para deleite de esos mismos, que a la cara te dicen que tendrías que estar en la Academia - por lo menos - y por detrás lo más fino que comentan tiene categoría de dos rombos. Así, el destino regala a Salvador un espacio en el que otros harían de su prosa particular un ejemplo, para que Sostres lo convierta en desdicha de la cabecera a través de la triste experiencia que supone su lectura.
“Hace tiempo que el columnista de El Mundo Salvador Sostres ha traspasado los límites de lo que se puede publicar en un periódico sin atentar contra el sentido común. Pero la columna que firma hoy, titulada Un chico normal, no sólo es repugnante por su contenido sino que debiera ser objeto de estudio por parte de los psicólogos, porque roza la apología de la violencia de género.” Lo anterior está entre comillas, porque es un extracto de la carta que ha firmado la mayoría de la redacción del periódico, pidiendo a su dirección que Sostres “no vuelva a escribir en ninguna publicación del grupo Unidad Editorial”. Los compañeros. Los que ponen su nombre para firmar el trabajo que supone sacar adelante un diario, no quieren ver sus apellidos cerca de las palabras que avergüenzan e indignan a tanta gente. El director del medio, Pedro J. Ramírez, ha pedido disculpas a través de su perfil en Twitter, e incluso se ha retirado la columna de la edición digital. Las redes sociales han sido altavoz durante todo el día de la incredulidad primero, y protesta después, de miles de personas de bien.
“En contra de lo que sostiene Sostres - continúa la carta de los trabajadores -, en la violencia machista no hay descontrol de la ira. Hay afán de dominación. Una bofetada, una humillación, un estrangulamiento, responden a una cultura aprendida desde siglos que algunos hombres exteriorizan con violencia. Alguien que agrede a su mujer no es 'normal'”. Parece increíble que a estas alturas haya que explicarle a alguien con una supuesta educación algo tan básico. Es completamente absurdo. Incomprensible. Como las palabras de Sostres. Como su trayectoria. Como el hecho de que todavía tenga tribunas tan altas desde las que soltar su basura moral y literaria. Ya se han anunciado querellas contra él. La primera será de CCOO. Ojalá lleguen más.
No tiene nada que ver con la libertad de expresión, igual que no creo que haya que llamar "censura" a la desaparición del texto en la web de El Mundo. Tolerancia cero. En este país tenemos muy poco desarrollado el sentido para detectar lo que son apologías de cuestiones tan graves como la violencia de género. Si en esto se pusiese la mitad de interés que en el terrorismo para cortar de raíz cualquier conato de comprensión hacia el que asesina sin miramientos, probablemente no tendríamos que lamentar tanta desgracia. Pero, en esta España nuestra, algunos todavía hacen descansar la virilidad en la hebilla del cinturón. País de machos y machotes, señores de su casa y de su señora. Cobardes sin escrúpulos, a los que sólo podemos destinar al ostracismo social, y a la cárcel. Dice Sostres que el chaval “no sólo terminó con la vida de su novia y la de la criatura que esperaba, sino que terminó, en cierto modo, con la suya propia.” Lo cierto es, Salvador, que este chico tan normal podría haber empezado por el final.
Hay muchas maneras de ganarse la vida, y no pasan necesariamente por creerse el más valiente y sincero de España -por no decir cojonudo-, soltando inmundicia al viento para poder tener un hueco en tertulias y periódicos. La gente decente suele buscarse otro trabajo. Normal.
Dos bitácoras de cultura bajo la publicidad. DIARIO DE UN CANÍBAL y DETRÁS DEL SOL. Intervención militar ya.
Un saludo afectuoso.