El pepino acaba con el mito alemán

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Rajoy comparte un plato de pepino con Esperanza Aguirre (a su izda.) y María Dolores de Cospedal (a su dcha.), durante la reunión que mantuvo ayer con presidentes autonómicos del PP. / J. J. Guillén (Efe)

La mal llamada crisis del pepino (lo más correcto habría sido llamarla crisis de la bacteria) ha acabado ya con la vida de 16 personas. A corto plazo, ha dañado seriamente la economía y la imagen de la horticultura española. Pero hay un efecto inesperado que tendrá secuelas más profundas e indelebles: Alemania se nos ha caído al suelo. El mito de la seriedad y eficacia alemana, abonado con coches de mecánicas infalibles, de metáforas de locomotoras de Europa o de científicos laureados con el Nobel,  se lo ha llevado por delante la Escherichia coli. La gran Alemania es incapaz de encontrar el origen de la mayor crisis alimentaria que ha vivido en este siglo y solo alcanza, en un ejercicio de racismo cultural, a culpar a las gentes del sur.

"Estamos hablando de Alemania, no de Angola. Se supone que son el número uno en investigación", decía el martes el secretario general del sindicato agrario COAG, Miguel López, en Almería. No se supone, Alemania fue la inventora de la química orgánica, de la que nacieron sus potentes industrias farmacéuticas y químicas. Aún hoy es líder en el campo de la agronomía moderna. De hecho, los métodos y protocolos para analizar las diversas cepas de la familia enterohemorrágica de la E. coli son alemanes.

Para López, lo único bueno de esta crisis ha sido que ha probado las bondades, pero también los límites de la trazabilidad. Un elemento clave en la seguridad alimentaria es poder rastrear el origen de un producto. En el caso de Almería, desde que una hortaliza sale del invernadero pasa por muchos eslabones de una larga cadena: el trabajador que la cosecha, el dueño de la finca que lo lleva hasta la cooperativa o la alhóndiga (una especie de lonja o subasta), los comerciales que pujan por ella, los operarios (en su inmensa mayoría mujeres) que la manipulan para su clasificado, el transportista que carga la mercancía... Así hasta llegar a algún mercado central, una central de compras o las cámaras de una gran cadena de alimentación. Como se ha demostrado esta vez, se puede realizar el camino inverso hasta llegar al invernadero del que salió la hortaliza aunque de Almería salgan 1.700 millones de kilos como, según datos del ICEX, salieron en 2010.

Sin embargo, algo pasó en Hamburgo. Y, como recuerda López, la trazabilidad se pierde desde aquí hasta el consumidor. Esta ha podido ser una de las causas de la ligera acusación lanzada por la senadora de la ciudad estado, Cornelia Prüfer-Storks. Otra, al menos para buena parte de los agricultores a los que se les pregunta por Almería, es una suerte de racismo cultural. "Si España es, como Grecia y Portugal, la Europa de segunda, Andalucía ya ni será europea", explica uno de ellos.

La noticia de que, al final, los pepinos de Almería no eran los responsables no ha calmado los ánimos. De hecho, la indignación se ha cargado de razones. Los agricultores exigen compensaciones, pero sobre todo responsabilidades. Quieren que al menos Prüfer-Storks abandone la política. Incluso Miguel Cazorla, el propietario de uno de los invernaderos investigados, piensa demandarla. Tampoco entienden que, si hay libre circulación de mercancías, cómo los países han cerrado de facto sus fronteras y sin que Bruselas haga algo.

Su última bala la guardan contra el Gobierno español. Les resulta imposible no comprar el discurso del PP de que el Ejecutivo ha sido lento de reacciones. Cuando se les recuerda que el cultivo de muestras para tener una certeza necesita su tiempo, entonces le acusan de sumisión ante Alemania. "Zapatero se podía haber apuntado un buen tanto aquí, poniéndose a la cabeza de nuestras protestas", opina Melchor Cara, un agricultor de El Ejido. Él y muchos otros están muy orgullosos de su forma de producir. "La agricultura alemana está como lo estaba la española hace 20 años", añade Cara. Como decía un indignado Miguel López, "los alemanes sabran hacer coches, pero en productos agrarios no nos ganan".

Queda algo pendiente en el aire. Como ha demostrado la crisis de la bacteria, en las sociedades modernas el miedo y la alarma ante un fallo en la cadena alimentaria se extienden tan rápido como la peste. Empresarios de la competencia, terroristas medioambientales e incluso los políticos, como hizo esta senadora alemana, pueden encender una mecha peligrosa difícil de apagar en el recuerdo de los consumidores.

5 Comments
  1. FRANCISCO PLAZA PIERI says

    ¡Qué valientes aparentan ser esos de la foto!
    Qué valientes, y qué poco respetuosos con las víctimas, que las ha habido, si bien por causas ajenas a las hortalizas españolas, de lo que hemos de congratularnos todos los que vivimos en esta gran Tierra llamada España. ¡Nada de coba, eh!
    Coincido con el autor del artículo en que, la señora Cornelia Prüfer debería dimitir de su cargo.

  2. batatilla says

    El daño que ha hecho esta señora es grande, pero la comision europea acepto levantar una alerta sanitaria sin pruebas analiticas concluyentes. En la comision europea tambien deberia dimitir alguien.

  3. Denon says

    Yo cuando veo estas fotos siempre me pregunto ¿de que coño se rien siempre? ¿será de nosotros? ¿tanta gracia les hace que hayan muerto 15 personas y lo celebran así? ¿de que van estos tios?

  4. FRANCISCO PLAZA PIERI says

    Cuando veo a Pío… en sus muy serias intervenciones en el Senado, cosa legítima por otra parte, y ahora con esas risas… me da verdadera náusea o vergüenza. Siempre que lo veo me recuerda en sus diatribas a otro payasete de otrora, se emulan ellos, de hace años. Ese otro actuaba, no en el circo, no, actuaba hace años en el Congreso de los Diputados. Su nombre era Vicente… sin más, para qué más datos.
    Este no se ríe por las gracias que hacen los tontos del pepino entre los labios, no, sino porque toca reirles las tonterias que hacen… entra en el sueldo.
    ¡En sus enormes sueldos!

  5. FRANCISCO PLAZA PIERI says

    Hoy, a casi un mes de aquel desaguisado sigo pensando lo mismo.
    La señora Prifer (así se pronuncia en alemán su apellido), no se por donde andará, pero los desperfectos causados, no solo a la huerta española, sino a todos los que, a base de sudores consiguen un cierto biestar, y aunque se esté regularizando la situación, lo cierto es que esta pobre mujer, inconsciente de lo que hacía, produjo un fuertísimo quebranto a esas economías.
    ¡Felicidades a todos por la recuperación, y un abrazo de corazón!
    Frank von Keng

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