El espionaje de EEUU está rompiendo internet

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Sede central de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), en Fort Meade (Estados Unidos). La agencia tiene una veintena de centros en países amigos. / nsa.gov

No han pasado ni cinco meses desde que el diario británico The Guardian empezara a publicar los documentos que Edward Snowden había ido recopilando mientras trabajaba para la Agencia de Seguridad Nacional (NSA). Ese tiempo ha bastado para comprobar que, con la excusa de luchar contra el terrorismo, Estados Unidos ha usado su control sobre la tecnología como el mismo fin que en el pasado Inglaterra aprovechó su dominio de los mares, España el oro de América o Roma sus legiones: para mantener su dominio sobre el resto del mundo.

"Defendiendo nuestra nación. Asegurando el futuro". Ese es el lema de la NSA. Cualquiera lo suscribiría. Pero para conseguirlo, la agencia estadounidense ha desplegado el mayor y más sofisticado sistema de espionaje que se pueda imaginar. Por sus servidores pasa más información que la que puede procesar Google cada día. En un mes son capaces de registrar datos de 70 millones de comunicaciones de los franceses. Cuentan con máquinas que interceptan los datos que pasan por los mayores cables submarinos. Infectan con virus espía ordenadores de diplomáticos y hasta podrían estar escuchando lo que dice la canciller alemana Angela Merkel por su móvil.

"La NSA se ha apropiado de internet", escribía en su blog  Bruce Schneier. Este experto en seguridad informática está ayudando a varios medios, en especial a The Guardian, a valorar el alcance de los distintos programas que está usando la NSA para conseguir cumplir con su lema. El primero del que se tuvo noticia fue PRISMA. Con él, los espías estadounidenses tienen acceso a los datos alojados en los servidores de los grandes de internet como Yahoo, Microsoft, Google o Facebook. Todas son empresas estadounidenses, detalle que no hay que olvidar.

Después se supo de XKeyscore, que con sólo la dirección de correo del objetivo se podría saber casi todo lo que hace en la red, o de la colaboración de las operadoras estadounidenses para entregar datos de las llamadas telefónicas de ciudadanos estadounidense. En pleno verano le tocó el turno a Tempora. Aquí entra en juego el Reino Unido. El GCHQ, homólogo británico de la NSA, usa este programa para interceptar las comunicaciones que van a través de los cables submarinos. Para hacerse una idea de la importancia del papel del eterno aliado inglés, el 95% de los datos internacionales viajan por estos cables y 50 de los más importantes tocan tierra británica. Una vez conseguidos los datos, los británicos los comparten con los estadounidenses.

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Manifestación contra la NSA y a favor de Snowden y otro filtrador, el soldado Manning, en Berlín, este verano. / Mike Herbst (Wikipedia)

Ya en septiembre, se publicó que la NSA además de espiar, hackea. Una de las herramientas para garantizar el anonimato en la red es Tor que permite, por ejemplo, a los activistas evitar la censura o la persecución en países totalitarios. Con el programa Bullrun, la agencia estadounidense localiza a usuarios de Tor y redirige su tráfico hasta sus servidores para conseguir infectar sus ordenadores con programas espía. También se supo que la NSA ha presionado a varios fabricantes estadounidenses de software de cifrado para que les facilitaran las claves para desencriptar comunicaciones cifradas.

El periodista que está manejando el ritmo y el tempo de las revelaciones de Snowden es Glenn Greenwald. A pesar de las amenazas y el acoso a su novio, David Miranda, este estadounidense ha ido modulando las publicaciones casi como un estratega. Primero golpeó a las grandes tecnológicas y su colaboración mediante el programa PRISMA buscando un impacto global. Después volvió los ojos a Estados Unidos con el asunto del espionaje de las llamadas telefónicas de los estadounidenses. Hay que recordar que la NSA tiene vetado investigar a sus conciudadanos.

Pero Greenwald también ha colaborado estrechamente con medios de otros países para amplificar el efecto Snowden. El más destacado es el alemán Der Spiegel, que ha venido contando cómo actuaba la NSA con los datos de ciudadanos alemanes o cómo había colocado programas espía en ordenadores de diplomáticos europeos. Hace unos días, el diario alemán se hizo con una documentación que probaría que el teléfono móvil de Merkel habría sido interceptado por la NSA durante años. Los servicios de seguridad alemanes han dado credibilidad a las pruebas hasta el punto de que la canciller alemana llamó ayer a Barack Obama para pedir explicaciones.

¿En que puede ayudar a la lucha contra el terrorismo saber de las conversaciones de Merkel o de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, o controlar el correo electrónico del mexicano Peña Nieto, otros de los mandatarios presuntamente espiados? ¿Para que quiere la NSA interceptar las comunicaciones de los políticos indios o sus aliados del GCHQ acceder a las redes de la operadora Belgacom? No se trata de terrorismo, sino de dominio político y económico por medio de la tecnología.

"Los Estados Unidos no tiene aliados, sólo objetivos o vasallos", decía en una entrevista a Le Monde, el presidente de la comisión de leyes de la Asamblea francesa. Y es en esa clave en la que hay que entender las acciones de la NSA. A su potencia económica y militar, Estados Unidos ha unido ahora su potencia tecnológica. Y el resto del mundo se lo ha puesto fácil. La mayoría de las herramientas tecnológicas, los servicios de internet más usados y los grandes carriers que transportan la información por el mundo son estadounidenses y, quieran o no, están sujetos a las leyes de ese país. Y desde el 11-S se han aprobado unas cuantas que extienden la Pax Americana a cualquier parte del mundo, internet incluida.

Por eso el único camino es el de la independencia tecnológica como el que están siguiendo algunas empresas y gobiernos. Mientras la operadora germana Deustche Telekom busca sistemas para que el tráfico doméstico de los alemanes no salga del país, el gobierno de Brasil impulsa un sistema propio de correo electrónico seguro para sus funcionarios. También, tanto desde Francia como desde Alemania ya se habla de impulsar una industria tecnológica europea que haga al Viejo Continente menos dependiente de la tecnología estadounidense.

Al final, la idea de los apestados Irán y China de crear una internet propia no va a ser tan descabellada. Estados Unidos, con la NSA, está rompiendo una internet, cuya primera versión, se había diseñado para que resistiera un ataque nuclear.

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