Desnudando a Naciones Unidas

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Escuchar al veterano diplomático Lakhdar Brahimi (Argelia, 1934), enviado especial de Naciones Unidas a los desastres de Irak, Haití y Afganistán en la última década, es como encontrarse cara a cara con la Historia del convulso inicio del siglo XXI. Pero no con la que figurará en los libros de texto, amable y aséptica, sino con la que todos conocemos pero la memoria colectiva, azuzada por los intereses de unos pocos, se empeña en cambiar.

Agresiones militares disfrazadas de campañas humanitarias, donaciones millonarias que se pierden en los bolsillos inadecuados, mentiras ascendidas a argumentos de Estado, fraudes diplomáticos, presiones sobre los gobiernos creados tras intervenciones internacionales... Lo más terrible es que no sólo es el relato de la política exterior de Occidente, sino también del único organismo encargado, irónicamente, de evitar que todo eso ocurra.

Tras 20 años en la institución, en los que ha vivido luces y también sombras -aún se recuerda su dimisión en 2004 como enviado para Irak, después de calificar de 'dictador' al procónsul norteamericano Paul Bremer-, Brahimi ha aprendido a convivir con las contradicciones de Naciones Unidas. Las disecciona con la meticulosidad de un cirujano, pero las admite con un deje de compasión.

Gracias al Instituto Issam Fares de Asuntos Internacionales, tuve la oportunidad de escuchar hace unas semanas al argelino, que acudió a Beirut para hablar de las claves de la pacificación internacional -para el éxito, pero sobre todo claves para los fracasos- y explicar por qué el concepto mismo de Naciones Unidas, apoyado en la solidaridad entre las naciones, es una enorme mentira. "Los ricos contribuyen con su dinero, los pobres con su sangre. Eso no es solidaridad internacional".

Brahimi dice haber aprendido, tras medio siglo como representante político y 25 de mediador internacional, "más de los errores que de los éxitos". Una de sus primeras lecciones sonó como una bofetada. El la resume con en una frase:  "Todo el mundo manipula y el desconocimiento de la realidad lleva a errores". Eso le ocurrió tras ser destinado a Afganistán, en 1997, como enviado especial de la ONU. "En uno de mis primeros comunicados, afirmé que la población de Afganistán estaba secuestrada por no más de 50.000 hombres armados. En 2001, se descubrió que sólo los talibán disponían de 120.000 hombres. Cada hora, cada día, cada semana cambia la situación y hay que habituarse a ello. No se puede infravalorar a los demás ni  sobrestimarse a uno mismo".

Pero las críticas de Brahimi, y de tantos otros asesores internacionales, caen en saco roto. Se infravaloró el número de combatientes en Afganistán poco antes de la invasión liderada por EEUU que hoy en día, nueve años después, se encuentra con una creciente resistencia. Sobre el terreno, esa cifra sigue aumentando al ritmo que aumentan las víctimas civiles de sus 'operaciones antiterroristas' y el deseo de sus familiares de vengarlos.

Estabilidad a la iraquí: armados hasta en los hospitales. Bagdad, 2009. (M. G. P.)
Estabilidad a la iraquí: armados hasta en los hospitales. Bagdad, 2009. Foto: M.G.P.

A esa falta de realismo que coquetea con la ignorancia y la soberbia se suma la mala utilización de los recursos de Naciones Unidas, como ha constatado Brahimi demasiadas veces. "Sobre el terreno no se ve la ayuda internacional pese a la increíble generosidad de Occidente hacia el Tercer Mundo", afirma. Lo más grave, a juicio del pacificador, es que buena parte de las donaciones terminan volviendo al lugar de origen. "Un informe de la agencia Oxfam, hace un par de años, estimaba que el 40% de la ayuda bilateral para Afganistán vuelve a los países de donde salió en forma de salarios o en concepto de pago por asesoramiento. Pero el 60% restante no fue destinado a atender las necesidades de la población, ni mucho menos (...) Se estima que sólo un 10% de la ayuda llegó a la gente".

Esos datos, aproximados, podrían ser extrapolables a tantas otras crisis del planeta. ¿Cuánto dinero llegó a Gaza o al Líbano de las desorbitadas cantidades obtenidas en sendas conferencias internacionales para la reconstrucción tras las guerras lanzadas desde 2006 por Israel? ¿Cuánto llegará a Haiti? ¿Cuánto está costando organizar dichos eventos solidarios?

El fraude económico, según Brahimi, va acompañado de las mentiras que sustentan muchas operaciones de pacificación. "Hemos sacado de contexto palabras como democracia, derechos humanos, constitución, elecciones.... ¿Cómo pretender colocar más mujeres en el Parlamento afgano de las que hay en el Parlamento británico o francés?".

Pero para el argelino, lo más chocante es que unos pocos occidentales decidan el futuro de los países del Tercer Mundo. "Desde el final de la Guerra Fría, el objetivo último de todo pacificador es organizar unas elecciones. Se le llama 'estrategia de salida': se celebran comicios que consagran una victoria y es la mejor manera de marcharse". Lo cual no implica que reporte paz o estabilidad al país, como ha quedado muchas veces demostrado. "El mejor ejemplo fue Angola, cuando tras unas elecciones libres y justas se retomó la guerra civil apenas tres años después".

Aún más sangrante es el ejemplo afgano, donde el pasado verano la ONU fue objeto de enormes críticas tras bendecir unos comicios rodeados de fraude que permitió al presidente Hamid Karzai mantenerse en el puesto. "Esas elecciones costaron 3.000 millones de dólares y las vidas de decenas de afganos. ¿Eran necesarias? En mi opinión sólo lograron una cosa: si había algún afgano que seguía creyendo en la democracia, ya habrá dejado de hacerlo".

Carteles electorales en Kabul, en 2004. (Mónica G. Prieto)
Carteles electorales en Kabul, en 2004. Foto: M.G.P.

Otro espinoso asunto es la redacción de las constituciones en los países intervenidos, para las que Occidente envía ejércitos de expertos que toman las decisiones en nombre de poblaciones a las que son ajenos. "Redactar una constitución es algo que debería hacer gente formada, con opiniones diferentes, capaz de sentarse en torno a una mesa y dialogar sobre qué es lo mejor para su gente. Pero, ¿porqué deben hacerlo extranjeros, a veces incluso antes de que terminen los conflictos?". Su última experiencia en este sentido fue inolvidable. Sucedió en Irak, en 2004, donde tenía como misión decidir si se daban las condiciones para la celebración de elecciones. Era el momento en que se trabajaba en la redacción de la nueva Carta Magna, finalmente aprobada tras no pocas presiones. "Uno de los asesores norteamericanos estaba especialmente orgulloso del texto obtenido. Volvió a Washington para testificar ante el Congreso. Una vez allí, afirmó que la Constitución no iba a funcionar y que la única solución era dividir el país en tres partes. Pueden buscarlo, salió en los periódicos".

Seguramente, eso es lo más frustrante. Como dice Brahimi, miembro del exclusivo club de Los Ancianos junto a Nelson Mandela, Desmond Tutu, Mary Robinson, Jimmy Carter o Aaung San Suu Kyi, todo se ha dicho, todo se ha publicado y todo sigue figurando en las hemerotecas, donde se quedará relegado mientras la última moda mediática, "la crisis más sexy del momento", solape las demás tragedias. A él no le cuesta criticar la política occidental ejercida durante de la última década. "Me encantaría que Irak fuera un país democrático, pero eso no cambiará el hecho de que la invasión fue una agresión que ha destruido el país, una agresión que no era necesaria y que aún hoy desconozco qué buscaba". Describe a los secretarios generales como títeres capaces de modificar radicalmente sus discursos tras ser presionados por los poderosos países del Consejo de Seguridad. El veterano mediador cita promesas incumplidas -como los 26.000 soldados y 12 helicópteros de combate prometidos a Darfur hace cinco años, que aún no han llegado-, resoluciones ignoradas y compromisos con EEUU y sus socios que cuestionan aún más la escasa credibilidad de la organización, como la participación de la ONU en el Cuarteto que aisló internacionalmente a Hamas después de que los islamistas ganaran las elecciones palestinas de 2005. "Estados Unidos proporciona a la ONU el 25% de los ingresos, por lo que la cooperación debería ser normal, pero la ONU representa a 191 países además de EEUU. La agenda de la ONU no debería ser la misma que la de Washington".

Critica, se indigna, censura, desaprueba... pero insiste en que Naciones Unidas es, "definitivamente es la organización indispensable". ¿Miedo al vacío? Su posición es compartida por los funcionarios de la ONU y los líderes internacionales. Todos tienen la convicción de que la desaparición de Naciones Unidas sería catastrófica, pero nadie osa plantear una renovación que la convierta en un organismo efectivo, independiente y respetado, así, por el conjunto de naciones que hoy ven en el reflejo de la ONU el rostro de Washington.

Nada es blanco ni negro. Naciones Unidas tiene una cara esencial para el mundo, la que representan sus agencias humanitarias (desde el ACNUR hasta el PNUD pasando por UNICEF, la UNRWA y tantas otras) sin las cuales cientos de miles de personas pasarían, aún,  más penurias de las que ya sufren. Dispone de decenas de miles de aguerridos funcionarios dispuestos a renunciar a la comodidad occidental para aportar algo al desarrollo del Tercer Mundo. Pero mientras no se desvincule de la política de EEUU y sus aliados, ese colaboracionismo pesará sobre sus trabajadores como una grave sospecha que puedes costarle la vida. Mientras no lleguen acompañadas de cambios, las críticas de sus representantes  -imposible contabilizar el número de enviados de la ONU que han dimitido de su cargo tras constatar la ineficacia de su labor y denunciar los fracasos - no ayudan a Naciones Unidas a reinventarse. Más bien, ahondan en la idea de que es el instrumento de unos pocos para legitimar sus ambiciones.

4 Comments
  1. Por fin en África says

    Muy buen artículo y muy interesantes las reflexiones de Brahimi. Creo que es clave que se intente cambiar el sistema de Naciones Unidas desde dentro, pero lo veo muy difícil. ¿Cómo se va a lograr una super estructura independiente, que esté por encima de los intereses de los Estados, si son estos los que la pagan? Incluso aunque no existiese el Consejo de Seguridad, con los 5 ‘magníficos’ con derecho a veto, siempre prevalecerán quienes más dinero puedan aportar a una u otro misión. Es complicado.
    Por cierto, muy bueno el apunte sobre las mujeres afganas en el Parlamento.

  2. Alberto D. Prieto says

    Mónica… Me gusta lo que escribes (cómo lo haces, no el contenido, que es durísimo de asumir). Gracias por participar en el parto de este medio tan interesante. Espero seguir leyéndote aquí (y en EL MUNDO)

  3. Luis Matilla says

    muy interesante el artículo, gracias 😉

  4. ruiseor56 says

    monca sigue siempre siendo una oeriodista independiente.

    suerte

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