La FINUL, entre dos fuegos

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Soldados de la brigada española patrullan una zona del sur del Líbano a bordo de un vehículo blindado. / mde.es

¿Cómo repercutiría una eventual desestabilización interna del Líbano, ya sea en forma de enfrentamientos armados o de atentados, en las fuerzas internacionales de Naciones Unidas desplegadas en el sur para mantener la paz con Israel? La mera pregunta inquieta visiblemente al responsable de la FINUL consultado por cuartopoder. “Nos traerá consecuencias muy negativas, eso seguro”, afirma meneando la cabeza. “Septiembre será un mal mes para nosotros, sobre todo después de lo ocurrido a finales de junio y principios de julio”.

Se refiere a la multiplicación de incidentes sufridos por la fuerza internacional, en los que dos soldados franceses resultaron heridos, y que han obligado al Gobierno libanés a aprobar el envío de otras dos brigadas al sur del país para asistir a la FINUL -en la que España participa con 1.000 soldados- y a recordar el total compromiso con la misión.

Según las fuentes consultadas, los problemas han sido originados por la falta de comunicación entre el mando general de la misión, a cargo del general español Alberto Asarta, y el Ejército libanés. No se puede descartar que, como indica una fuente diplomática europea, la “doble agenda” de algunos contingentes esté empeorando la situación. Estos y otros factores minan la confianza de los libaneses del sur en la fuerza internacional, eclipsan la extraordinaria labor humanitaria que los internacionales llevan a cabo y cuestionan la misión de los 13.000 soldados desplegados en el país del Cedro.

Incidentes los ha habido siempre desde el inicio del mandato de la FINUL ampliada, a finales del verano de 2006, pero nunca se habían producido tantos en un periodo tan corto de tiempo. La progresión de acontecimientos es la que sigue, según el relato del semanal Hebdo Magazine, una de las publicaciones más fiables del Líbano. El 28 y 29 de junio, la FINUL realizó un ejercicio masivo al sur del río Litani, cuyos habitantes no habían sido advertidos. La reacción fue violenta: la población bloqueó los convoyes internacionales a la entrada de las poblaciones afectadas, algunos vehículos incluso recibieron pedradas y fueron asaltados. Sólo la intervención del LAF (Fuerzas Armadas Libanesas, en sus siglas en inglés) puso fin a los disturbios, devolviendo parte del orgullo al Ejército local.

En apenas dos días se produjeron más de 20 incidentes. “Entre bastidores, el Ejército [libanés] había advertido al mando de la fuerza interina sobre la pertinencia de la misión. Incluso había sugerido consagrar su ejercicio a la protección de los civiles”, desvelaba una fuente militar al diario local L'Orient Le Jour el pasado día 9. Aparentemente, no se escuchó el consejo, lo cual no debió agradar a las LAF, que según varias fuentes se sienten ninguneadas por los internacionales. Días después, otro incidente agravaba la situación: una patrulla aislada era atacada entre las aldeas de Kabrija y Toulin tras haber detenido a un aldeano que les había imprecado. Dos de sus ocupantes resultaron heridos leves por pedradas. Sólo la intervención de las LAF liberó a la patrulla.

Según la resolución 1701, que puso fin a la guerra entre Israel y el Líbano y amplió en número y en atribuciones a la FINUL, el Ejército libanés viene a ser reforzado por las fuerzas internacionales sin perder su autoridad en la zona. Sobre el terreno, son las fuerzas internacionales las que parecen tener el control. “El problema es que, en la FINUL, muchos no tienen clara nuestra misión. Nuestro mandato nos obliga a asistir a las Fuerzas Armadas Libanesas para lograr que el sur esté limpio de armas, y no a limpiar el sur de armas”, prosigue la citada fuente de la ONU. Una misión de asistencia que implica, en teoría, un trabajo conjunto entre internacionales y locales. En la práctica, el despliegue libanés en el sur [no más de 6.000 soldados, en el mejor de los casos] hace imposible que cada una de las 350 patrullas diarias de la FINUL sea acompañada por las LAF.

El Ejército libanés no tiene por qué seguir cada movimiento [de la FINUL]. Pero el principio general es que las fuerzas de la ONU deben coordinar con nosotros ciertas acciones ya que, después de todo, el territorio nos pertenece. Nosotros debemos decidir el momento en que llevar a cabo las misiones, porque la FINUL es sólo una fuerza de apoyo al Ejército libanés para ayudar a ejercer su autoridad en el conjunto del territorio”, explicaba el oficial citado por L'Orient Le Jour.

Falta de confianza

Dicho responsable proseguía diciendo que no hay que buscar motivos estratégicos tras la cadena de incidentes, sino que éstos responden “a un serio problema de falta de confianza”. “Hay que comprender que para los habitantes del sur, todos los extranjeros son espías potenciales, sobre todo si pretenden husmear en las aldeas, en medio de los habitantes”, explica el oficial, quien aseguró que en el caso de la patrulla de Kabrija, “actuaba al margen de la misión de los 'cascos azules'. No estaba justificada, ni siquiera según las reglas de comportamiento que son de por sí relativamente imprecisas y sujetas a diversas interpretaciones”.

Según el embajador español en Beirut, Juan Carlos Gafo, “la patrulla accidentada estaba perdida”. “La FINUL ha sido escrupulosa a la hora de no molestar a la población civil y de no adentrarse en núcleos urbanos”, añade. Sobre el terreno, sin embargo, en el pasado se han producido infinidad de altercados después de que los internacionales tratasen de tomar fotos de viviendas privadas.

Según el oficial libanés citado por L'Orient, el predecesor del general Asarta, Claudio Graziano, había prohibido a sus hombres tomar fotos durante las misiones para evitar incidentes. “Con la llegada del nuevo comandante en jefe, esta regla ha sido algo olvidada y las cámaras fotográficas han vuelto sobre el terreno junto a la paranoia de la gente”.

No es la única cosa que se reprocha al general Alberto Asarta. Sus múltiples viajes a Israel –contraparte de la resolución que da sentido a la FINUL–, su voluntad de aumentar la visibilidad del despliegue en el sur –ya de por sí muy visible– y la última maniobra militar que dio lugar a estos altercados –en la que aparentemente no se contó suficientemente con el Ejército libanés– no le están ganando simpatías.

Los movimientos para calmar la crisis han sido intensos: el general Asarta se ha reunido con las principales personalidades políticas libanesas, con el responsable de las LAF, Jean Kahwaji, y con los responsables locales del sur del Líbano para comprometerse a ampliar la cooperación entre la FINUL y las LAF en las “misiones delicadas”. Los habitantes le han exigido que la FINUL “no mantenga actividades en el interior de los barrios, que se abstenga de tomar fotos a sus habitantes y de patrullar por las noches en los blindados”, aunque Asarta no ha aclarado cuál es su posición al respecto.

Encuentros de alto nivel

Los embajadores europeos con más soldados desplegados (Italia, España y Francia) también han celebrado encuentros de alto nivel para apaciguar la tensión –“bienvenida sea la crisis si sirve para mejorar la relación de la FINUL con la población”, decía Gafo– y consideran, al menos en público, la mala racha finalizada. Sin embargo, para la fuente de la FINUL consultada por cuartopoder se trata sólo de un parche. “No se ha arreglado el problema de fondo, que es la falta de confianza entre las partes, así que los incidentes se volverán a repetir”.

Hizbullah, fuerza mayoritaria en el sur, ha reiterado al coordinador especial de la ONU en el Líbano, Michael Williams, su total apoyo a la misión y a la resolución que la sustenta, subrayando “la importancia de la coordinación entre la FINUL y el Ejército”. Uno de sus diputados, Mohammed Raad, argumentaba que “ciertas unidades están decididas a implantar la política de sus países usando la etiqueta de Naciones Unidas, lo cual es la causa de los problemas que se han producido”.

La conclusión de algunos analistas es que la respuesta del Partido de Dios o del Ejército libanés ha sido movilizar a la población para demostrar quién tiene la autoridad en el sur. Si ha sido así (y en alguno de los incidentes participaron hasta 100 personas, por lo que se puede excluir que fueran improvisados) es posible la FINUL se esté usando para hacer política no sólo desde países europeos.

Resulta preocupante que uno de los aliados de Hizbullah, el druso Wiam Wahhab, trate de instrumentalizar los incidentes supeditando la suerte de la FINUL a las inculpaciones del Tribunal Especial para El Líbano, que investiga el magnicidio de Rafic Hariri y podría inculpar a miembros de Hizbullah. “Si el TSL pronuncia un juicio susceptible de provocar la discordia en el Líbano, la FINUL estará en peligro”, ha afirmado. Eso es lo que inquieta a Naciones Unidas.

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