"Nosotros" contra "ellos"

11
Estudiantes de una madrasa de Islamabad (Pakistán). / Mónica G. Prieto

Me cuesta creer que alguien se sorprenda por el contenido de los 91.000 folios de material militar clasificado sobre la guerra de Afganistán. No que algunos lo cuestionen –resultaba divertido ver ayer a un responsable militar paquistaní desmentir, en directo y ante Al Jazeera, la cooperación entre el ISI y los talibán al grito de “¡eso es mentira, todo es mentira!”- sino que la información en sí suponga sorpresa alguna.

En lo que se considera el ‘otro bando’ en conflicto de esta guerra global sin fronteras –ni límites éticos por parte de ningún bando–, el mundo islámico, nadie ponía en duda que las bombas de la OTAN asesinan a civiles a diario, que se están llevando a cabo operaciones secretas e ilegales para acabar con presuntos líderes talibán, que los servicios secretos de Islamabad tienen relaciones comprometidas con los radicales estudiantes de teología afganos, y que, nueve años y centenares de miles de millones de dólares más tarde, los extremistas son más fuertes que nunca.

Como nadie pone en duda que la invasión de Irak ha promovido los atentados en todo el mundo y ha alentado el odio contra Occidente, que ha fortalecido a Irán a nivel regional aupando a los religiosos al poder, que ha propiciado un retroceso en los derechos fundamentales de las mujeres iraquíes, que para matar presuntos enemigos se han atacado ciudades enteras matando a miles de inocentes, que se han bombardeado núcleos civiles con armas químicas y que se ha represaliado a la población civil en su conjunto. Y eso sin ninguna filtración de Wikileaks, la nueva alternativa que nos ofrece la tecnología a lo que antes hacíamos los periodistas, sino gracias a medios de comunicación como Al Jazeera, empeñada en mostrar la otra cara de los conflictos que desangran el mundo islámico.

Campo de fútbol convertido en improvisado cementerio durante el primer cerco de Faluya. / M. G. P.

La sorpresa del público y la necesidad de Wikileaks es un mal índice del estado de la información que llega a Occidente del conflicto que mantiene empantanada a la OTAN y a Estados Unidos desde hace casi nueve años, y una prueba de cómo un puñado de dirigentes nos han arrastrado a la división y a la confrontación con los musulmanes, hasta el punto de ignorar la realidad del otro lado e incluso la información que procede del ‘otro bando’.

Todo esto debería ayudar a cuestionarnos cómo es posible que esa “información reservada”, que sucede a diario ante los ojos de los periodistas, sea manipulada –cuando no ignorada– por los medios. A veces por la propia autocensura del reportero, inseguro a la hora de publicar información procedente del ‘otro bando’ cuando la reacción de ‘los nuestros’ es un rotundo desmentido de los hechos. La mayoría de las veces, porque los jefes de redacción saben gracias a los teletipos lo que está ocurriendo ante los ojos de su periodista y le explica el enfoque que quieren que se imprima a la información que el propio reportero está viendo sobre el terreno. Insultante, pero demasiado común. Y sobre todo, por la censura de las redacciones centrales de los grandes medios, propensas a considerar que cualquier información negativa sobre las tropas occidentales en conflicto es falsa, está tergiversada o es producto de las tendencias proislámicas del redactor.

Desde el 11-S, la presión de los Gobiernos ha convertido a los medios en parte en conflicto. Han separado a los occidentales y musulmanes –y mira que ambos términos son difusos- en “nosotros” y “ellos”. No hay más que mirar los titulares de los medios generalistas para notar la distinción. “Los nuestros”, incluso los militares, son “asesinados” en “ataques terroristas” –qué tiempos en los que, durante una operación militar, los soldados morían en combate– mientras que “los otros”, es decir los afganos, sean combatientes o civiles, “mueren” en nuestros titulares como si un mal aire o un infarto les hubiese costado la vida.

Un barrio iraquí reducido a escombros por la aviación norteamericana. / M.G.P.

La suerte de un solo soldado occidental acapara portadas, mientras que sólo una media de cien muertos civiles se consideran suficientemente relevantes para ser destacados con un titular propio, más allá de la sección de breves. “Nuestros” militares no son capturados sino secuestrados o raptados –El País lo vuelve a hacer en portada por segunda vez en cuatro días con este titular, Hallado el cadáver de un soldado de EE UU raptado en Afganistán, como suele hacer con el israelí Guilad Shalit –¿dónde han quedado los prisioneros de guerra, una figura imprescindible en las convenciones internacionales que rigen los conflictos?–, mientras que "sus” militantes, presuntos o reales –también conocidos como "los terroristas "–, son “arrestados” en plena ocupación militar de su propio país, cuando no justamente ejecutados por actividades terroristas que nunca se prueban.

Y claro, termina pasándonos como con las operaciones norteamericanas contra Faluya –centenares de civiles muertos en bombardeos indiscriminados y uso de armas químicas que dejarán consecuencias a varias generaciones de iraquíes– o con los “bombardeos selectivos” que terminan masacrando bodas o acumulaciones varias de civiles en Afganistán: que sólo nos quedamos con el titular que nos manda el Pentágono, aquel que indica que todas las víctimas son “combatientes”, y cuando llegan las fotos de los críos y mujeres que están siendo enterrados cuesta mucho rectificar. Si la prensa no se cuestiona lo que nos cuentan los poderosos, ¿de qué sirve? O, en otras palabras, ¿en qué nos han convertido?

Recorrer Afganistán, Irak o Gaza, por nombrar los conflictos más mediáticos, sirve para entender cómo existen dos realidades diametralmente opuestas: una, la que puede observarse en las calles, la que comenta sus habitantes y la que puebla sus hospitales y cementerios, y otra completamente distinta que aparece en los medios de comunicación occidentatles. Pero parece que seguir viendo la realidad y contándola con honestidad seguirá siendo algo condenado a recibir la calificación de “proislamista”, “proizquierdista”, “anti-imperialista” o cualquier otro adjetivo que mine la credibilidad del testigo.

Convoy de soldados españoles en Herat, Afganistán. (M.G.P.)
Convoy de soldados españoles en Herat, Afganistán. / M.G.P.

Y si no, fíjense en la siguiente encuesta iniciada por elmundo.es: “¿Le parece bien que se revelen secretos de los aliados?”. La pregunta no es “¿le parece bien que el presupuesto militar gastado en Afganistán haya fortalecido a los extremistas?” o “¿le parece bien los crímenes de guerra que se cometen a diario en Afganistán o Irak?”. No podemos cuestionar a los nuestros ni siquiera con 91.000 folios de pruebas en las manos. Lo más preocupante es que a la mayoría de sus lectores no le parece bien que se conozcan “nuestros” crímenes. Será porque no malviven con el temor de morir bajo las bombas aliadas.

11 Comments
  1. celine says

    Bravo por esta crónica, Mónica. Tanta razón… Gracias por no dejarte intimidar y tratar de informar honradamente.

  2. el3azzi says

    Me estremece mucho leer post como estos. Porque dice verdades como puños. Los medios Occidentales se han rendido al servicio de los intereses gubernamentales de una manera sonrojante. La utilización del término «terrorista» a mi juicio a perdido ya cualquier tipo de significado original. Hoy en día cualquiera es un terrorista, aunque se traten de personas asesinadas cruelmente por culpa de los famosos «daños colaterales» o un «error de cálculo».

    Cuanto más se de los conflictos que asolan al mundo musulmán, más impotente me siento.

    Lo dice un marroquí.

    Saludos

  3. Romanov says

    Qué gusto leer a una periódista de verdad, me devuelve la esperanza. Recién recibí un correo donde según Fox News lo de Gaza es un invento de «terroristas» e «izquierdistas». Realmente me dieron ganas de llorar, cómo puede existir esta clase de periodismo y lo peor cómo puede tener tantos seguidores.
    Vaya diferencia

  4. Andrea says

    Realmente este tipo de post, son los que hacen que la gente reflexione y se cuestione en que tipo de democracia vivimos, si las noticias que recibimos diariamente son tergiversadas sin ningún tipo de remordimiento por los altos cargos de medios de comunicación, que son mangoneados por los gobiernos y los grandes magnates a cambio de dinero, papel que sólo sirve para comprar personas que no valen nada…

  5. Malabarista says

    muy acertado, y muy triste.

Leave A Reply