Los claroscuros de Nasrallah

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[Actualización 11/8/2010 20.05 CET: Los indicios presentados el pasado lunes por el secretario general de Hizbulá, Hassan Nasrallah, que apuntaban a una posible autoría israelí del magnicidio del ex primer ministro libanés Rafic Hariri no han caido en saco roto. El fiscal en jefe del Tribunal Especial para El Líbano (TEL), Daniel Bellemare, ha pedido a las autoridades libanesas que le proporcionen la información presentada por Nasrallah, y ha invitado a éste a "usar su autoridad para facilitar la investigación", según reportan medios locales. Dado que Hizbulá forma parte del Gobierno libanés de coalición, es de esperar que las pruebas, consideradas meramente circunstanciales, lleguen próximamente a La Haya. Eso permitiría abrir una nueva vía de investigación exigida por la minoría parlamentaria libanesa y también desamortizaría las constantes acusaciones de politización que suelen dirigirse, desde Hizbulá y sus aliados, hacia el TEL.]

Varias personas siguen desde Beirut el discurso de Hassan Nasrallah, líder de Hizbulá.
Varias personas siguen desde el barrio de Dahiyeh, al sur de Beirut, el discurso de Nasrallah. (W. Hamzeh / Efe)

En su discurso del pasado lunes, Hassan Nasrallah decepcionó a muchos de sus seguidores. Todos los que siguen sus declaraciones, amigos o enemigos, -lo que equivale a decir una enorme parte de los árabes- confiaban en que, como suele ser habitual, el responsable de Hizbulá cumpliera estrictamente la promesa con la que emplazaba al público hace una semana a seguir su siguiente alocución. Había anunciado “pruebas tangibles” que incriminaban a Israel en el magnicidio de Rafic Hariri, y lo que presentó fueron pruebas circunstanciales de una posible vinculación al asesinato: una pista a seguir, sin duda, pero no la evidencia de que Tel Aviv mató al ex primer ministro libanés para potenciar la división sectaria en el país del Cedro y debilitar así a su principal enemigo, Hizbulá.

El propio secretario general del Partido de Dios admitió, el lunes, que era consciente de no estar presentando pruebas “al cien por cien” seguras. Pero Nasrallah demostró otras muchas cosas en su discurso, igualmente relevantes y graves, que merecen ser analizadas. Su acusación contra Israel se basó en dos elementos: las confesiones de varios espías libaneses a sueldo de Tel Aviv de los más de 150 que han sido detenidos en los últimos meses. El más destacado de ellos, Ahmad Nasrallah (sin relación de parentesco con el líder chií, según indicó), confesaba en una declaración grabada y difundida durante la rueda de prensa que había tratado de convencer a Rafic Hariri de que Hizbulá quería asesinarlo por órdenes de Israel. Ocurrió en 1993, cuando las protestas por los Acuerdos de Oslo enfrentaron al Partido de Dios y al Ejecutivo de Hariri. El entonces primer ministro avisó al régimen sirio -que entonces controlaba el Líbano-, quien terminaría arrestado a un miembro de Hizbulá vinculado con el asesinado comandante Imad Mugniyeh. Cuando el espía fue finalmente capturado e interrogado, explicó que intentaba controlar las rutas del convoy de Hariri aportando información falsa acerca de supuestos atentados preparados a su paso.

Otros espías, según Nasrallah, habrían confesado a las fuerzas de Seguridad libanesas haber estado controlando los movimientos de los políticos antisirios -es decir, afines a Hariri y a sus herederos- por órdenes de Tel Aviv, desde el líder ultraderechista Samir Geagea hasta el propio hijo del finado, el actual primer ministro Saad Hariri, pasando por figuras independientes como el presidente del país, Michel Sleiman, o el jefe del Ejército, Jean Kahwaki. Otro confesó haber facilitado la entrada y salida del país a comandos israelíes de los cuales confesó ignorar sus acciones, así como haber participado en diferentes atentados contra miembros del movimiento de resistencia libanés.

El segundo argumento empleado por Nasrallah para apuntar a la implicación israelí ha supuesto una enorme conmoción para Israel: “El secreto que quiero revelar esta noche es que, antes de 1997, Hizbulá fue capaz de cazar un avión no tripulado israelí que fotografiaba el sur del Líbano y enviaba las imágenes al centro de operaciones israelí”, explicó durante sus dos horas de alocución. Aquel aparato les habría permitido vigilar la transmisión de grabaciones de este tipo de aviones, e incluso desencriptar parte del sistema de lectura para poder verlas con nitidez, si bien no en todos los casos. Así ha sido como Hizbulá ha tenido acceso a parte de las grabaciones de los aviones espía israelíes sobre los cielos libaneses, según Nasrallah, en las fechas previas al magnicidio de Hariri, en febrero de 2005.

En los vídeos emitidos, se puede apreciar cómo son vigiladas las rutas que usaba el líder suní para recorrer la distancia que separaba sus residencias del Parlamento, del Palacio presidencial y de otros edificios oficiales, desde diferentes ángulos y, siempre según Nasrallah, en diferentes días. También vigilaban las carreteras que dan acceso a sus residencias estivales, pese a no ser concurridas por nadie más. “¿Por qué vigilan estas zonas, si allí no hay militantes ni instalaciones de Hizbula?”, se interrogaba el líder del Partido de Dios. “¿Es todo una coincidencia o podemos usar estas imágenes como base para una acusación?”.

Todo esto constata una grabación flagrante de las leyes internacionales, que pese a ser conocida en Oriente Próximo desde hace años no parece afectar a la comunidad internacional. Israel viola el espacio terrestre y aéreo libanés a su antojo, vigila y espía a sus políticos -no sólo a sus enemigos de Hizbulá, como suele decir- y goza de considerable impunidad para actuar. No es de extrañar así que el Ejército libanés, animado por las instituciones, haya dado un giro en su política defensiva hacia Israel y decidido confrontar cualquier intento de agresión en su frontera.

Próxima inculpación

Dicho esto, hay que contextualizar la aparición de Nasrallah ante los medios. Si no se hubiera extendido el rumor -aparentemente muy bien fundado- de que el Tribunal Especial para el Líbano (TEL), creado en 2007 para investigar la muerte de Hariri, pretende inculpar en unas semanas a miembros de Hizbulá en el magnicidio, Nasrallah no hubiera presentado esta nueva vía de investigación. ¿Por qué? Pretender que, si no afecta a su movimiento, dilucidar el magnicidio es poco trascendente no refleja precisamente interés por el bienestar del Líbano. Su grupo -junto con toda la minoría prosiria- considera que el TEL está politizado e indicios de ello no faltan, dado que usó testigos falsos, acusó sin pruebas a Damasco durante años y apoyó el arresto de cuatro generales libaneses durante casi cuatro años que finalmente fueron excarcelados por falta de evidencias. Pero eso no implica que, teniendo pruebas que apuntan a una línea de investigación determinada, Nasrallah pueda ignorarlas sólo para demostrar su oposición al TEL.

Ese es el principal punto flaco del discurso. Nasrallah afirmó que tras el magnicidio presentó sus condolencias en la casa familiar de los Hariri, y ante la insistencia de la familia prometió investigar lo ocurrido. Es decir, ha tenido cinco años para recabar pruebas que nunca ha presentado. Otro claroscuro es el que sitúa a varios agentes del Partido de Dios -los que serán presuntamente inculpados por el Tribunal- en la escena del crimen. Según dijo el secretario general de Hizbulá, estaban allí siguiendo a un espía a sueldo de Tel Aviv incriminado en el camión bomba. Cabe preguntarse entonces por qué no avisó al ex primer ministro de que tenía a agentes pro israelíes tras sus pasos.

Dudas razonables

En cualquier caso, Nasrallah ha sembrado dudas razonables sobre quién mató a Hariri. “Si el TEL ignora las pruebas que he presentado, eso probará que está politizado”, instó en la rueda de prensa. Eso pretende desactivar la inestabilidad interna -entre suníes y chiíes- que podría despertar una incriminación de Hizbulá en el crimen, y que no parece interesar a nadie, y muy especialmente a los herederos de Hariri.

Algunos miembros de la mayoría parlamentaria, contraria a Hizbulá, descalifican la aparición de Nasrallah basándose en que presentó “indicios pero no pruebas” e instándole a enviar todo su material al Tribunal, cosa que Nasrala no está dispuesto a hacer. Pero todos coinciden en que no se puede descartar la nueva pista. La vinculación israelí “es muy lógica, porque el Estado hebreo estaba muy incómodo por la acción del presidente mártir Rafic Hariri”, como explica Mustafa Allouch, uno de los miembros de la mayoría más pronunciadamente contrarios a Hizbulá.

Las acusaciones del Partido de Dios han sido tomadas en el Líbano con la gravedad que merecen. Según la edición online del diario An Nahar, el principal en el país del Cedro, varios políticos y juristas estarían pensando en la posibilidad de pedir un aplazamiento de la próxima acta de inculpación del TEL para investigar la pista abierta por Nasrallah. “El ex ministro de Justicia, Bahji Tabbara, ha afirmado al diario As Safir que 'es la obligación del comité de investigación de Naciones Unidas escrutar los hechos y evidencias presentadas por Nasrallah y tomarlas en serio'. Mientras, el fiscal del Estado Saeed Mirza ha afirmado que el comité internacional está en principio comprometido a seguir los hechos y evidencias presentados por Nasrallah”.

Incluso blogueros tan influyentes como Elias Muhanna, autor de Qifa Nabki, animaba al primer ministro libanés -de vacaciones en tan crucial momento- a “agradecer a Nasrallah sus esfuerzos e inmediatamente pedir la creación de una comisión libanesa que investigue en las “pruebas materiales” de Hizbulá, como pide la organización. Si Nasrallah está fanfarroneando, Hariri podrá culparle de ello. Si no es así, Hariri no pierde nada aceptando echarle un vistazo a las pruebas”.

https://www.cuartopoder.es/elfarodeoriente/%C2%BFa-la-guerra-por-un-arbol/635

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