Barack Obama llegó a la Casa Blanca prometiendo bipartidismo y ahora tendrá que cumplirlo a la fuerza.
Como apuntaban todos los pronósticos, una nueva ola conservadora barrió en las elecciones legislativas otorgándole el poder de la Cámara de Representantes -la Cámara Baja- a la oposición. Cualquier proyecto de ley necesitará ahora el visto bueno de un gran número de republicanos, quienes durante los últimos dos años le han puesto peros a casi todo. Como premio de consolación, los demócratas conservan la mayoría -ahora mucho más débil- en el Senado, cámara cuyas reglas impiden que se haga mucho si no se goza del beneplácito de dos tercios de sus miembros.
Eso sí, a todos aquellos que quieran hacer lecturas apocalípticas basándose en estos resultados, habrá que recordarles la más reciente historia: el revés sufrido por Bill Clinton en las legislativas de 1994, dos años después de ser elegido como la nueva gran esperanza, fue incluso mayor, ya que le dejó en minoría en ambas cámaras del Congreso. Aún así, el presidente sureño logró fácilmente la reelección en 1996, consiguiendo consensos y un crecimiento económico hoy envidiable.
Le toca ahora a Obama forjar una buena relación con quien se cree será el próximo presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner. Los republicanos ya no podrán conformarse con decir "no". Los electores les han otorgado responsabilidades de gobierno, y tendrán que utilizarlas de manera inteligente si no quieren que una nueva ola electoral se lleve el terreno que ahora han conquistado.
Y no será la única tarea de esta oposición hoy obligada a ser constructiva: los republicanos tendrán que averiguar qué hacer con el grupúsculo del denominado Partido del Té (Tea Party), que este noviembre dio sus frutos electorales, pero que rápidamente podría tornarse en tumor maligno. Está por ver si las ideas de nuevos senadores como Rand Paul de Kentucky o Marco Rubio de Florida no terminan siendo excesivamente amargas para el paladar de un voto independiente que suele manejar el péndulo electoral.
Es prematuro juzgar la Presidencia Obama a menos de dos años de su comienzo. Un análisis preliminar sí indica que la expansión del gasto público y la creación de ambiciosos planes como la reforma sanitaria (que en la mente de muchos crea un nuevo derecho, el del acceso médico, en lugar de ser obligación del individuo el buscarse la vida, nunca mejor dicho) sólo gozan de la aprobación de algunos economistas de renombre, que opinan que en tiempos de recesión, cuando nadie se atreve a gastar, es necesario que sea el gobierno quien invierta y gire la ruleta de las apuestas. El ciudadano de a pie rechaza esta idea, ya que no cuadra con su mentalidad de ahorro y conservación que rige su maltrecha economía familiar.
Ahí comenzaba el enfado del personal, y se acentuaba con el trato a Wall Street. Tampoco es que Obama tuviera cómo ganar esta partida: cuando arremetía contra los ejecutivos, el bando contrario le acusaba de populista, insensible a las necesidades de los que mueven el motor de la economía nacional; cuando les ayudaba a salir del hoyo en el que ellos mismos se habían metido, la oposición gritaba que cómo se atrevía a utilizar dinero público para salvarles; y cuando intentaba regular las actividades de esta élite financiera que cree no tener que rendir cuentas a nadie, muchos sacaban la pancarta de "Obama socialista".
Hace dos años los votantes le dieron a Obama un cheque en blanco; ahora quieren que lo comparta.
Así son las elecciones.
Una cosa es estar en la oposicion sin responsabilidades de gobernar y otra cuando tienen que compartir responsabilidades para gobernar, como lo tienen que hacer los republicanos con la Camara de Representantes. Durante dos anos se convirtieron en el partido del no yde bloquear todas las medidas de los democratas. Ahora los republicanos tendran que lidiar con sus contradicciones de como reducir el deficit sin hacer recortes sociales como lo es el Medicare (seguro de salud para envejecientes) o Seguro Social para mencionar solo algunos. Tambien, como explicar el renovar el recorte de los impuestos a las clases millonarias y anadir $700 billones mas al deficit con ese recorte. Asi, en el mundo de las contradicciones tendran que gobernar los republicanos.
El peligro de que los republicanos sean ahora decisivos para sacar adelante grandes programas y leyes es que los grandes proyectos de Obama, como la reforma sanitaria o la regulación de los mercados y tiburones financieros, queden descafeinados, o mejor, desteinados.