Los egipcios se organizan en patrullas ciudadanas para defenderse de los saqueadores y el caos

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Sede central del gobernante Partido Nacional Democrático (PND) del presidente Hosni Mubarak después de que ardiera en llamas en la madrugada del sábado. / Khaled El Fiki (Efe)

Ayer, una hora antes de la medianoche, los alrededores de la Plaza Tahrir estaban bloqueados pero no precisamente por el Ejército. Patrullas de jóvenes habían colocado neumáticos a modo de obstáculos y, armados con palos, daban el alto a los coches que se aproximaban para identificar a sus ocupantes. “La policía se ha retirado, y el Ejército no está presente en este momento”, explicaba uno de los improvisados defensores del barrio ante las cámaras del canal catarí Al Jazeera. “Todos tenemos hijos y tenemos que defendernos”. No hablaba de las fuerzas de Seguridad que por la mañana hostigaban a los manifestantes con gases lacrimógenos, balas de caucho y pelotas de goma, sino de los saqueadores que están sembrando el pánico en todo el país de los faraones.

La quinta jornada consecutiva de protestas destinadas a derrocar la dictadura de Hosni Mubarak sorprendió ayer por su intensidad. Lejos de amedrentarse por la presencia del Ejército, decenas de miles volvieron a tomar las calles para renovar sus exigencias y acompañar así a los miles que, la víspera, habían desafiado el toque de queda manteniendo sus posiciones en la Plaza Tahrir.

Cuentan que, durante la noche, los militares desplegados repartieron comida y mantas. A la mañana siguiente la plaza, Liberación en árabe, amaneció tomada por los egipcios, que hicieron lo propio en otras localidades como Suez, Ismailia o Alejandría, manteniendo sus eslóganes contrarios al presidente. Eso, a pesar del centenar de muertos que se ha registrado y del más de un millar de heridos, una cifra que se eleva cada hora y que probablemente sea mucho mayor de la admitida.

El régimen amplió, ya de mañana, el toque de queda de la víspera, que pasó a durar 16 horas: entre cuatro de la tarde y las ocho de la mañana. Sin embargo, la población no se dio por aludida, y la afluencia de gente a las calles no cesó en ningún momento de la tarde.

El discurso de Hosni Mubarak en el cual anunciaba un cambio de Gobierno, considerado un mero maquillaje para salvar la cara de su régimen, indignó a los egipcios y seguramente alimentó, en lugar de aliviar, las protestas. Miles de personas se dirigieron hacia el Ministerio del Interior y trataron de asaltar el edificio, donde se produjeron combates con los uniformados que defendían las dependencias. Sin embargo, la presencia de los militares desplegados por Mubarak no parece incomodar a los manifestantes, ya que más que un papel ofensivo están adoptando un papel defensivo, animando a la población a organizarse contra los saqueos y a contribuir a la calma dentro del caos reinante.

La revuelta ha promovido la aparición de saqueadores, aunque los ciudadanos afirman que no es algo fortuito sino una estrategia del régimen para justificar la represión. En las imágenes puede verse gente asaltando edificios oficiales pero también supermercados y viviendas particulares, sobre todo las de barrios adinerados.

Especialmente trágicas han sido las imágenes del Museo Nacional de El Cairo, depositario de piezas faraónicas de valor incalculable, donde, según denunció el director del Departamento de Antigüedades cairota, Zahi Hawass, bandas de asaltadores aprovecharon la madrugada para penetrar en el recinto y asaltarlo. “Intentaron entrar en los sótanos, pero los egipcios, los buenos egipcios, y la policía turística trataron de impedirlo. Aun así, destrozaron dos momias y abrieron un sarcófago”, dijo en declaraciones emitidas por Al Jazeera. En cualquier caso, ahora las fuerzas especiales han tomado posiciones en el interior del emblemático edificio.

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La noche del viernes, ciudadanos voluntarios formaron una cadena humana para proteger el museo, entre otros edificios, sobre todo después de que el cuartel general del Partido Nacional Democrático (PND) ardiera en todo un símbolo de la desintegración del régimen. La sede del PND es vecina al Museo, que se libró de las llamas pero no de los vándalos.

Muchos manifestantes acusan al régimen de haber organizado los saqueos para deslegitimar su protesta y hacer actuar al Ejército. “Parece que todo estaba preparado. Nos castigan por pedir el cambio”, decía una manifestante en declaraciones a Associated Press. “Qué vergüenza que a Mubarak no le importe la gente. Es un régimen corrupto. (…) [Los ladrones] han sido enviados por el Gobierno. Les han sacado de prisión y les han animado a robarnos”, decía un residente de El Cairo, Namir Nashaat, citado por el diario independiente Al Masri al Yaoum: “Cuando los detenemos, dicen que les ha enviado el Ministerio del Interior”.

También desde el grupo de Facebook Todos Somos Khaled Said se advertía: "Quienes saquean son en su mayoría agentes del Gobierno y de la Policía, policía secreta y agentes de la Seguridad, en primer lugar, y en segundo ladrones y vándalos que se aprovechan del vacío creado por la retirada de la policía y la apertura de dependencias policiales".

Uno de los corresponsales de Al Jazeera relataba cómo varios hospitales, incluso recintos infantiles, habían sido víctimas de los robos. Los incendios y actos vandálicos protagonizados por los mismos individuos terminaban de componer un panorama terrible. En la localidad de Alejandría, el museo fue también atacado e incendiado. Según algunos comentarios de egipcios colgados en Twitter, el suministro de agua potable de la ciudad había sido cortado. Más de 20 cadáveres fueron grabados en la morgue de la ciudad por las cámaras de la cadena catarí.

Según un médico citado por Al Masri al Yaoum, empleado en uno de los principales hospitales de El Cairo, el balance de víctimas mortales es muy superior al admitido hasta ahora. Afirmó que la mayor parte de los admitidos como heridos son realmente muertos, y estima haber recibido más de 50 cadáveres. El doctor explicó que la munición que está siendo empleada no son balas de caucho sino munición real, lo que le lleva a pensar que las fuerzas de seguridad encargadas de la represión de las decenas de miles de protestantes tienen órdenes de matar, no de causar heridos. “Raramente vemos bolas de caucho”, afirmó en las declaraciones recogidas por el citado rotativo.

 Foto de archivo del general Suleiman durante una visita a Ramala, Cisjordania, en diciembre de 2005. / Atef Safadi (Efe)
El general Suleiman saluda durante una visita a Ramala, Cisjordania, en diciembre de 2005. / Atef Safadi (Efe)

En medio del caos, el presidente parecía hacer caso omiso a la gravedad de la crisis y designaba un nuevo Gobierno con un elemento sorpresivo: el nombramiento de un vicepresidente, el primero en sus 30 años de dictadura, en la figura de Omar Suleiman, jefe de espías y hombre fuerte del estamento militar, con una larga historia de represión. Fue él quien acabó con los grupos extremistas islámicos en los años 80 y 90 del siglo pasado, y todo parece indicar que será también él quien se ocupe de reprimir esta protesta.

Con su nombramiento, Mubarak lanza un doble mensaje: descarta por completo la posibilidad de transmitir el poder a su hijo menor, Gamal, que se perfilaba como delfín y que ayer huyó a Londres con su hermano, y según algunas fuentes, con su madre, y además hace un guiño al estamento militar. Del Ejército han salido todos los presidentes egipcios en los últimos 50 años, y Suleiman es un general respetado en la cúpula. Porque Mubarak no parece estar dispuesto a sacrificar su régimen ante la desesperada petición de su pueblo.

Pero un lavado de cara no es, precisamente, lo que buscan los manifestantes, que prometen permanecer en las calles hasta que Mubarak dimita y su régimen sea derribado. Lo repitieron los Hermanos Musulmanes, que se han incorporado a última hora a la movilización ciudadana, y también el líder opositor y premio Nobel de la Paz Mohamed El Baradei, que aspira a liderar la transición. “No creo que haya entendido el mensaje”, dijo en una entrevista con Al Jazeera. "Es hora de que Mubarak renuncie; si no, Egipto va a colapsar”.

1 Comment
  1. Mady says

    La balanza parecía inclinarse por la fuerza civíca hacia la soberíana del pueblo. El caos organizado, el arma de la desinformación y la mano de un general sin escrúpulos son malas señales, muy malas. Seguiremos en vértice del vértigo. Súdan, Yémen, etc.
    Gracias por la luz de tu gran faro de oriente.

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