¿El clan Mubarak, en Arabia Saudí?

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Mubarak, junto con su mujer, Suzanne, y su hijo Gamal, en una imagen de agosto de 2005. / Efe-Stringer

¿Hosni Mubarak, el mismo que repitió hasta la saciedad que “moriría en tierra egipcia”, ha buscado refugio en Arabia Saudí? La prensa árabe se hace eco de la información publicada por el diario estatal egipcio Al Akhbar al Yaoum el miércoles, según la cual el antiguo rais, que dimitió el pasado día 11 tras 18 días de una contestación popular sin precedentes, habría conseguido abandonar el país a mediados de febrero oficialmente para recibir tratamiento médico y extraoficialmente para sortear la prohibición de la Fiscalía egipcia de abandonar el territorio nacional.

Mubarak está actualmente en una base militar de la localidad de Tabuk y recibe tratamiento por cáncer de colon y de pancreas”, afirmaba la información citando “fuentes informadas”. “Se le está sometiendo a quimioterapia cada cinco días”. Este extremo no resultaría sorprendente ya que los problemas de salud del ex dictador egipcio son conocidos, de hecho en marzo de 2010 pasó tres semanas ingresado en un hospital de Alemania. Si bien se afirmó que había sido sometido a una operación de vesícula, siempre se ha rumoreado que el depuesto presidente sufría cáncer.

Lo más interesante es que, de confirmarse la información el diario Al Akhbar, su salida del país se produjo pocos días después de su dimisión, cuando todos le hacían en su suntuosa residencia de la localidad balneario de Sharm el Sheij, a orillas del Mar Rojo, cumpliendo con su empeño en no abandonar Egipto. Tanto el rais como su esposa Suzanne y sus hijos habrían viajado sabiendo que la Fiscalía de El Cairo congelaría sus bienes y les prohibiría abandonar el país en un momento dado, lo cual permite pensar que la familia Mubarak, cuya fortuna ha sido estimada en entre 50.000 y 70.000 millones de dólares, habrán salvado buena parte de sus fondos.

El diario ya había adelantado esa información el pasado 16 de febrero, cuando su periodista Mohamed Ali Kheir escribía que “según se ha podido saber de fuentes cercanas al antiguo presidente, Hosni Mubarak voló esta tarde hacia la ciudad de Tabuk en el reino de Arabia Saudí, y no tiene planes de quedarse allí, sino que parece hacer realizado el viaje para recibir tratamiento médico dado que su salud es muy inestable. Las fuentes indican que Mubarak podría realizar la Umrah [peregrinación] a pesar de su débil salud y después regresar a Egipto, y añaden que Mubarak ha pedido ser enterrado en Egipto cerca de su nieto Mohamed Alaa

Si se confirma, la presencia de Mubarak en Arabia Saudí consagraría al reino wahabi como refugio de dictadores y complicaría las cosas a la dinastía Saud de cara a la disidencia interna, escasa dada la enorme represión pero que ya comienza a organizar protestas mediante las redes sociales para el día 11 y el día 20 de marzo.

El presidente tunecino, Zin El Abidin ben Ali, ya encontró amparo en Jeddah en enero, como le ocurrió al dictador ugandés Idi Amin, quien se instaló en el reino con total impunidad en 1979 hasta su muerte, en 2003. Y no es que el régimen precisamente disimulara su generosa oferta: emitió un comunicado donde anunciaba oficialmente que “el Gobierno saudí ha dado la bienvenida al presidente Zine El Abidine Ben Ali y a su familia en el reino”. La única condición era que mantuviese un perfil bajo y no conceda entrevistas que pongan en aprietos al régimen, que no parece molesto por el hecho de que Ben Ali se caracterizara por la persecución de los islamistas. “Puede ser irónico para una persona que combatió el hijab [velo islámico] terminar pidiendo asilo en un estado islámico”, resaltaba el responsable del Instituto de Análisis Militar de Oriente Próximo y el Golfo, Riad Kahwaji. “Ahora su mujer tendrá que ir velada según la legislación vigente”.

La misma ironía podría aplicarse al clan Mubarak si se confirma la información de Al Akhbar, dado que el faraón se caracterizó durante su mandato por la detención de islamistas, ya fueran violentos o pacíficos, y por acabar con las células radicales que atentaron contra intereses turísticos en los años 80 y 90. Y su esposa, la primera dama Suzanne, se caracterizó por su empeño en jamás llevar el cabello cubierto por el tradicional pañuelo islámico.

Para la Red Arabe de Información sobre los Derechos Humanos, basada en Egipto, el asilo concedido a Ben Ali fue un duro golpe, ya que a su juicio el pinochet tunecino “debe ser juzgado por un tribunal de Túnez por sus crímenes cometidos contra su pueblo durante 23 años en el poder”. La ONG también advirtió al régimen saudí que se está convirtiendo en “un refugio de dictadores”.

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