La tercera victoria árabe se celebra en Gaza

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La franja de Gaza, en una imagen tomada en 2006. / Mónica G. Prieto

Primero fue Túnez, mecha de un fenómeno de insurrección popular que ya ha pasado a la Historia. Una inesperada victoria social que derrocaría a la primera dictadura árabe y que no tardaría en desplazarse a Egipto, donde otra revolución dejaría el marcador a un claro 2-0 a favor del pueblo. Pero mientras se decide el futuro de Yemen, Libia, Siria y Bahrein, focos más ardientes de una protesta democrática sin precedentes en Oriente Próximo y el Magreb, está pasando desapercibida una tercera victoria: la reconciliación palestina, exigencia de las protestas sociales que vivió Gaza y Cisjordania en las pasadas semanas y fuente de esperanza a una población atenazada entre la ocupación israelí y su propio liderazgo fallido. Sobre todo, de la población de Gaza, donde todo pasa factura.

Los territorios palestinos vivieron su propia primavera árabe con la celebración de tímidas manifestaciones -en Gaza, reprimidas por la fuerza por Hamas- donde la única exigencia era una reconciliación entre las dos principales facciones. Gritaban un basta de enfrentamiento interno, exigían que sus líderes trabajasen, por una vez, en beneficio del bien común en lugar de movidos por sus intereses económicos o por sus estrategias geopolíticas.

Mujeres en el cruce de Rafah, en 2004. / Mónica G. Prieto

Nada hacía pensar que el acuerdo fuera posible, máxime cuando el principal mediador, Egipto, ya no era el mismo que en los pasados cinco años había arreglado los encuentros casi imposibles entre Fatah y Hamas. Pero el nuevo Egipto, con un Gobierno militar temporal salido de la revolución, ha sabido hacer lo que Hosni Mubarak y su jefe de espías Omar Suleiman -encargado del dossier palestino- no lograron jamás: que las dos facciones palestinas firmen la paz.

El anuncio se hizo el miércoles pero el acuerdo se rubricará en las próximas horas. Según el mismo, las dos facciones formarán un Gobierno de unidad interino con el encargo de convocar nuevas elecciones generales.

El Cairo ha convocado a los líderes de ambos movimientos este lunes para una conferencia de tres días en los que despejar toda duda y sellar por fin la paz. Si no es frustrado antes de ser firmado, el acuerdo implica varios cambios. Por un lado, es visto como una amenaza para Israel, que vuelve a perder su posición de fuerza en la mesa de negociaciones -esa gran entelequia- ante un Gobierno palestino que esta vez sí representará a todo el pueblo y podrá negociar en nombre del mismo sino de su Estado, que comienza a ser reconocido desde diferentes lugares del mundo. La reacción, además de las críticas y del anuncio de que no serán posibles negociaciones de paz con el nuevo Gobierno palestino que salga del acuerdo, ha sido congelar la entrega de tasas arancelarias que Israel cobra en nombre de los palestinos y que ascienden a 88 millones dólares mensuales, más de 1000 millones de dólares anuales, un tercio del presupuesto con el que cuenta la Autoridad Nacional Palestina.

La medida es ilegal pero no es nueva, y nunca ha recibido críticas internacionales: Israel ya congeló con total impunidad los impuestos sobre las importaciones que cobra en nombre de los palestinos cuando Hamas ganó las elecciones de 2005. Las autoridades palestinas advierten, de nuevo, que Tel Aviv no tiene derecho a tocar dichos fondos.

Otra de las consecuencias es el revés que supone este acuerdo para la política de Estados Unidos, como señala Aaron David Miller, ex negociador nortemaericano para la paz de Oriente Próximo y actual experto del Centro Woodrow Wilson. “Los palestinos han hecho algo que nos deja en una posición inadmisible. La cuestión es saber si podremos discutir con un Gobierno que incluya ministros de Hamas”, señala. El Movimiento de Resistencia Islámica -Hamas en su acrónimo árabe- es considerado organización terrorista por EEUU y la UE entre otros. Parece claro que hay que olvidar cualquier resurrección de las conversaciones israelo-palestinas convocadas por Washington en septiembre, y que acabaron bruscamente cuando Israel se negó a renovar el congelamiento de los asentamientos judíos en territorio palestino y los palestinos se retiraron. Benjamin Netanyahu llegó a decir que era “inaceptable” que le exigieran paralizar las colonias en Cisjordania.

Una mujer en el puesto de Rafah ante de un miembro de la misión europea de control fronterizo. / M. G. P.

Este sorpresivo acuerdo demuestra que Washington ya no es considerado un agente necesario en Oriente Próximo, sobre todo en la cuestión israelo-palestina, al menos por parte de los árabes. Se rumorea que Turquía, consagrado ya como mediador regional, tomó una enorme iniciativa en la aproximación entre palestinos y Egipto está adquiriendo un peso mucho mayor del que tuvo con Mubarak, sobre todo de cara a las poblaciones árabes. El pasado viernes, el ministro interino de Exteriores, Nabil al-Arabi, anunciaba en declaraciones a Al Yazeera que la frontera entre Gaza y Egipto será abierta de forma permanente aunque regulada en los próximos días, y describió la política anterior de Egipto hacia los palestinos de la franja -a quienes mantuvo encerrados por petición israelí incluso durante los peores ataques contra Gaza- como “vergonzosa”.

La franja llevaba cerrada desde 2006 en un intento de ahogar al Gobierno de Hamas, en exclusivo control desde la guerra civil de Gaza que terminó con la expulsión de Al Fatah de la misma. La razón oficial era impedir la entrada de armas; la real, aniquilar la economía -aún a costa de crear una crisis humanitaria, la primera creada por Occidente, como la llegó a describir un enviado de la ONU- del pequeño territorio. Y lo consiguieron, pero nunca se debilitó al movimiento islámico: sólo a la población. Tras el anuncio de que el paso será reabierto, los israelíes no han escondido su “inquietud” sobre el futuro.

La medida ha sido acogida con alborozo no solo entre los palestinos sino en toda la región. “Nada ejemplifica mejor los cambios políticos que la decisión sobre el bloqueo de Gaza”, escribía en un editorial Arabnews, diario saudí online. “El actual Gobierno egipcio puede ser sólo interino, pero está implantando no sólo el mayor cambio de la política exterior del país en las tres últimas décadas sino iniciando cambios que impactarán en Egipto y en toda la región en los años venideros”. No sólo son los palestinos: Egipto también está normalizando su relación con Irán, inexistente con Hosni Mubarak, que consideraba al régimen de los ayatolás su principal enemigo regional.

Y parece que la apertura de Rafah es solo el inicio: el domingo, El Cairo pidió a Washington que reconozca el estado palestino y organice una conferencia internacional de paz. “Estamos abriendo una nueva página”, decía al New York Times la embajadora Menha Bajum, portavoz del Ministerio de Exteriores egipcio. “Egipto está retomando un papel que abandonó”.

1 Comment
  1. Odinson says

    Qué guay!

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