Elecciones en Turquía: Erdogán, ante la hora de la verdad

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Erdogán y su esposa Emine saludan, anoche, a los seguidores del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) durante el acto de celebración celebrado en la sede de la organización, en Ankara. / Tolga Bozoglu (Efe)

Debido al peculiar sistema electoral turco, el AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo) ha vuelto a obtener más escaños de los que corresponderían de acuerdo con los votos conseguidos. Sin embargo, esta desproporción –casi el 60 por ciento de los escaños con el 50 por ciento de los votos- no va a ser tan escandalosa como en las dos ocasiones anteriores: el año 2002, con el 34 por ciento de los votos, obtuvo el 66 por ciento de los asientos en la Asamblea Nacional; y en el 2007, con el 46,5 por ciento de las papeletas ocupó el 62 por ciento de los parlamentarios.

Pero, dejando a un lado la legitimidad democrática de tal reparto, se puede decir que la nueva cámara legislativa representará a la compleja realidad de Turquía, colocando, valga la expresión, “las cosas en su sitio”. Por una parte, las elecciones del domingo reconocen el arrollador triunfo del Gobierno de Tayip Erdogán en casi todo el país, a excepción del Kurdistán y de algunas zonas turísticas del Mediterráneo. Por otra parte, los resultados no le dan al islamismo moderado del AKP carta blanca para hacer a su imagen y semejanza los cambios constitucionales prometidos.

En este gran reto, el Gobierno se ha quedado muy lejos de los dos tercios imprescindibles (367 sobre 550)  para modificar la Carta Magna sin necesidad de convocar un referéndum que ratifique los cambios; además, tampoco ha logrado los 330 (ha obtenido 326) necesarios para reformarla con el requisito de realizar después la consulta popular que los revalide.

Sean cuales sean sus auténticas intenciones –democratización o islamización-, el AKP no tendrá más remedio que buscar el apoyo de otro grupo parlamentario. Es aquí donde a Tayip Erdogán se le presenta la gran oportunidad de crear un nuevo marco de convivencia en el que quepan las cuatro grandes opciones políticas de Turquía, representadas, con mayor o menor justicia, en el Parlamento.

Además del islamismo moderado actualmente en el poder, en la Asamblea Nacional de Ankara tendrá una fuerte presencia la socialdemocracia laica y kemalista del CHP (Partido Republicano del Pueblo), que, con 135 escaños, ha pasado del 20 al 26 por ciento de los votos. También ha entrado la extrema derecha otomana del MHP, siempre presente en Turquía, que ha superado la barrera del 10 por ciento, consiguiendo 53 diputados. Finalmente, los candidatos apoyados por el Partido de la Paz y la Democracia (BDP) han pasado de 20 a 36, reforzando así las reivindicaciones kurdas de una democratización sin reservas que acepte los derechos políticos y culturales de este pueblo.

Con estos resultados, Erdogán no tendrá las manos libres pero sí bazas para lograr ese nuevo marco de convivencia que consolide los buenos resultados económicos de su gestión, aleje la amenaza del golpismo y ponga fin al grave conflicto kurdo. Siempre dentro de la unidad nacional y con unas fuerzas armadas más neutralizadas que nunca, el actual primer ministro no debiera olvidar que, incluso dentro de sus votantes, hay muchos turcos contrarios a la islamización de la sociedad que le apoyan por unos buenos resultados económicos (un crecimiento del 9 por ciento el año pasado).

El respeto a estos sectores liberales de su electorado, que creen sinceramente en sus promesas de democratización, a las empresas que están dinamizando la economía, a los jóvenes y mujeres amantes de la modernidad… será fundamental en la legislatura que ahora comienza. El AKP, pese a su claro dominio parlamentario, no puede legislar contra más de la mitad de la población.

Tampoco puede, como ha hecho hasta ahora, pasar por alto que ha fracasado en su intento de que la población kurda abandone su apoyo a las guerrillas del PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) y regrese al redil de la religión. Como ya ocurrió en las municipales de 2009, los kurdos, a la hora de elegir entre sus derechos nacionales y el islam, han optado por los primero. Tampoco se podrá alcanzar una auténtica estabilidad si esas reformas constitucionales no incluyen algún tipo de autonomía local o provincial en la región kurda.

A Erdogán, por lo tanto, le ha llegado la hora de la verdad; es decir, en estos próximos cuatro años, tiene su última oportunidad para demostrar si, como ha reiterado en tantas ocasiones, quiere llevar a Turquía hacia un sistema democrático que haga compatibles islam y democracia, o si, como le acusan sus detractores, tiene una “agenda oculta” para avanzar, lenta pero progresivamente, hacia la aplicación de la charia.

3 Comments
  1. kawekurd9 says

    A pesar del sistema electoral altamente proscriptivo (que permitió más de una vez alzarse con «el santo y la limosna » a la primera minoría, recalco lo de minoría). Al menos hay un motivo para alegrarse por el notable crecimiento de los representantes kurdos , siempre y cuando los dejen ejercer su lugar en el Parlamento, de cualquier forma son necesarios para un acuerdo.Por eso no creo en la implementación de la shariá (sean cuales fueran las intenciones de Erdogan ) pues se arriesga a un fracaso similar al de la prohibición del consumo de bebidas alcohólicas para menores de 25 años.
    En cuanto al laicismo del CHP tengo mis dudas , pero que lo presida un kurdo alevi es algo para considerar seriamente.En fin, esperemos que para todos los pueblos y religiones haya llegado su momento , por la puerta grande. Sino los kurdos y demás pueblos y religiones marginadas deberán forzar la puerta y entrar por la ventana. Algo que ninguna persona con dos dedos de frente desea, si no todo lo contrario.

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