Nasrallah: "No conseguirán detenerlos ni en 30, ni en 300 ni en 3.000 días"

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Clientes de una cafetería de Beirut siguen, ayer sábado, el discurso de Nasrallah por televisión. / Wael Hamzeh (Efe)

El líder de Hizbulá, Hassan Nasrallah, tiene acostumbrados a sus seguidores y detractores a grandes discursos. Discursos largos, razonados, apasionados y a menudo apasionantes, con un objetivo siempre calculado. El objetivo del discurso pronunciado anoche en algún lugar del Líbano y retransmitido a todo el país por televisión era deslegitimar a la institución internacional que acusa a cuatro miembros del Partido de Dios de estar relacionados con el magnicidio del ex primer ministro libanés, Rafic Hariri, asesinado el 2005 con un camión bomba junto a otras 22 personas. Y de esa forma, eximir a su grupo del crimen. Una vez más, al menos logró sembrar dudas.

No le resultó difícil porque Hizbulá ha hecho bien sus tareas. Nasrallah comenzó recordando otro discurso en el que presentó ciertas pruebas -grabaciones de aviones espía israelíes, fotografías, documentos- que relacionaban a Israel con el magnicidio. Lo hizo cuando su organización ya era vinculada por la prensa con el atentado, poniendo en entredicho la confidencialidad que se le presume a toda investigación judicial, máxime cuando se trata de un asunto tan sensible como la muerte de un mandatario internacional. Y aquellas pruebas nunca fueron investigadas por el Tribunal Especial para el Líbano, creado por el Consejo de Seguridad para indagar el atentado, la primera corte internacional que se crea para dilucidar la muerte de una sola personalidad política.

Echó en cara Nasrallah que aquellas pruebas fueran ignoradas, lo que le sirve para argumentar que Israel y las grandes potencias occidentales manejan la corte penal con objetivos políticos. Más concretamente, dañar a su formación."El verdadero objetivo del Tribunal es dañar la imagen de la Resistencia y crear divisiones, una guerra civil entre chiíes y suníes del Líbano", dijo. Pero el resto de revelaciones de la noche se antojaban, minuciosamente acompañadas de imágenes, grabaciones o documentos, mucho más graves: el líder de Hizbulá arremetió contra los cimientos del Tribunal, contra sus integrantes -de los asesores hasta el propio presidente de la corte, Antonio Cassese-, contra sus relaciones con otros países y contra su forma de actuar.

Esto último ya es conocido: testigos falsos, detenciones de cuatro generales que terminaron siendo eximidos tras casi cuatro años en prisión sin que se hayan pedido siquiera disculpas, el uso de pruebas circunstanciales... Menos conocidas -si bien conocidas- son las acusaciones de que una parte de los investigadores de la comisión estaba vinculada a varios servicios de Inteligencia internacionales, o que Gerhard Lehmann, viceresponsable de dicha comisión -previa al Tribunal, que se constituyó en 2007- vendió el sumario provisional del caso en tierras libanesas. Pero anoche Nasrallah mostró un vídeo de Lehmann recibiendo un fajo de billetes y deleitándose con su tacto. Una imagen algo más que comprometida para un hombre que representa a la Justicia internacional, al que se debe presumir recto. "Hizo decenas de miles de dólares vendiendo documentos de la investigación. Si alguien le hubiera dado cinco millones, 10 millones para redefinir la investigación ¿no lo habría hecho?".

Era un mero adelanto de lo que Nasrallah pensaba mostrar. Según el líder chií, el Tribunal desestimó investigar a Israel porque "colabora con Israel". "El día que se creó el Tribunal [dos años después de que comenzase a funcionar la comisión de investigación] todo salió por el puerto de Beirut. El equipo de investigadores, su material... Todo, menos 97 ordenadores que fueron transportados a Israel". Lo vendría a demostrar un documento mostrado, aparentemente sellado por la autoridad aduanera israelí, según el cual en el país entraban 97 ordenadores vía Naqoura, la frontera libanesa controlada por FINUL: según el líder del Partido de Dios, son los equipos que utilizó la comisión durante su misión de recogida de pruebas. Tras ello, nombró a media docena de asesores del comité de investigación o del tribunal presuntamente vinculados a servicios de Inteligencia occidentales. Uno de ellos, Robert Bear, presunto agente de la CIA durante años, presumía en una grabación emitida durante la alocución de Nasrallah de llevar años intentando cazar a Imad Mughniyeh, jefe de operaciones de Hizbulá, en territorio libanés. "Algunos son espías, otros conspiradores, otros asesinos... ¿Es ese un equipo cualificado para investigar el asesinato de Rafic Hariri?"

El líder de Hizbulá condenó las filtraciones de las conclusiones parciales del tribunal, que llevan marcando la investigación desde un inicio. "Se supone que el proceso debe ser secreto. ¿Qué ha quedado de ese secretismo cuando se filtran las acusaciones? Acceder a las actas de acusación parece depender de la corrupción: si tienes dinero puedes conocerlas". Puso como ejemplo que, justo cuando una comisión del Tribunal presentaba al fiscal general libanés el acta de acusación, los nombres que ésta contenía ya circulaban en algunos medios y en la boca de algunos adversarios políticos.

"Pero deje que los acusados demuestren su inocencia, eso no es problema. No lo sería si el Tribunal fuese legítimo. Pero resulta que ni el presidente ni el fiscal son neutrales ni objetivos". Al fiscal general, Daniel Bellemare, le acusa de haber trabajado para anular la orden internacional de arresto contra uno de los falsos testigos de la investigación -Mohamed Zoheir al Siddiq- porque varios investigadores "estaban involucrados". Al presidente del Tribunal, Antonio Cassese, le dedicó un vídeo y un documento firmado por el propio juez italiano, que ya trabajó en la corte para la antigua Yugoslavia. En el vídeo, captado en la Conferencia de Herzeliya de 2010, se le presenta como "un gran amigo de Israel"; en el papel se puede leer cómo glosa el respeto de Israel "por los Derechos Humanos", lo que a su juicio le diferencia del resto de países de Oriente Próximo, y describe las operaciones armadas palestinas como "terroristas" justificando las respuestas militares de Israel.

Todo este ejercicio de descrédito para oscurecer, un poco más, una institución internacional que no parece tener el nivel que cabe esperar y para alegar que su investigación es "una arma política" destinada a acabar con el Partido de Dios y programada para minar al nuevo Gobierno libanés, donde Hizbulá juega un papel mucho más importante que en Gabinetes anteriores. Y dos avisos: el primero, que los cuatro miembros de Hizbulá acusados no terminarán en La Haya. "No conseguirán [detenerlos] ni en 30 días, ni en 300 ni en 3.000", dijo en referencia al plazo del Tribunal según el cual se podrá iniciar un juicio in absentia si en dos meses no son capturados. Es poco probable que se comprometa la paz social libanesa por esas cuatro cabezas, pero si se intenta lo más seguro es que ya hayan desaparecido del país, sino de la región. El segundo, que no habrá fitna entre suníes y chiíes del Líbano a costa del magnicidio de Hariri.

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