Masacre antes de Ramadán

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Cerrando el paso a los periodistas, la dictadura siria pretendía que ésta fuera una revuelta sin imágenes. Y por tanto, una represión sin testigos. Pero cada ciudadano tiene un teléfono móvil y eso le convierte en testigo y notario de lo que ocurre cada vez que graba las protestas, los golpes, los bombardeos, los arrestos y los crímenes y los cuelga en la red. A veces les lleva toda la noche hacerlo. Pero cada día, nuevos vídeos demuestran la desproporción de un régimen que hace cinco meses declaró la guerra contra su propio pueblo por tener la osadía de libertad.

Ayer fue un punto de inflexión en esta revolución sangrienta de la que nadie quiere oír hablar. Las tropas del régimen recibieron la orden de asaltar Hama, donde cada viernes decenas -sino centenares- de miles de personas exigen la caída del régimen. Ocurre en otras muchas ciudades -las protestas crecen en número, intensidad y extensión- pero Hama es muy especial, porque en 1982 se produjo una rebelión islamista contra la dictadura baazista y ya fue reprimida por el padre del actual déspota. Hafez el Assad envió a sus tropas y carros de combate, que bombardearon la ciudad de 800.000 habitantes sin piedad matando a entre 10.000 y 20.000 personas.

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Apenas hubo críticas en el exterior porque no hubo imágenes. En el interior, a los propios sirios les costó creerlo. Pero tampoco les extrañó la sangrienta respuesta de la dictadura. Ni la han olvidado con el transcurso de los años. Por eso, en esta ocasión, las manifestaciones en Hama fueron especialmente nutridas y por eso el régimen decidió, hace un mes, no actuar como en el resto de las localidades insurrectas -a cañonazos- sino cercar la villa y esperar a la espera de acontecimientos. Atacarla habría implicado un mayor levantamiento de la población en el interior y mayores críticas en el exterior.

Pero su pasividad fue contraproducente. Hama quedó en manos de los civiles insurrectos. Improvisaron puestos de control con los que impedir la entrada de cualquier elemento armado, civil o militar, y se autogestionaron sin mayor problema, demostrando a otras ciudades que es posible la vida más allá del control de Damasco. Una lección que el régimen no estaba dispuesto a tolerar, máxime cuando hoy comienza el mes sagrado de Ramadán y se esperan concentraciones nocturnas cada jornada, no sólo los viernes como hasta ahora.

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"El régimen está enviando un mensaje", repetían los responsables de las ONG sirias mientras constataban ayer el horror de la represión en Hama y otras ciudades. Aprovechó las primeras horas del domingo para enviar a sus carros de combate a las calles de la ciudad mártir, que abrieron fuego desde todas direcciones, de forma indiscriminada, según explicaban médicos desbordados en hospitales sin recursos por el cerco a los grupos de activistas que difunden la revuelta en las redes sociales. La operación dejó más de un centenar de cadáveres, y de forma simultánea se atacaron otras ciudades como Daraa, Deir az Zor o varios suburbios de Damasco y localidades próximas: casi 150 muertos en total según las ONG.

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Es la primera vez en estos cinco meses que se producen tantas operaciones militares simultáneas. "El régimen están entrando en pánico", atestiguan los activistas. El miedo es que en Ramadán quede en evidencia su inferioridad cuando las protestas sean diarias. Si hasta ahora sólo había manifestaciones los viernes es porque sólo durante el rezo están permitidas las concentraciones de personas en Siria. Esa es también la explicación de que siempre arranquen de las mezquitas. Pero en el mes sagrado, hay rezo nocturno antes de la ruptura del ayuno. Algunos sirios destacan que este año los rezos serán más masivos que nunca, porque creyentes y no tan creyentes acudirán a los templos para sumarse al levantamiento contra Assad.

El rais teme Ramadán, porque la sangre musulmana derramada en mes sagrado convierte a las víctimas en mártires y porque a otras naciones árabes les costará ignorar las matanzas ante sus poblaciones. Pero eso no le disuadirá de continuar la masacre, ni a los sirios de proseguir el alzamiento. Bashar lo tiene todo por perder, y Siria mucho que ganar.

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