La vida sigue casi igual (II)

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Los matrimonios Obama y Bush pasean por la piscina norte del Memorial Nacional 11 de Septiembre, ayer domingo, antes del inicio de la ceremonia oficial de conmemoración. / Samantha Appleton (whithehouse.gov)

Nueva York ya tiene parque conmemorativo para recordar los muertos en los atentados del 11 de Septiembre. Mientras los familiares de las víctimas volvían un año más a leer en alto sus nombres, también pudieron por primera vez verlos y tocarlos, al borde de las dos piscinas bautizadas con el nombre de "reflejando la ausencia". Nunca se pudieron identificar restos de más del cuarenta por ciento de los fallecidos. De ahí el simbolismo de esta ceremonia para miles de familiares que sin un funeral o una tumba que visitar nunca pudieron ponerle cierre emocional a este trágico episodio.

Tampoco la herida del país parece haber cicatrizado. Si bien la fotografía de George W. Bush y Barack Obama juntos por primera vez en la Zona Cero pudiera simbolizar para muchos el antes y el después de la política estadounidense , los datos demuestran un cambio de forma, pero no de fondo. Y a veces ni eso.

Porque si Bush hablaba de "cruzada", alimentando aún más el conflicto religioso, Obama comenzaba su discurso de recuerdo en la noche del domingo con un cita bíblica, del libro de Salmos: "El llanto puede durar una noche, pero la alegría viene al amanecer". Ambos, eso sí, se esforzaron siempre en aclarar que el país no estaba en guerra con el Islam.

"Como neoyorquino", escribía mi colega Ehab Zahriyeh, periodista independiente, en Twitter este domingo, "nunca olvidaré el 11 de Septiembre. Como árabe musulmán americano recuerdo la tragedia lenta constante los meses y años que siguieron". "El mundo entero recuerda el 11 de Septiembre. Sólo deseo que nosotros, estadounidenses, recordáramos sus tragedias también", añadía antes de pedir el recuerdo del 11 de Septiembre de 2001, 7 de Octubre de 2001 y 20 de Marzo de 2003 -los atentados en Estados Unidos, la invasión de Afganistán y el comienzo de la guerra de Iraq- tres fechas tejidas en el tapiz de la historia de manera torpe y absurda.

Nueva York, Washington y Shanksville recordaban este domingo las vidas de casi tres mil personas mientras quedaban en el olvido las muertes de cientos de miles en otras partes del mundo, también víctimas inocentes de un conflicto del que nunca fueron parte ni entendieron.

Obama continuaba el domingo con el discurso de liberación:

"Nuestras tropas han estado en tierras desconocidas para muchos estadounidenses hace una década -de Kandahar y Kabul a Mosul y Basara. Pero nuestra fuerza no se mide por nuestra habilidad de permanecer en estos lugares; viene de nuestro compromiso de dejar esas tierras para liberar pueblos y estados soberanos, y nuestro deseo de pasar de una década de guerra a un futuro de paz".

Diez años después, sin embargo, Estados Unidos sigue siendo incapaz de abandonar Afganistán, país violento, corrupto e inestable; tuvo que hacer una incursión en Pakistán, supuesto aliado, para matar finalmente a Osama bin Laden; y si bien ya salieron las tropas de combate de Iraq, la presencia militar estadounidense en esa nación no tiene fecha de caducidad.

Además, en ascenso, el número de incursiones secretas en diferentes países, de ataques con aviones no tripulados y de asesinatos selectivos. La promesa de cierre de la prisión de Guantánamo, imposible de cumplir.

Una década más tarde, los estadounidenses siguen consumiendo el discurso maniqueo de buenos y malos, de nosotros contra ellos, encerrados en una narrativa simple e incompleta; mirándose el ombligo, ajenos a lo que de verdad ocurre más allá de sus fronteras, aún desconociendo el lugar de aquel trágico día en el orden natural -o más bien salvaje- de la historia.

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