Israel se enfrenta a uno de los años más decisivos de su Historia. Las revoluciones árabes han terminado con la escasa estabilidad de la que disfrutaba -Egipto se plantea revisar los acuerdos de paz tras un asalto popular contra la Embajada israelí, la legación en Jordania es escenario de manifestaciones que exigen la ruptura de relaciones, el régimen sirio, con quien cohabitaba pese a estar en estado de guerra por interés de ambos, se tambalea y Turquía, hasta el asalto de la flotilla socio clave en la región, le da la espalda- y ahora la cuestión palestina se le va de las manos. El inmovilismo de un proceso de paz siempre a merced de la voluntad de Tel Aviv ha acabado con la paciencia incluso del presidente en funciones palestino, Mahmud Abbas -Abu Mazen-, cuyos mandatos se habían caracterizado por sus concesiones hacia Israel y Estados Unidos y su lucha interna contra los islamistas de Hamas, ganadores de las últimas elecciones palestinas.
De cara a su población, Abu Mazen sacrificaba la causa común para proteger sus intereses individuales y los de Washington. Su estrategia era bajar la cabeza ante las humillaciones, mirar hacia otra dirección cada vez que se inauguraba una nueva colonia en territorio palestino, mostrarse ausente ante cada sangrienta ofensiva contra Gaza y someterse a las decisiones israelíes sin apenas reaccionar.
Hasta que decidió adoptar un paso en otra dirección: la petición del reconocimiento del Estado palestino ante Naciones Unidas, que de ser aprobado cambiaría drásticamente los términos del conflicto obligando a emprender negociaciones de igual a igual -de Estado a Estado, no de Estado a entidad o de Estado a territorio- y obligaría a Israel a asumir las consecuencias de la ocupación militar sobre otro país. Además, la nueva categoría de Palestina le permitiría acceder a organismos internacionales y desde allí combatir con las leyes contra su enemigo, denunciando potenciales crímenes de guerra israelíes y actuando en base a sus resoluciones.
El Consejo de Seguridad de la ONU, ante el cual presentará Abu Mazen su propuesta -en lugar de hacerlo ante la Asamblea General, donde goza del apoyo de más de dos tercios de la cámara lo que le garantiza la victoria pero donde no obtendría el estatuto de Estado pleno que busca- no aceptará su propuesta. Estados Unidos, firme aliado de Israel aunque eso le entierre políticamente en un Oriente Próximo que ya no es el mismo de hace un año, ha anunciado que usará su derecho a veto para impedirlo. Es posible que, de suceder, lo lleve ante la Asamblea, cuyas decisiones no son vinculantes. De cualquier forma, una vez declarado Estado -es posible que allí se le conceda la misma fórmula que Vaticano, de Estado observador.
¿Qué sentido tiene entonces presentar una propuesta destinada a morir antes de nacer salvo granjearse las simpatías de la comunidad árabe, que no tiene precisamente buena opinión de una Autoridad Palestina caracterizada por la corrupción? Destacados comentaristas, activistas y expertos se han pronunciado contra la iniciativa de Abu Mazen. Para Ali Abunimah, cofundador del portal Electronic Intifada, autor de Un país, una propuesta clara para terminar el impass israelo-palestino y asesor de la red política palestina Al Shabaka, "la estrategia, enferma desde su concepción, complica en realidad las cosas ampliando los fallos del proceso que pretende reemplazar. Primero excluye a los palestinos del proceso de toma de decisiones. Y segundo, desconecta completamente el discurso sobre el Estado de la realidad. La oposición, y es mucha, deriva de tres fuentes: la vaga propuesta puede llevar a consecuencias inesperadas; persiguiendo el establecimiento de un Estado por encima de todo pone en peligro los derechos de los refugiados y la Autoridad Palestina no tiene mandato democrático para actuar en nombre de los palestinos o apostar sobre sus derechos y futuro".
Organizaciones como Stop The Wall, Boycott National Committee -la campaña global liderada por ong palestinas para el boicot y las sanciones a Israel- o Palestinian Youth Movement se han mostrado "firmemente en contra" de la propuesta de Abu Mazen, haciendo hincapié en que una declaración unilateral -que no cuenta con el refrendo de los palestinos, quienes ni siquiera conocen el contenido de la propuesta: sólo se sabrá el viernes ante la ONU- implica la cesión del 78% de la Palestina histórica capturada por Israel en 1948. La resolución 181 de 1947 obligaba al establecimiento de Estados, y al israeli se le concedía el 56% del territorio, es decir, notablemente menos del que implican las fronteras de 1967.
Eso no supone un problema serio. Incluso la extremista Hamas ha afirmado en varias ocasiones que estaba dispuesto a negociar sobre las fronteras de 1967, las mismas en las que Abu Mazen pretende declarar su Estado. Sí es inquitante para las ONG que los palestinos que habitan en Israel y los refugiados y sus descendientes -casi cinco millones de personas hacinadas en países vecinos- quedarán sin representación y sin un futuro claro.
El reconomiento de Palestina crearía de facto dos estados étnicos -uno judío y otro árabe- que impediría el regreso de los refugiados a las tierras que queden del lado israelí. Y muchos ven tras ello la traición a la comunidad de expatriados. Ironías históricas: la propuesta de reconocimiento de Estado ha sido bautizada Palestina 194 dado que, de hacerse realidad, sería el Estado número 194 de Naciones Unidas. Da la casualidad de que la resolución 194 del Consejo de Seguridad es la que garantiza el derecho al retorno de los refugiados palestinos.
La fórmula también pondrá fin a la idea de un solo Estado laico para ambos pueblos, una fórmula de paz defendida por muchas ONG y por destacados intelectuales. A estas quejas se añade otra muy legítima: ¿tiene competencias para lanzar semejante propuesta el presidente palestino, cuyo mandato venció en enero de 2009 sin que haya convocado elecciones o cedido el poder al presidente del Parlamento para que éste llame a las urnas, como contempla la Ley Básica palestina? Abu Mazen es visto por muchos como un líder sin legitimidad, empezando por el movimiento islamista Hamas, cuyo líder Ismail Haniya, primer ministro de facto en Gaza, ha anunciado que no apoya la propuesta de reconocimiento de Estado si bien no hará nada por evitar que sea presentada. E incluso si hubiese sido bendecido por los votos sería cuestionable que pudiera tomar ese tipo de decisiones sin el aval del Parlamento palestino o al menos de la dirección de la Organización para la Liberación de Palestina. "Ningún líder palestino tiene mandato para infringir los derechos nacionales palestinos, como ningún actor tiene mandato para realizar concesiones sobre la tierra palestina o sobre los derechos palestinos, y por encima de todos ellos sobre el derecho al retorno", ha dicho Haniya.
¿Cambiará la situación sobre el terreno el hecho de que la Asamblea -o incluso el Consejo de Seguridad, una posibilidad remota por no calificarla de imposible- declare el Estado de Palestina? En absoluto. Gaza seguirá sitiada por tierra, mar y aire y Cisjordania permanecerá convertida en un sarpullido de batustanes, mientras que Jerusalén Este seguirá ocupado por Israel. Las conversaciones seguirán estancadas, los colonos israelíes -unos 600.000 por el momento- seguirán edificando en tierra palestina mientras su Gobierno lo permita -nunca ha dejado de hacerlo- y las ofensivas militares quedarán impunes.
¿O no? La única consecuencia efectiva será que en teoría Palestina podrá denunciar ante organismos internacionales los crímenes de guerra -asentamientos incluidos- pero como muchos denuncian también lo ha podido hacer antes y no ha querido hacerlo. La Autoridad Palestina, que no es parte del Tratado de Roma -el mismo que creó la Corte Penal Internacional- sí reconoce la jurisdicción de ésta desde 2009. Aunque hay mucha discusión legal sobre si puede o no acogerse, lo cierto es que el Tribunal Internacional de Justicia -principal organismo jurídico de la ONU- se pronunció, por ejemplo, sobre la ilegalidad del Muro erigido sobre las ciudades cisjordanas exigiendo su inmediato derribo al considerarlo ilegal -un punto en el que coinciden resoluciones de Naciones Unidas ignoradas por Tel Aviv- sin que ello tuviese consecuencias.
Al menos, de ser reconocidos como Estado sí podrán solicitar investigaciones que constaten crímenes de guerra aunque luego la impunidad que suele rodear a Israel gracias a la colaboración de sus socios occidentales permita que las conclusiones se diluyan como agua.
¿Se trata entonces de una declaración de intenciones, de la constatación de la esteril relación que mantiene con dos socios que no quieren la paz sino hechos sobre el terreno que entierren para siempre el futuro del Estado palestino? ¿Ha decidido Abu Mazen emplear sus últimos años en enderezar una carrera cuestionable para pasar a la Historia por su lucha por la causa palestina en lugar de por su sumisión al enemigo? La iniciativa casi podría encuadrarse en el contexto de las revoluciones árabes, de esa marea humana ansiosa por justicia y dignidad y cansada del pan y del lamentable circo de intereses que le ofrecen líderes manejados desde el exterior.
Entonces, ¿a qué viene la preocupación de Estados Unidos, Israel y el Cuarteto -institución formada por EEUU, la ONU, la UE y Rusia- que intenta evitar con todos los medios que se reconozca el Estado palestino? Según el profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Oxford y reconocido experto en el conflicto, Avi Shlaim, el miedo radica al cambio del status quo. "Están histéricos porque hasta ahora, en los últimos 20 años, lo hicieron todo a su manera. Había un proceso de paz auspiciado por EEUU, que llevaba despacio hacia ninguna parte, mientras Israel aplicaba su agenda expansionista pretendiendo estar implicada en el proceso de paz", explicaba a Al Jazeera. "Esto se ha acabado. Ya no podrán seguir fingiendo".
Sea como sea, el fondo de justicia de su iniciativa -como decía el político y activista Mustafa Barghouti, "es impensable que Sudán del Sur sea un Estado y Palestina no"- es inequívoca y así lo ven los árabes. De ser el único, el veto de Estados Unidos contra una propuesta tan básica sólo le dejará en evidencia una vez más, radicalizando a la población de Oriente Próximo contra Washington e Israel, cada vez más aislados tras las revueltas sociales que están devolviendo, progresivamente y con sangre, el poder al pueblo. Como explica Robert Fisk en el Independent,"en el nuevo Oriente Próximo, entre un despertar árabe y la revuelta de pueblos libres por la dignidad y la libertad, este voto de la ONU [...] constituye una suerte de bisagra: no sólo una vuelta de página, sino el fracaso del imperio".
¿Y qué hacemos si no Mónica? ¿Esperar otros 20 años? Un Estado para judíos y musulmanes defendido por muchas organizaciones e intelectuales? Tú conoces ben Palestina, sabes que hoy es imposible. Dentro de 50 años, quizá. PEro hoy, dos Estados, que es lo que apoya la inmensa mayoría (también conoces las encuestas, estoy seguro). Y Hamás no lo apoya pero no hará nada por impedirlo: ¿no significará que está de acuerdo pero se distancia de Abu Mazen por si se la pega y para seguir teniendo el apoyo de las bases? Esto es una brecha en el statu quo, como bien dices al final, lo cual es importantísimo. Apoyémoslo, no hay más que ver el miedo que tienen los aliados israelíes y el apoyo internacional que tiene la creación del Estado Palestino en el mapa que adjuntas.
Saludos
Completamente de acuerdo, David. Creo que hay que plantear y apoyar esa iniciativa tan justa pero también que hay que saber qué va a implicar para la vida de los palestinos. Impedir que se creen falsas expectativas y recordar que es solo el inicio de un camino que hay que apoyar fuera. No tengo ninguna confianza en los líderes palestinos, como no la tienen según las encuestas la mayoría de los palestinos, y es razonable dudar de cómo van a utilizar el nuevo estatuto -sea cual sea- y cómo va a repercutir en su gente. Creo que hay que saber todos los matices para entender qué va a implicar la propuesta de Abu Mazen -sea cual sea- y qué va a significar para el mundo el hecho de que EEUU se oponga de plano a una cuestión que es de mera justicia.