Entre ganado, fútbol y clases de español

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Los alumnos se afanan sobre una mesa de ping pong ante las explicaciones del teniente Navarro. / Mónica G. Prieto.

BURJ AL MULUK (SUR DEL LIBANO).- En la desgastada pizarra blanca que cuelga de la pared, un árbol genealógico a base de muñegotes explica visualmente de qué miembros se compone una familia. Al lado de cada dibujo aparece el nombre que recibe la figura en español, pero el teniente Ignacio Navarro no deja lugar a que sus alumnos, seis crecidos estudiantes que se afanan en torno a una mesa de ping pong, puedan cometer errores.

"Esta es la mujer. Y la madre de mi mujer es mi suegra. Suegra. Sí, suegra", repite despacio mientras sus alumnos pronuncian la palabra no sin dificultad. Y con un guiño añade: "Suegra mala. Mujer buena, pero suegra mala". Tras medio minuto de estupefacción, los varones captan el chiste y se echan a reir. Ellas, en edad ya de tener yernos, no lo ven tan gracioso pero sonríen ante la enésima ocurrencia de su estimado maestro, a quien estiman visiblemente.

Es una de las clases diarias de español que imparten de forma voluntaria los miembros de la FINUL en el sur del Líbano y que demuestran la capacidad de los libaneses para absorber idiomas. En Beirut suele ser habitual que la población hable inglés y francés además del árabe, pero desde la llegada, en 2006, del contingente español -en aquella fecha, el tercer más numeroso de la FINUL, actualmente el segundo- el sur del país habla español, como ha llegado a titular la prensa local.

El teniente coronel González Casado asiste a la clase de español del teniente Navarro. / Mónica G. Prieto

Al menos una parte de ellos sí lo hace gracias al programa Cervantes creado especificamente para el contingente español de la FINUL, dirigido a la enseñanza del idioma y la difusión de la cultura española que "implica desde a tenientes coroneles hasta cabos primero como profesores", explica el teniente coronel José María González Casado, responsable del sector de Cooperación del contingente español de FINUL. Un convenio entre el Ministerio de Defensa y el Instituto Cervantes firmado en enero de 2011 facilita que el material lectivo sea proporcionado Defensa. Los maestros voluntarios reciben una formación en el Cervantes y las improvisadas aulas -que pueden ser desde un templo a una sala de reuniones pasando por un cuarto de limpieza, cuando no hay otro espacio disponible- las ceden las autoridades municipales según su disponibilidad.

Unos 240 alumnos libaneses han pasado por las clases de los 34 profesores uniformados de la Brigada Líbano XIV, que acabó su mandato hace escasas semanas, poco después de finalizar esta serie de reportajes. La mayor es una monja de 82 años; la menor una cría de cuatro. En total, los militares españoles han impartido clases a unos 2.000 libaneses desde 2006.

La enseñanza del español -que se imparte en un nivel básico pero con la opción a profundizar, hasta el punto de que muchos alumnos han terminado obteniendo la titulación necesaria como para ser contratados como traductores militares- es seguramente la actividad más popular de las iniciativas de cooperación entre la población del sur del Líbano, durante años castigada por las guerras de Israel y abandonada por el Gobierno central.

La teniente Rico asiste a una vaca junto al sargento Lillo y la ayuda del dueño del animal. / Mónica G. Prieto

No es la única forma de estar al servicio de la sociedad. Las clases de fútbol que promocionan los españoles son seguidas por 150 niños y jóvenes de la zona. Un oficial médico de El Salvador, integrado en la unidad sanitaria de la Brigada, pasa consulta de forma voluntaria en muchas localidades del área de responsabilidad española -el sureste del Líbano- como lo hace el equipo veterinario, que suele aprovechar el tiempo libre de sus dos integrantes para atender llamadas de ayuda de granjas de la zona y atender a los animales.

"Lo normal es que en cada casa haya al menos una cabeza de ganado", explica la teniente veterinaria María Rico Sevilla, enfundada en un mono blanco y con altas botas de agua, antes de comenzar su primera visita de la tarde. Se trata de una modesta vivienda rural donde se halla hacinada una vaca que, lamenta su dueño, se comporta de forma extraña. "Dada la carencia de veterinarios en la zona y la precariedad económica, los libaneses de esta zona no se pueden permitir contratar a un especialista, así que nos llaman a nosotros", explica la teniente Rico mientras se enfunda un largo guante de látex ayudada por su asistente, el sargento veterinario Enrique Lillo. "Su función en la base es el control de plagas, el cuidado de los perros anti-explosivos y el control santiario de alimentos, pero suelen salir una vez por semana a ayudar la población", detalla el teniente coronel mientras observa al equipo trabajar en el pequeño y desastrado establo.

Alumbrado público solar en Burj al Muluk, donación del Ministerio de Defensa. / Mónica G. Prieto

Los críos revolotean en torno a la teniente, maravillados ante la presencia de la resolutiva médico que imparte órdenes de manera tranquila pero determinante. "A nivel sanitario apenas se controla a los animales. No se vacuna, no se desparasita, muchas veces nos encontramos animales a los que nunca les da la luz del sol", se lamenta Rico Sevilla.

Según el teniente coronel González Casado, Defensa ha gastado más de tres millones de euros en cooperación cívico militar desde 2006, que incluyen desde alumbrado solar, plantas potabilizadoras de agua hasta generadores o equipamiento sanitario y escolar. Todo es agradecido por una población acostumbrada al olvido y que ha visto cómo la presencia de las tropas internacionales no sólo garantizaba -relativamente- el alto el fuego con su enemigo del sur, sino que además reactivaba su economía. Y también su cultura, como demuestra la legión de niños y adultos que se despiden con un "hasta luego, amigo".

1 Comment
  1. Rudi says

    Me han gustado mucho sus crónicas, Mónica. Un saludo.

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