
Resulta fascinante que los dictadores se crean dueños de los países donde habitan. No sólo eso -al fin y al cabo, cualquier ciudadano considera a su país natal precisamente eso, su país- sino también propietarios de sus conciudadanos y por tanto con derecho al usufructo de todo lo que éstos producen, desde riquezas hasta talento. Y cuando el talento no se pone a su servicio, cuando se escapa de su control o se pone en contra, ese talento pasa de ser un don alabado a un motivo de persecución, cuando no una razón para morir.
Mucho miedo tienen que tener Bashar al Assad y su círculo para mantener en prisión a mujeres y niños. La paranoia debe ser acusada cuando encierra a personalidades como la doctora Rafah Nached. Rafah, de 66 años, fue la primera mujer psicoanalista de Siria y también la fundadora de la Escuela de Psicoanálisis de Damasco. Nunca adoptó posiciones políticas en público: se limitó a interpretar comportamientos y a ayudar a los ciudadanos a lidiar con sus propias circunstancias. Su profesionalidad la llevó fuera de Oriente Próximo y a lo largo de su carrera se codeó con sus homólogos occidentales, que hoy redactan comunicados y contactan en vano con sus Gobiernos para suplicar una mediación que deje a la prominente psicoanalista siria en libertad.
Lo hacen desde hace casi un mes. El 10 de septiembre Rafah Nached se disponía a volar a París para seguir su propio tratamiento médico -afectada de cáncer- y asistir al parto de su hija cuando los oficiales del aeropuerto le negaron esa posibilidad. “Mi esposa, la doctora Rafah Nached, fue detenida por agentes de los servicios de Inteligencia de la Fuerza Aérea, en el primer control de equipaje en la zona de salidas del aeropuerto de Damasco”, denunció su marido, el profesor de Historia de la Universidad de Damasco Faisal Mohamad Abdallah, en una emocionante misiva distribuida por las redes sociales en la que explicaba su desesperado peregrinaje que emprendió hasta que logró saber su paradero.
Rafah le llamó desde el aeropuerto para expresarle su desconcierto. "Han comenzado los controles con nerviosismo. Tienen listas. Han tomado mi pasaporte y se han marchado con él", pudo contarle en la última conversación telefónica. El siguiente encuentro, días después, sería en la celda que comparte junto a 15 presas comunes en una prisión femenina de Damasco. Ahora su marido puede verla dos veces por semana durante media hora, pero aún no entiende por qué ha sido detenida aunque haya sido formalmente acusada “de actividades susceptibles de provocar la desestabilización del Estado”.
El régimen sirio debe referirse a los cursillos gratuitos de fin de semana que organizó junto a otro psicoanalista, el jesuíta Rami Elias, en una residencia religiosa de Damasco con motivo de la revolución social. El objetivo era ayudar a los sirios a convivir con el miedo en todas sus escalas: miedo a la dictadura, miedo a la guerra sectaria, miedo a la incertidumbre... La doctora Nached se lo explicó así en agosto a un periodista de France Presse que fue autorizado a visitar Damasco. “Lo paradójico de esta situación es que todo el mundo tiene miedo en Siria. ¿Por qué utiliza el régimen la violencia y la represión? Porque tiene miedo de perder el poder. Y los que se manifiestan, ¿cree usted que no tienen miedo? Tienen mucho miedo, pero pese a ello salen a la calle”.
Ella, en cambio, no parece tener ese problema, por lo que cuenta su esposo cada vez que la visita en prisión. Pese a las "execrables condiciones higiénicas" del recinto, se muestra animada y sólo solicita sus medicinas y lápices para los niños que comparten celda con madres que carecen de otro lugar donde dejarles. Hay en marcha multitud de campañas internacionales -en Twitter se creó la etiqueta #FreeRafahNached y en Facebook existen varios grupos de apoyo- pero la conmoción de la comunidad internacional de expertos en la salud mental es tal que personalidades como Noam Chomsky y la primera dama francesa Carla Bruni se han sumado a la petición que urge a Assad a liberar a Rafah y que ya ha recabado miles de renombradas firmas en todo el planeta.

Se trata de un aviso del régimen instando a adoptar un espectral silencio ante los acontecimientos que empujan a Siria hacia la guerra civil. No es el primero ni será el único, tampoco el más grosero. En julio, el caricaturista Ali Ferzat, uno de los más conocidos y críticos dibujantes del mundo árabe -que ya había sufrido varios avisos del régimen en forma de cierre de publicaciones y críticas- padeció una agresión a manos de las fuerzas de Seguridad. Su pluma dibujaba con rasgos acerados desde que comenzase la brutal represión de las protestas. De madrugada, su coche fue obligado a parar por otro vehículo del cual se bajaron varios individuos que le propinaron una paliza. Su cuerpo apareció horas después en la carretera del aeropuerto de Damasco con una bolsa de plástico envolviéndole la cabeza: le habían aplastado las manos, un mensaje inequívoco de qué se espera de él.
Casi se puede decir que Ali tuvo suerte: Ibrahim Kashoush no vivió para poder contarlo. Este poeta y cantante de 42 años, bombero de profesión y padre de tres hijos, alumbró lo que se convertiría en el himno de la revolución en Hama. Su canción, que llevaba como nombre el de su ciudad, era coreada por decenas de miles de gargantas en cada manifestación multitudinaria que vivió esta localidad -mártir desde los años 80, cuando Hafez el Assad ya usaba al Ejército para reprimir a su población, y doblemente mártir gracias a la actuación del heredero del dictador- y su letra era muy expresiva. "Es el momento de irse, Bashar. La libertad ya es nuestra. Vamos, es el momento de irse". Un día de finales de julio le introdujeron a la fuerza en un coche. Su cadáver fue arrojado al río Orontes: le habían arrancado las cuerdas vocales, como puede verse en este vídeo grabado en la morgue.
Eso sí que fue un mensaje gráfico acerca del respeto por sus ciudadanos y del compromiso con las libertades y las reformas democráticas de Bashar al Assad. ¿Más ejemplos? El caso del músico Malek al Jandali, considerado uno de los pianistas y compositores más creativos de Oriente Próximo, que en julio participó en una marcha celebrada en Washington a favor de la libertad del pueblo sirio. Su padre, Mamoun Jandali, de 73 años, y su madre, Linah Doubri, de 66, fueron asaltados en su propio domicilio de Homs por personas afines al régimen, que les golpearon antes de encerrarles en el cuarto de baño y abandonarles allí.
Su caso ha sido reseñado, como otros 29, por Amnistía Internacional en el informe El largo alcance de los Mujabarat, que aborda las agresiones, amenazas y represalias que sufren los opositores sirios en el exilio a manos de miembros de las Embajadas sirias al menos en ocho países investigados, entre ellos España, ya sea en sus personas o en las de sus familiares. "Los expatriados sirios han intentado, mediante protestas pacíficas, arrojar luz sobre los abusos que consideramos constitutivos de crímenes contra la Humanidad y que presentan una amenaza para el régimen sirio", explicaba el investigador de Amnistía Neil Sammonds durante la presentación del informe. "En respuesta, el régimen parece haber emprendido una campaña sistemática y a veces violenta para intimidar a los sirios en el exterior hasta el silencio. (...) Es otra prueba más de que el Gobierno sirio no tolerará la disidencia legítima y que está dispuesto a cualquier cosa para amordazar a los que le desafían en público".
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Lo que me sorprende es ver a un personaje como Chomsky apoyando la liberación de esta buena mujer, cuando lo normal es que este sujeto muestre su adhesión a todo lo que sean regímenes, organizaciones o ideologías enemigas de la libertad. Será que se está haciendo mayor.
En el fondo, lo que ocurre es que las revueltas árabes han dejado descolocada a la izquierda autoritaria. Por ejemplo, una de sus voces más destacadas – Santiado Alba Rico – se deshace en elogios al derrocamiento de Gadaffi, aunque sea con el apoyo de la OTAN:
http://rebelion.org/noticia.php?id=136083
… mientras que otros muchos ven numerosos paralelismos con las guerras de Irak y Afganistán. No hay más que leer los comentarios de la mayoría de los lectores del diario Público – y pinchar en los enlaces que ponen – para comprobarlo.