Persecución mortal contra los 'emo' en Irak

Es difícil saber qué es más preocupante: la oleada de asesinatos de adolescentes iraquíes de apariencia emo (del inglés, emotional) o la declación oficial del Ministerio del Interior de Bagdad en la que se cataloga a a los chavales de “seguidores del demonio", animando así a más crímenes.

La tibia respuesta de las autoridades locales a la cadena de crímenes contra jóvenes inconfomistas con un particular estilo estético ha llevado a ONG como Human Rights Watch, Aministía Internacional o la Comisión Internacional para los Derechos Humanos de los Gays y Lesbianas a exigir al Gobieron de Bagdad que investigue y lleve ante la Justicia a los responsables de las decenas de asesinatos –según organizaciones locales, hasta 58 crímenes- cometidos en las últimas seis semanas.

Las víctimas comparten un determinado aspecto –pantalones ajustados, camisetas estrechas a menudo decoradas con calaveras, cortes de pelo determinados- y su gusto por la música occidental. En muchas ocasiones, son confundidos por algunos extremistas islámicos con miembros de la comunidad LGBT (que engloba a gays, lesbianas, bisexuales y transexuales) y son ejecutados por ello.

“Hay una falta de conocimiento entre las milicias”, explicaba Ali Hili, responsable exiliado en Londres de la ONG Iraqi LGBT. “Para ellos, cualquiera que adopte cierto estilo occidental o una apariencia difierente es un fenómeno homosexual”, decía a una emisora británica. En cuanto a la responsabilidad de los crímenes, Hili afirmó que “son las milicias con el apoyo del Gobierno iraquí”. “El Gobierno ha declarado la guerra a las minorías sexuales. Es peor que en Arabia Saudí. [Las milicias] están marchando por las calles de Bagdad. Lleva pasando en los últimos seis o siete días, y tenemos vídeos de esas patrullas en las que usan un megáfono para decir 'si alguien tiene cuaquier información sobre cualquier pervertido, infiel o miembro de una red homosexual, debe declararlo o asumir las consecuencias'”.

Lo cierto es que en los últimos meses, las ONG locales e internacionales alertaron de la aparicion de carteles y trípticos en barrios chiíes de Bagdad como Sadr City, Hababiya y Hay al Amal en los que se amenazaba a una lista de individuos, identificados con sus nombres y apellidos o con apodos, con la “ira de Dios” si no cortaban sus cabellos y modificaban su “atuendo satánico”, además de esconder sus tatuajes y piercings y “mantener una completa virilidad”.

En un cartel aparecido en Sadr City, el ingente barrio chií de Bagdad, se podía leer lo siguiente. “En el nombre de Dios, el misericordioso y compasivo. Advertimos en duros términos a todos estos hombres y mujeres a cesar sus sucios actos en los próximos cuatro días antes de que la ira de Dios les golpee mediante las manos de los mujahidin”. Una lista enumeraba los 33 nombres de los afectados.

Las víctimas de los radicales han sido golpeados hasta la muerte con bloques de cemento o piedras para luego arrojar sus cadáveres a los arcenes, demostrando la incapacidad del Gobierno iraquí de proteger a sus ciudadanos, en especial a los pertenecientes a minorías. El Ejecutivo sólo admite haber encontrado una decena de cadáveres, pero el recuento de la agencia Reuters eleva la cifra a 14.

Tanto los líderes políticos como los medios de comunicación locales llevan meses señalando a los miembros de la comunidad emo, una tendencia minoritaria en un país como Irak. La prensa los tilda de “satánicos”, “vampiros”, “inmorales” y “anti-islámicos”. El clérigo chií Muqtada al Sadr los calificó el pasado 10 de marzo como “locos” y “una lesión para la comunidad musulmana”, lo que ha llevado a pensar a muchos que sus milicias del Ejército del Mehdi están tras los crímenes, y desde el Ejecutivo iraquí se sigue esta tendencia estigmatizadora. En agosto de 2011, el Ministerio de Educación difundió un memoradum pidiendo a las escuelas que ayudaran a detener la cultura emo,  “un fenómeno infiltrado en nuestra sociedad”.

El pasado 13 de febrero el Ministerio del Interior iraquí calificaba a los miembros de la comunidad como “satánicos”, y el 8 de marzo la misma institución arremetía contra las organizaciones que denuncian los asesinatos calificando su información de “fabricada” y “sin base”. Eso, a pesar de que unos días antes, el 29 de febrero, este mismo ministerio anunciaba una campaña contra la subcultura emo en el barrio de Khadimiya donde se cerró una tienda que vendía “accesorios y ropa emo”.

Un joven de 29 años de la ciudad de Mosul, contactado por HRW, relataba el reciente asesinato de dos miembros de una banda de heavy metal. “Antes los calificaban de satánicos y les amenazaban, pero ahora es un asunto de vida o muerte”. El problema es que, como él mismo indica, “cuando comenzaron a surgir noticias sobre los emos, las amenazas y la violencia contra los gays se incrementó. Nos meten a todos en el mismo saco, a cualquiera que destaque por ser diferente, y somos un objetivo fácil”.

Lo llevan siendo desde la caída del dictador laico Sadam Husein, cuando Irak vivía tiempos de tolerancia hacia cualquier moda callejera y, en especial, hacia la comunidad LGBT. En los últimos años, unos 750 homosexuales iraquíes han sido asesinados por su condición sexual, segú Hili, quien afirma que miles han emigrado para huir de una muerte segura.