La censura, fantasma dictatorial del Líbano

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Viñeta de Mazen Kerbaj adoptada como emblema de la campaña por la libertad de expresión F.R.E.E.

La viñeta del conocido dibujante libanés Mazen Kerbaj, adoptada por la ONG MARCH como bandera, no puede ser más acertada. Líderes religiosos, militares y políticos libaneses entonan abrazados un sí a la libertad de expresión con un discreto asterístico. La puntualización reza: “Menos si tocas al Estado, Allah, el profeta, Jesucristo, el presidente de la República, las buenas maneras, la Iglesia, la Biblia, el Corán, los Mártires, la Resistencia, el Ejército y su jefe, el Papa, el rey saudí, los profetas, la unidad nacional, la guerra civil, el confesionalismo, los países amigos y los países hermanos, el mufti, el patriarca, el primer ministro, el Gobierno, los libros de historia, los campos de refugiados palestinos y el orígen del hummus”.

En una de estas categorías, países amigos y hermanos, cayeron dos conocidos activistas libaneses cuando intentaron ejercer su libertad de expresión realizando una pintada cerca de la calle Beshara al Khoury de Beirut, en la céntrica plaza de Sodeco. El escueto graffitti rezaba “Siria, la revolución continúa”, con un símbolo de reciclaje que animaba a los activistas sirios “a acabar con los fallos que tiene”, explica Khoder Salameh, uno de los dos arrestados. Un soldado les dió el alto y pidió que se identificaran. “Tras él, llegó un oficial acompañado de unos 15 soldados, registró el coche y encontró panfletos de numerosas protestas. Somos activistas conocidos desde hace años. Lo consideraron una prueba de nuestra culpabilidad”.

Las pruebas fueron un libro de filosofía, un CD con el Ché en la carátula y sobres de sacarina, algo que los militares consideraron sustancias psicotrópicas. Pasaron por cuatro prisiones y cuatro investigaciones diferentes, cada cual más surrealista. “En la segunda oficina de la Policía Militar a la que nos llevaron, los encargados le dijeron que lo que tenían no era suficiente para encerrarnos. Les respondieron que entonces nos acusarían de huir de la autoridad, y ahora parece que ese es el cargo”. A ese se sumaron daños contra la propiedad pública y enturbiar las relaciones del Líbano contra otro Estado. Las ONG han reaccionado con ultraje ante esta fragrante violación de la libertad de expresión en Líbano, un país que presume de democracia sin actuar como tal. A una amplia campaña en las redes sociales se sumó una sentada permanente de 200 activistas que exigían la liberación de sus colegas frente a la prisión.

“Consideraron que debíamos estar en la cárcel porque nos lo merecíamos por protestar en las calles”, añade Ali Fakhry, el otro activista arrestado. “El Gobierno tiene miedo a cualquiera que exprese sus opiniones en un espacio público. No podemos criticar a Arabia Saudí, o Siria, o quejarnos por la subida del precio del combustible o del pan. Es decir, sí puedes, pero vas a prisión por ello. Si rompes el muro de censura en el que hemos nacido y crecido, vas a prisión”, explica el joven.

Pintadas en la calle Hamra de Beirut./ Mónica G. Prieto

La censura que restringe la libertad de expresión, sobre todo en el ámbito cultural, es un mal endémico del Líbano. Hace dos meses, otro activista, Semaan Khawam, era detenido por dibujar un grafitti que representaba a un soldado: tuvo que pagar una fianza de 500 euros para evitar tres años de cárcel. Cada año, varias películas (según Khoder, el número oscila entre las 10 y las 20) son afectadas por los recortes impuestos por la Seguridad General la Inteligencia interna, alegando que los contenidos ponen en peligro la integridad del Estado.

A eso se suman los supuestos atentados contra la moralidad pública: el último episodio es el que afecta a los actores Edmon Haddad y Rawiya al Shab, juzgados hace pocos días por un espectáculo cómico ofrecido en un pub de Beirut en las navidades de 2009 en el que Haddad se bajaba la bragueta dejando entrever sus calzoncillos, azules y con el símbolo de Superman. El show tenía como objetivo recaudar fondos para una ONG dedicada a niños con defectos cardiacos congénitos.

De forma privada, la clase política libanesa se avergüenza por la situación, pero públicamente nadie sale en defensa de los cómicos. Han sido sentenciados a un mes de prisión y una multa ante la indignación de sus colegas, que se congregaron ante el Tribunal con pancartas que rezaban ‘La comedia no es un crimen’. En un vídeo titulado Los calzoncillos que amenazaron la seguridad nacional, Haddad comentaba la sentencia en tono irónico. “Este super Estado con sus super presidente, diputados, ministros, instituciones y agentes no encuentra nada más que mi ropa interior para esconder sus numerosos defectos”.

La censura es un problema tan amplio que se han creado iniciativas exclusivamente para combatirla. Es el caso de Stop Cultural Terrorism, o Paremos el Terrorismo Cultural, el grupo de Facebook de la ONG MARCH, creada para “educar a los ciudadanos en sus derechos civiles”. Hace escasas semanas MARCH comenzó a distribuir folletos bajo el nombre de F.R.E.E. (Freedom of Right of Expression Event, o acontecimiento sobre el derecho a la libertad de expresión) para poner de relieve el problema que encara el Líbano gracias a sus censores. “Hemos empezado defendiendo el derecho a la libertad de expresión porque en un país como el Líbano, con semejante diversidad cultural, si no aceptamos diferentes opiniones no podemos vivir juntos”, explicaba Lea Baroudi, una de sus fundadoras, en declaraciones a la prensa local.

El movimiento, según explicó otro de sus fundadores, Jad Ghorayeb, al portal online Now Lebanon, se creó tras la prohibición de la película iraní Días Verdes (sobre las protestas sociales contra la victoria de Mahmud Ahmadinejad) en el Festival Internacional de Cine de Beirut de 2011, tras una llamada del embajador iraní. Y no le falta trabajo: a la cantante Lara Fabien le prohibieron actuar en febrero por haberlo hecho previamente en Israel, entre otros casos de actores e intérpretes que no pueden pisar el país del Cedro por haber visitado el país enemigo. “Pero esto no es resultado del Gobierno de Hizbulá”, insiste Khoder, algo en lo que coinciden los demás entrevistados. “Con el 14 de Marzo, en poco tiempo se prohibieron dos o tres películas. El terrorismo cultural y la censura datan desde siempre”, alega este último.

Según Lea Baroudi, el problema radica en la ley de censura actual, lo suficientemente vaga para ser interpretada a voluntad. Para los dos activistas detenidos por una pintada, el problema es más profundo.

El hecho de que fueran arrestados por militares y no por policías se explica porque el Líbano vive, desde 2006, bajo el Decreto Número 3, que deja al país en estado virtual de emergencia. El Ejército puede detener, el fiscal militar puede acusar a civiles y las cortes militares pueden decidir casos, lo cual contradice el Estado de derecho que dice ser el Líbano.

“Esto es una dictadura descentralizada”, insiste Khoder. “En otros países hay un dictador y aquí tenemos 18, uno por cada secta religiosa, y cada uno de ellos tiene su propia fuerza militar. Si hubiésemos escrito algo sobre cualquier otro tema, si hubiese sido a favor de un partido político determinado, no nos hubiera pasado nada. Pero somos independientes, y ese es el problema. La censura libanesa actúa por miedo al poder de la juventud”, afirma el activista.

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