La conquista de 1512 por los Reyes Católicos vuelve a dividir a los navarros

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Monumento levantado frente al aeropuerto de Noain, donde se entabló la definitiva batalla de 1521. Al fondo se aprecia la ciudad de Pamplona. / Manuel Martorell

Una de las grandes peculiaridades políticas de Navarra es el carácter “cainita” que suele tomar cualquier cuestionamiento a la acción del Gobierno Foral. Sea cual sea la base de razonamiento, casi sin quererlo, uno se encuentra encasillado en uno de los bandos enfrentados, con el agravante de que, si por desgracia te ha tocado estar en el de “los malos”, no tardarás en ser estigmatizado con apoyar posiciones abertzales.

Así ha ocurrido en los últimos años con faraónicos proyectos infraestructurales que han costado miles y miles de millones de euros y que, obviamente, hoy no figurarían en la agenda de ningún responsable político. La autovía de Leizarán, el pantano de Itoiz, el Canal de Navarra, el auditorio-palacio de congresos Baluarte, el circuito de fórmula 1 de Los Arcos o el aparcamiento subterráneo en el centro histórico de la capital navarra son solo algunos de los ejemplos más destacables.

Especialmente significativa, en este sentido, fue la polémica en torno a esta última obra, ya que supuso la destrucción de valiosos restos históricos desde la fundación de Pamplona por las legiones romanas de Pompeyo hasta la actualidad. Fuera cual fuera la forma de pensar, la crítica al aparcamiento te situaba automáticamente en las filas de “la guerrilla urbana” y del “entorno radical”. Así lo repitió el recién nombrado secretario general del Partido Socialista de Navarra (PSN) Roberto Jiménez, entonces concejal y principal apoyo de Yolanda Barcina, presidenta del Gobierno Foral, alcaldesa en esos momentos y principal promotora del aparcamiento.

Solo como botón de muestra de las consecuencias que tenía “no seguir al abanderado” se puede citar el caso de Francisco Javier Zubiaur, que era director del Museo de Navarra. Tras criticar abiertamente y siempre desde un punto de vista estrictamente profesional y científico la obra, tuvo que presentar la dimisión del alto cargo que ocupaba.

Ahora, la historia se repite, con la diferencia de que, en vez de situar a los críticos al lado de ETA, se acusa a los discrepantes de participar en su proyecto de “unidad territorial” para el País Vasco. ¿El motivo?: defender que la conquista de Navarra por los Reyes Católicos, de la que ahora se cumplen 500 años, tenía como objetivo evitar su consolidación como reino independiente.

La conmemoración de este acontecimiento ha vuelto a dividir a la Comunidad Foral entre quienes aseguran que lo ocurrido en 1512 fue una anexión militar y quienes, por el contrario, afirman que esa conquista permitió a los navarros incorporarse de forma voluntaria a la unidad territorial de España. La polémica ha llegado al Parlamento autonómico y al Senado de la Nación, donde el 27 de marzo UPN y PSN aprobaron una moción denunciando la manipulación de este aniversario por parte de la “izquierda abertzale”.

En consecuencia, para celebrar uno u otro enfoque del mismo acontecimiento histórico se han formado sendas comisiones, una gubernamental, apoyada por UPN-PP-PSN, y otra alternativa, respaldada por la oposición. Ambas convocan actos políticos y académicos, ambas tienen sus propias agendas de celebraciones y ambas han puesto en marcha sus portales en internet. Sin embargo hay una significativa diferencia que no se debe despreciar: los programas oficiales se sufragan con el dinero de todos, cuando resulta más que evidente que no todos los navarros comulgan con el enfoque gubernamental.

Monolito a los defensores de Maya, dinamitado en 1931 y reconstruido en 1982. / Manuel Martorell

Este hecho ha quedado en evidencia al organizar dos congresos de Historia con proyección internacional e intención de presentar los últimos avances historiográficos sobre el polémico asunto. Pese a ello y solo por no coincidir con las tesis oficiales, destacados historiadores con novedosas y recientes investigaciones han quedado al margen de los certámenes financiados con el erario público.

Así ha ocurrido con Jon Oria, catedrático de la Universidad de Cambridge, y Álvaro Adot, que han estudiado la configuración del reino de Navarra como Estado renacentista; con los trabajos de contextualización internacional realizados por Xové Estévez y José Luis Orella, de la Universidad de Deusto. Pello Monteano, por su parte, ha encontrado documentos desconocidos sobre cómo vivieron aquellos hechos históricos los navarros de “a pie”, mientras que Tomás Urzainki ha aportado la proyección marítima que tenía el reino de Navarra y Mikel Sorauren, su vocación de ocupar un lugar en la Europa moderna como “Estado pirenaico”.

A ellos habría que añadir la aportación enciclopédica de Pedro Esarte y muchos otros nombres que tienen, como denominador común, no haber sido invitados a los congresos científicos organizados por el Gobierno de coalición UPN-PSN.

También es verdad que no es la primera vez que la conquista divide a la sociedad navarra. Ya ocurrió en 1922, cuando se conmemoraba el 400 aniversario del último intento de recuperar el reino por parte de la dinastía Albret. Derrotadas las fuerzas franco-navarras en la batalla de Noain en 1521, al año siguiente caía el último foco de resistencia en Maya (valle del Baztán). La Comisión de Monumentos de Navarra decidió levantar un monolito en homenaje a los últimos defensores de esta fortaleza, provocando una agria polémica entre quienes les consideraban “héroes” y quienes los calificaban de “traidores” a la unidad de España.

Entonces también se dio la circunstancia de que dirigentes socialistas se posicionaron contra el monumento junto a la derecha liberal, mientras que el jaimismo –nombre que recibía el influyente carlismo- cerró filas con los nacionalistas vascos en defensa del monolito, que fue dinamitado en un atentado terrorista dos meses después de haberse proclamado la II República Española.

9 Comments
  1. jotaele says

    será «cainita», no «cainista»

  2. patxitxo says

    Efectivamente, habrá pocas sociedades en Europa –Balcanes, obviamente, aparte– tan polarizadas como la navarra. Lamentablemente.

    Lo destacable en el presente caso es que la iniciativa oficial siempre ha ido a rebufo de la iniciativa privada. Uno diría que si la Comisión del Quinto Centenario se mueve es más para intentar evitar que la otra parte dé a conocer su versión de la historia (en mi opinión, la más próxima a lo realmente sucedido) que por un auténtico interés en instruir a los navarros.

    Me imagino que en estos momentos los navarristas estarán maldiciendo la hora en que se les ocurrió ‘festejar’ lo infestejable (la paliza que nos dieron los castellanos), siquiera porque con ello han destapado la caja de los truenos.

  3. Manuel Martorell says

    Gracias a jotaele por la corrección.

  4. Pere says

    Primero diría que los ‘alternativos’ suelen obviar la guerra civil sufrida en Navarra, la división interna entre beaumonteses y agramonteses, las filias de cada bando: francesa y española respectivamente, y el contexto internacional de enfrentamiento entre ambas coronas incipientes.

    Segundo, quisiera recordar los famosos 12 cañones del escudo de Guipúzcoa otorgados por Juana I de Castilla y que en 1979 fueron retiraron aduciendo ser un agravio a Navarra, siendo en realidad la eliminación de toda muestra de la participación guipuzcoana en la conquista y anexión de Navarra. Lo cual dice mucho de la rigurosidad histórica empleada.

    Por último decir que Tomás Urzainki tiene de historiador lo mismo que Pío Moa, ambos son dos individuos que les gusta escribir sobre temas históricos con una mas que clara tenencia maniquea, pero no son historiadores.

  5. patxitxo says

    La guerra civil, que a la altura de 1512 se puede decir que estaba dando –si no los había dado ya– sus últimos coletazos, fue un conflicto alimentado interesadamente por Castilla. Además el término ‘guerra civil’ le queda grande: el conflicto ha sido deliberadamente magnificado.

    El contexto internacional de la época, por otra parte, no justifica la conquista y enajenación de un reino, igual que el contexto internacional no justificó la conquista de Polonia en los años cuarenta del siglo pasado.

    No entiendo esa obsesión por sacar a colación a los guipuzcoanos y a los cañones. Los ‘vascos’ (como si los navarros no lo fuéramos) participaron en la guerra de Navarra del lado de Castilla. Y cuatro siglos después los navarros participamos en la conquista de Euskadi al lado de Franco. ¿Y? Paradojas de la historia.

    Finalmente, quien no es historiador es Jaime Ignacio del Burgo, precisamente uno de los puntales de esa historia tan edulcorada y del gusto tanto de los castellanos como de los herederos del conde de Lerín promocionada desde las instituciones.

  6. Pere says

    Lo que no entiendo es porque no justifica la conquista y enajenación de un Reino y la expansión del reino de Pamplona hasta donde llegó estuvo justificada. Lo absurdo es buscar justificaciones a hechos históricos de hace cinco siglos para buscarles utilidad política en la actualidad.

    El contexto internacional fue la causa de la conquista, el enfrentamiento de Castilla y Aragón con Francia, trataron de evitar una cuña francesa en la península. Aunque claro, que Fernando el Católico fuera apoyado por los estados pontificios, Inglaterra, Maximiliano de Alemania y Venecia supongo que no tendrá nada que ver con un contexto internacional, será todo local.

    Y sobre la guerra civil, será poco magníficada pero Fernando el Católico entró en Pamplona sin enfrentarse a ningún ejército y con el apoyo del navarro Conde de Lerín.

    Sobre los cañones guipuzcoanos, las divisiones internas navarras, etc.., constatan la realidad histórica del momento. No son paradojas, sirven para explicar porque las elucubraciones de algunos en la actualidad carecen de sustento histórico.

    Fíjate que los hay que incluso emplearon a Blanca de Navarra o Zumalacárregui en una campaña electoral.

  7. patxitxo says

    Una cosa es lo que realmente sucedió, y otra muy distinta la lectura que se haga o las conclusiones que se saquen de tales hechos históricos. Lo que no se puede negar es que hasta hace cuatro días se nos ha vendido una historia falsa que hablaba de anexión e incluso de ‘feliz unión’, ocultando que dichos acontecimientos tuvieron en su día el calificativo de ‘Guerra de Navarra’. Creo que eso lo dice todo. Respecto a la utilización que de dicha realidad histórica se quiera hacer… digamos que los defensores de la ‘feliz unión’ han marcado el camino a todos los demás. En todo caso, las últimas investigaciones parecen dar más razón a unos que a otros.

    El contexto internacional fue la excusa. Fernando el Falsario (más conocido como el Católico) había mostrado su interés por hacerse con Navarra mucho antes de que las circunstancias le brindaran la oportunidad para ello. En realidad nunca tuvo intención de atacar directamente a Francia; sus aliados ingleses se dieron cuenta de ello y, sintiéndose engañados por el aragonés, abandonaron la empresa. Las bulas que teóricamente legitimaban la conquista, por otro lado, fueron obtenidas de Julio II (cuyos intereses en Génova, por cierto, le enfrentaban al francés) bajo presión precisamente para justificar la invasión de Navarra, mas que para justificar el enfrentamiento con Francia, que además se saldó no mucho después con la firma de un tratado de paz. Es decir, que la conquista de Navarra no fue un daño colateral, como algunos dan a entender, sino una acción premeditada, planeada con todo detalle y llevada a efecto con éxito.

    En cuanto a la poca resistencia ofrecida por Pamplona al invasor, teniendo en cuenta que las tropas que sitiaban la plaza, perfectamente pertrechadas (estamos hablando del quizás más poderoso ejército del momento), superaban en número al del conjunto de la población de Pamplona… a mí no me sorprende que ésta capitulase. Y en todo caso, ¿rendirse equivale a aceptar de buen grado la conquista? El apoyo mayoritario de la población a los sucesivos intentos de los legítimos reyes por recuperar el reino, da fe de con quiénes estaban los navarros y con quiénes no.

    Los cañones guipuzcoanos, finalmente, han sido tradicionalmente utilizados para enfrentar a navarros y guipuzcoanos o, mejor dicho, a navarros y vascongados. Gipuzkoa, en aquel momento y tras su conquista por Castilla, estaba del lado de ésta, igual que Navarra lo estaría posteriormente. Lo que en realidad carece de sentido es intentar utilizar dicha circunstancia histórica para dividir al pueblo vasco o, si lo prefieres, vasconavarro.

    Ah, y también los hay que utilizan la figura de don Pelayo para intentar demostrar el largo recorrido de nuestra españolidad.

  8. Alberto says

    En sentido estricto se deberia denominar «la conquista del trono de Navarra por el rey de Aragon», y menos exactamente, «la conquista del reino de Navarra por Aragon», o «la conquista del reino de Navarra por el rey de Aragon», pero no «la conquista de Navarra por Castilla», dado que en esta historia Castilla estaba al margen, ya que sino habría acabado siendo Juana I -reina entonces de Castilla- la reina de Navarra, algo que obviamente no ocurrió. Extrictamente fue un asunto entre el rey de Aragon y su esposa Germana de Foix, y el reino de Navarra (en lo que Castilla no intervenia para nada). Por cierto que la Castilla a que se refieren no era la Castilla actual sino el bloque formado por los reinos de Castilla, Leon-Asturias, Galicia, Guipuzcoa, Alava, señorio de Vizcaya, como ponian en sus escritos los reyes de tal reino, que en realidad era un reino heredado por el Señor de Vizcaya Juan I de su madre, la señora de Vizcaya Juana Manuel.

  9. alberto says

    A Patxitxo: me interesa la historia, no el componente emocional que hoy dia pueda tener, y ocurre que: Castilla no tiene nada que ver en el asunto de la conquista del trono de Navarra por el rey de Aragon. Fue un asunto del rey de Aragon Fernando II el Catolico y de su esposa Germana de Foix -ambos con supuestos derechos al trono de Navarra ya que Juan II nombró heredero de ella a Fernando II; el trono pasaria a la hija de Juan II Blanca, que antes de ser envenenada por la otra, Leonor y Gaston, testamentó que dejaba la corona de Navarra a su exmarido Enrique IV. El hijo Fernando el Catolico se quedo con Aragon y la hija Beatriz con Navarra. Fernando clamó su derecho y el de su esposa Germana de Foix al trono, apoyado por los beaumonteses. Y sin solicitar permiso a las Cortes de Castilla pero si a las Cortes de Aragon invadio Navarra para apropiarse del trono. A su muerte sin herederos en Madrigalejos hizo testamento dejando todo a su hija, la entonces reina de Castilla Juana I la Loca.

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