Egipto vota contra el integrismo pero el sistema electoral lo consolida en el poder

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Simulacro de ahorcamiento del ex presidente Mubarak en una concentración contra la candidatura de Shafiq, este viernes, día 15, en El Cairo (Egipto). / Amel Pain (Efe)

Salvo grandes sorpresas, el candidato de los Hermanos Musulmanes, Mohamed Mursi, se perfila como favorito en la segunda vuelta de las elecciones Presidenciales de Egipto. Lo verdaderamente significativo, sin embargo, es que, gane Mursi o Ahmed Shafiq, ninguno de los dos representará los sentimientos mayoritarios de los electores, tal y como se demostró en la primera vuelta, los días 23 y 24 de mayo.

Es cierto que ambos políticos se colocaron a la cabeza del escrutinio y, por lo tanto, les correspondía competir de nuevo, cara a cara, en la definitiva votación de este fin de semana, pero ni el proyecto integrista de la Hermandad ni la herencia autoritaria personificada por el ex general Shafiq cuentan con el apoyo del movimiento democrático que, por su parte, consiguió unos resultados nada despreciables en la ronda de mayo.

De hecho, Hamdin Sabahi, defensor del socialismo naserista, consiguió el 22 por ciento de las papeletas, quedándose solo a dos puntos de Shafiq y a tres de Mursi. Por su parte, Abdel Abulfutuh, un islamista moderado que contaba con el  respaldo de grupos revolucionarios y de un sector del salafismo, se situó cerca del 19 por ciento, quedando en quinta posición el liberal Amer Musa,  con el 11.

Los gráficos muestran la distribución significativa del voto en la primera ronda de las elecciones, celebrada en mayo. / Gráfico: Manuel Martorell

En definitiva y como también ocurrió en Túnez, la fragmentación de las fuerzas progresistas ha terminado por dar a los Hermanos Musulmanes y a los sucesores del régimen de Hosni Mubarak un protagonismo que no se corresponde con la realidad política del país. Tampoco cuadra con esos resultados el dominio absoluto –casi el 75 por ciento- de los islamistas en el Parlamento, un hecho que ahora pretende corregir el Tribunal Constitucional anulando los comicios legislativos de diciembre y enero.

Si se clasifican las candidaturas que se presentaron a la Presidencia por su orientación religiosa, se ve con claridad que las opciones contrarias al integrismo islamista –Shafiq, Sabahi y Musa- suman el 57 por ciento de los votos emitidos en la primera vuelta, a los que habría que añadir un porcentaje importante de los apoyos a Abulfutuh.

Entonces, ¿por qué en las elecciones legislativas de diciembre y enero los islamistas lograron unos resultados tan espectaculares? Fundamentalmente hay dos motivos: el  primero es que los Hermanos Musulmanes se presentaban en coalición con cristianos, laicos e izquierdistas en torno a un proyecto de integración nacional. En segundo lugar, porque los partidos islamistas consiguieron un “plus” de representación al haber copado el tercio de los escaños reservados a los independientes.

Porcentajes por candidatos. / Gráfico: M. M.

Se supone que estos escaños debieran recaer en personalidades no vinculadas a partidos y capaces de representar a los dinámicos movimientos que están surgiendo al hilo del proceso revolucionario. En la práctica, estas elecciones “especiales” funcionaron como las otras, compitiendo distintas opciones políticas, con el inconveniente añadido de que, al ser uninominales, la concentración del voto permitió a los islamistas acaparar la práctica totalidad de estos escaños. El Tribunal Constitucional intenta ahora corregir esta anomalía anulando estas votaciones, pero eso lleva implícita la anulación de todo el proceso electoral y, consecuentemente, la convocatoria de nuevos comicios parlamentarios.

La campaña de las Presidenciales, por el contrario, presentó opciones políticas y religiosas mucho más nítidas. Los Hermanos Musulmanes, con Mursi a la cabeza, defendieron, ya sin complejos, un modelo islámico de sociedad, mientras que el ex secretario general de la Liga Árabe, el estadista liberal Amer Musa, apostaba por una transición a la democracia sin sobresaltos. Shafiq se erigía en defensor del legado de Mubarak, y tanto Abulfutuh como Sabahi intentaban aglutinar a las fuerzas surgidas al calor de la Plaza Tahrir.

Porcentajes por tendencias. / Gráfico: M. M.

Para sorpresa de todos, Musa se quedó en quinto lugar, concentrándose el miedo a la revolución y al islamismo en torno a Shafiq, mientras los partidarios de una profunda transformación de la sociedad egipcia se quedaban a las puertas de disputar la segunda vuelta. Para muchos de los protagonistas de los cambios ocurridos en el último año en Egipto, estos resultados eran los peores que cabía imaginar.

Millones de personas se debaten en esta segunda vuelta entre apoyar a Mursi como mal menor para impedir el triunfo del antiguo régimen, o bien quedarse en casa. Destacados líderes del movimiento revolucionario han exigido, unos a Shafiq, otros a Mursi, que se retiraran de la carrera presidencial para que Sabahi entrara en liza, asegurando así el triunfo del conjunto de las fuerzas democráticas.

Obviamente, ninguno de los dos ha aceptado. Los Hermanos Musulmanes saben, además, que se beneficiarán de nuevo de un voto útil que, en esta ocasión, unirá a todos aquellos que, bajo ningún concepto, desean el triunfo de Shafiq. La poderosa, extensa y engrasada maquinaria de militantes de la Hermandad hará el resto. Tampoco se puede descartar que, ante tal dilema, haya sectores democráticos que terminen dando su apoyo al ex general antes que ser cómplices en la consolidación del islamismo en el poder. Pero, gane quien gane, será consciente de que lo hace en medio de un descontento generalizado, ante un país políticamente muy dividido y con la oposición de activas fuerzas que todavía no han dicho su última palabra.

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