Iraquíes atrapados por la guerra siria

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Bombardeo del barrio de Qudsiya, el pasado día 18.

Ayer leí la noticia de una familia de Homs que había muerto en bombardeos del régimen sirio en la localidad de Deir ez Zor. Sus miembros habían huido de la primera ciudad meses atrás, escapando de una ofensiva que no distingue entre civiles y hombres en armas, para encontrar la muerte en la segunda, sometida a una ofensiva más liviana que tampoco diferencia entre objetivos. La historia de esa familia perseguida por la muerte me hizo acordarme de los refugiados iraquíes que, en los peores años de la guerra civil, encontraron refugio en Siria y que desde hace 15 meses ven cómo la guerra les sigue los pasos.

El barrio de Qudsiya, a ocho kilómetros del centro de Damasco, llegó a ganarse el apodo de la pequeña Irak hace unos años. La llegada masiva de refugiados al suburbio, entonces poco habitado y no excesivamente caro, dado que se encontraba a una cierta distancia del corazón de la capital, transformó las calles: los restaurantes iraquíes comenzaron a proliferar, también los productos típicos de la antigua Mesopotamia. En las escuelas, la mayoría de los alumnos pronto fue iraquí. Para muchos era una opción temporal, mientras se extinguía la guerra fraticida que mataba en su país, pero para algunos, buscados por Bagdad por militar en grupos insurgentes, era la única opción de mantenerse con vida.

Desde que la revolución arraigase en Siria y la represión degenerase en un conflicto sectario, Qudsiya se contagió, como el resto del país, de la protestas semanales -o diarias, según los acontecimientos- pero hace escasas semanas que los combates también se instalaron en el barrio, para pesar de los refugiados. La proximidad de una base y un complejo de viviendas de la Guardia Republicana -cuerpo de elite del régimen, dirigida por Maher al Assad, temido hermano del presidente- en este suburbio y en el de Hammah, ha atraído la presencia de miembros del Ejército Libre de Siria, dando lugar a los combates y también a los bombardeos de las fuerzas regulares, que  ya dejado al menos una decena de muertos como se puede apreciar en el vídeo de los funerales.


Víctimas de una de las jornadas de bombardeos.

"Anoche fue la más dura para el barrio", cuenta desde Qudsiya mediante Skype Abu Adulrahman, un refugiado iraquí instalado en el suburbio. "Los combates comenzaron a las tres de la madrugada y los bombardeos no terminaron hasta las dos de la tarde", especifica en referencia al martes, 26 de junio. "Aprovechamos cuando se instaló la calma para escapar a otro barrio donde reside uno de mis hermanos". No es de extrañar: la vivienda de Abu Abdulrahman se sitúa cerca de la Mezquita al Omari, corazón del barrio y punto estratégico para la entrada en el mismo. Cuando el iraquí y su familia abandonaron la vivienda, el panorama que encontraron les recordó a su país natal en los peores días de su historia reciente. "Cerca de la mezquita había carcasas de proyectiles de artillería. El piso de un amigo, también iraquí, resultó dañado por un cohete: menos mal que había huido a otro lugar. Había bastantes cadáveres por las calles por el impacto de los proyectiles, vi al menos 10. Rezamos la oración de yanaza (rezo fúnebre) y les enterramos en el cementerio del barrio (a 100 metros de la mezquita)".

Abu Ali, de 65 años y con cuatro miembros de su familia a cargo, tomó la determinación de volver a Irak hace unas semanas, cuando acudió al mercado central de Qudsiya para comprar comida: justo en ese momento estallaba un coche bomba contra una comisaría del barrio. "De la fuerza de la explosión se me cayeron las bolsas al suelo. Volví a casa y decidí regresar a Irak. Por supuesto que Irak no es seguro, pero no tenemos otra opción: sólo nos queda elegir entre dos cosas, de la cual la más dulce es amarga", dice evocando un refrán iraquí que podría equivaler al español elegir entre lo malo y lo peor.


Manifestación del viernes 22 de junio en Qudsiya.

Abu Mariam, de 35 años y padre de tres niñas, perdió un hermano y un sobrino en Irak en 2007. Él mismo fue detenido por el Ejército norteamericano y, nada más ser liberado, en 2008, decidió trasladarse a Siria: más concretamente al barrio de Hammah, anexo a Qudisya y muy cerca del mencionado mercado. "Cuando comenzó el bombardeo, me recordó a los peores días de Irak", dice contactado mediante Skype. "En Qudsiya y en Hammah había cadáveres por las calles. El conflicto aquí va a ser muy duro porque las bases militares están muy cerca y son objetivo de los miembros del Ejército Libre".

Abu Mariam se ha trasladado con su familia a Harasta, otro suburbio de Damasco en plena insurrección. "No podemos aguantar el ambiente de Qudsiya con niñas de seis, cuatro y un año de edad. Sólo queremos alejarnos de Hammah y Qudsiya". Este refugiado no puede volver a Irak, como le ocurre a Abu Abdulrahman. Lleva desde el martes pensando en escapar de Siria, pero ¿a dónde? "No puedo entrar en Irak por motivos políticos: si lo intento, seré arrestado. Y no sólo es mi caso, hay muchos en mi situación". El refugiado ha sopesado la posibilidad de asentarse en Jordania, pero "tenemos que pedir un visado, que se demora entre dos y tres semanas, y además los iraquíes no podemos entrar en Jordania provenientes de Siria, sólo de Irak".


La plaza principal de Qudsiya, decorada con la bandera revolucionaria.

En los peores días de la guerra civil que siguió a la invasión angloamericana de Irak, Siria llegó a albergar más de un millón de refugiados iraquíes: según el régimen, la cifra llegó a bordear los dos millones. Con la relativa estabilización de la antigua Mesopotamia, algunos regresaron y otros fueron acogidos en naciones occidentales, pero otros muchos iraquíes no tuvieron más opción que quedarse, ya fuera porque se consideraban perseguidos en su nación o porque habían perdido todo con la guerra sectaria. Hace dos años, la agencia para lo refugiados de la ONU seguía teniendo inscritos a más de 150.000, pero la cifra total incluyendo a quienes nunca se registraron puede duplicar con creces esa cifra. En el caso de los refugiados palestinos, son más de medio millón de personas atrapadas en la actual guerra civil y sin ningún lugar a dónde regresar.

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