'Prohibido', la serie 'online' que desafía a la censura en el Líbano

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Uno de los protagonistas de 'Mamnou3' amenaza con los sellos de la censura. / mamnou3.com

En las oficinas del Departamento de Medios y Teatro, nombre oficial que recibe el departamento de censura de la Seguridad General libanesa, una uniformada le lleva a su superior, un coronel con ínfulas de intelectual y pretensiones de alma sensible, el último guión recibido para recibir la aprobación de la entidad. “La puta respetuosa... ¿pero qué les pasa? (...) ¿Quién es el autor?". "Jean Bol Sartre [sic]”, responde Lamia, la uniformada. “¿Lo ha traído él en persona o lo ha enviado con alguien?”. “No lo sé”, responde su subordinada. “Lo autorizaremos con dos condiciones: el título no aparecerá en la publicidad de la obra y el autor lo tendrá que traer en persona”.

La escena pertenece al primer capítulo de Mamnou3, Prohibido en árabe, una parodia online de reciente aparición que, tras su fachada punzante, esconde una despiadada crítica hacia una de las grandes contradicciones libanesas: la existencia de una oficina de censura sobre contenido artístico en democracia y el poder que ejercen religiosos y políticos sobre la creación intelectual.

Grabada como si fuera un documental, la serie, que obviamente no se ha sometido a la supervisión de la oficina de la censura, representa todo un desafío al sistema gracias a la red de redes: “Internet no está regulado en el Líbano, así que no estamos haciendo nada mal”, explica Ayman Mhanna, responsable de la Fundación para la Libertad de Expresión Samir Kassir y patrocinador de la serie. Sin embargo, los creadores de Mamnou3 no lo tuvieron fácil para encontrar actores y personal dispuesto a trabajar en una serie que se ríe de los censores. “Hubo tres o cuatro personas que rechazaron participar en el proyecto por miedo”, explica a Cuarto Poder Nadim Lahoud, el productor de la serie y también su impulsor.

Este joven emprendedor de 22 años, formado entre Beirut y Londres y actualmente empleado en un banco, comenzó a gestar la idea durante una conferencia del citado Mhanna sobre la censura en el Líbano. “Fue en diciembre. Mientras veía los pósteres de las películas prohibidas [desde El Código DaVinci, acusada de atacar al Cristianismo, hasta The West Wing, acusada de ser anti-árabe, pasando por Persépolis, Green Days, Chou Sar o Hotel Beirut] pensé en cómo podría reírme de todo esto porque da tantos motivos para reir. La oficina de censura no da razones para prohibir, sólo esgrime una frase, y empecé a imaginar qué habría detrás de todo eso”.

Sus elucubraciones encontraron el apoyo explícito de Mhanna y, entre febrero y marzo, un equipo de 30 personas –entre ellos 10 actores- grabaron los 10 episodios de 8 minutos que forman la primera temporada. Sólo hace 10 días fueron estrenados los dos primeros para atraer espectadores: el resto será presentado cada domingo en su página web, si los gravísimos problemas de la conexión a Internet en el Líbano no lo impiden.

Por precaución y pese a no haber violado ninguna ley, los responsables de Mamnou3 han mantenido en secreto el proyecto hasta la presentación del mismo. “Lo bueno es que las leyes sobre creación intelectual tienen 50 años, datan de la época colonial, así que no afectan a los contenidos en la red”, continúa Nadim. “Pero si me ocurriese algo, me alegrarían el día porque entonces la serie amplificaría su repercusión. Y seguiría siendo emitida, porque todos los episodios están en varios discos duros y hay una copia en la nube”, dice en referencia al ciberespacio. “Lo peor es que hasta el momento es improbable que la Seguridad General haya visto los episodios porque no hay internet”, explica en referencia a los apagones a nivel nacional de la red de redes que mantienen en permanente estrés a los usuarios en el Líbano, y que han puesto en serios apuros al equipo de Mamnou3 a la hora de colgar el último episodio de la serie.

Otra escena de la serie online. / mamnou3.com

La serie transcurre en la típica oficina gubernamental libanesa, una evocación de los años 70 en medio de la lujosa y decadente Beirut, donde los autores acuden a entregar sus trabajos para toparse con la burocracia pertinente. En ella conviven un coronel, el condescendiente responsable de la oficina “que cree estar protegiendo al Líbano y que su país se lo agradecerá”, su secretaria Joyce, aspirante a modelo, Najem, prototipo del funcionario ineficaz, Suleiman, un brillante informático que no ha encontrado un trabajo mejor, Lamia, la estricta uniformada que odia a Joyce “simplemente porque ésta gusta a todo el mundo”, puntualiza Nadim, y Melham, el chico de los cafés, el único civil en un ambiente de uniformes.

Mamnou3 sirve también para parodiar la sociedad libanesa en otros aspectos tan comunes al resto del mundo, como el enchufismo –parte del equipo del imaginario departamento de censura está en su puesto tras haber sido colocado por un pariente- o los incompensibles designios de la burocracia. “Es la primera vez que en el Líbano aparecen noticias sobre la censura en las portadas sin que se esté censurando algo”, dice entre risas Lahoud.

Ese es uno de los objetivos de Mamnou3, “concienciar a la gente sobre lo inaceptable que resulta seguir sufriendo censura en democracia”. Las razones que suele esgrimir la temida oficina libanesa suele ser una frase, común para todos los proyectos: que la creación artística en cuestión “amenaza la paz civil. “Censuran cualquier guión que hable de masacres, de religión... Actúan con condescendencia, tratan al país como si fuésemos niños que nos vamos a pelear por cualquier cosa. No confían en que la gente pueda actuar de forma correcta”, prosigue el joven productor. “Ya podían tener otras prioridades, como los enfrentamientos armados en Trípoli o los disturbios en Beirut”.

“La censura va a peor desde la guerra civil, y eso es algo inaceptable”, apostilla Nadim Lahoud. Según explica Mhanna, en el último año –desde que el Gobierno del 8 de Marzo, cercano a Hizbulá, llegó al poder- la situación ha empeorado porque los ministros afectados –Interior, Cultura o Información- ya no median públicamente, como ocurría antes, para impedir que se censuren contenidos. “Desde entonces entre 14 y 15 películas se han visto afectadas por la censura”, afirma. Si bien este departamento de la Seguridad General tiene cierta autonomía sobre el Ejecutivo, cuenta con el asesoramiento de un comité civil con representantes de cinco ministerios que deben refrendar las decisiones sobre la censura de contenidos. “Pero de hecho, ambos tienen menos poder que los partidos políticos o los grupos religiosos”, prosigue el responsable de la Fundación Samir Kassir. “Cuando se trata de censurar, todas las religiones están deacuerdo. La mayor parte de las quejas de contenido provienen de los templos”.

Sexo, religión y política están extraoficialmente prohibidos en el Líbano, así que es previsible que, si la censura no lo impide, queden muchos capítulos de Mamnou3 por rodarse y también emitirse. “Aún nos quedan muchas cosas de las que reirnos”, aduce Lahoud.

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