El ‘libertario’ Ron Paul amarga la fiesta de proclamación a Romney

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TAMPA (FLORIDA, EEUU).– En los pasillos del centro de convenciones de Tampa huele a hot dogs y a fritanga. Jóvenes y mayores, hombres y mujeres, sombreros excesivos de Texas y perlas de postín, entran y salen de las gradas a ritmo de country y rock patriotero.

Le acaban de dar la candidatura oficial a la Presidencia a Mitt Romney –logró 2.061 de los 2.286 votos–, tras escenificar un pesado y televisivo proceso en el que a viva voz los delegados principales de cada estado reportan la fidelidad al elegido.

Un trámite que hace muchos años perdió el suspense y que ahora se ciñe a la estricta disciplina de partido, perturbada durante unos minutos por los rebeldes seguidores del septuagenario libertario congresista Ron Paul, disconformes con unas reglas que pretendían ahorrarse un numerito frente a las cámaras.

“¡Sienten a la delegación de Maine!”,  gritaban sus simpatizantes antes de que les llamaran al orden. Y es que el pequeño estado de Nueva Inglaterra había decidido enviar a Tampa una delegación de mayoría paulista. Su mensaje fue acallado por un masivo -y manido- “¡U-S-A! ¡U-S-A!” que inundaba el estadio, trillado deletreo con el que en Estados Unidos se espanta cualquier disidencia. No hay peor ofensa que el desaire a la patria.

“Estoy muy descontento”, dice con sonrisa traviesa Jed Curtis, joven delegado alterno de Maine, que asegura que no votará por Romney en las generales.

Y entre aclamación y discurso, aprueban un programa de gobierno consecuencia de un partido doblegado ante los sectores más recalcitrantes de la derecha.

Drástica reducción del gasto, gobierno limitado y desregulación; enmienda constitucional por el matrimonio de siempre, aborto limitado al máximo y medidas para la autodeportación. O sea, hacerle la vida imposible a los sin papeles para que regresen a su país.

Ann Romney intenta humanizar con sus palabras a su marido, que aparece por sorpresa en el escenario para acompañar a su esposa a su asiento. No se le esperaba hasta el jueves, cuando acepte la candidatura a la Casa Blanca y pronuncie su discurso de cierre (una sorpresa similar la produjo Barack Obama hace cuatro años en la conferencia de Denver).

Mientras tanto, delegados de todo el país continuarán socializando, debatiendo y celebrando en Tampa, a la espera de que el votante americano, este noviembre, les devuelva ese país que dicen les ha sido arrebatado.

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