La victoria de Rohani, un plebiscito para la reconciliación de Irán con Occidente

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Dos mujeres, en primer plano, ayer sábado, celebrando en las calles de Teherán la victoria de Hassan Rouhani, en las elección de Irán. / Abedín Taherkenareh (Efe)

En las últimas elecciones presidenciales, las de 2009, los resultados dando la victoria a Mahmud Ahmadineyad, el candidato entonces apoyado por Alí Jamenei –el Guía de la Revolución- se dieron a conocer a las doce y media de la noche. En las elecciones del pasado viernes, que han colocado la Presidencia en manos de Hasán Rohani, los primeros datos provisionales se facilitaron a las cinco de la mañana y dos horas más tarde los definitivos. Hamid Hosseini, destacado activista de la Asociación española por los Derechos Humanos en Irán, considera que en este interludio de seis o siete horas la cúpula del régimen estuvo valorando las posibilidad de repetir o no el fraude electoral de 2009, un hecho que provocó los más graves disturbios populares desde la instauración de la República Islámica en 1979.

Todo el mundo esperaba que se anunciara como ganador a Baker Kalibaf, a Said Jalili o incluso a Mohsen Rezaie, tres representantes del núcleo duro del régimen, ya que, desde el principio, el proceso electoral se había diseñado como un reajuste de las distintas corrientes internas del “búnker”.

Así, Baker Kalibaf, alcalde de Teherán y muy estrechamente vinculado a la brutal represión de las manifestaciones contra aquel fraude electoral, representaba a importantes mandos de los Guardianes de la Revolución con personalidad propia sin abandonar la fidelidad a Jamenei, mientras Jalili suponía la supeditación total al líder o Rezaie a quienes dirigían los asuntos económicos en la cúpula de esta dictadura teocrática.

Los reformistas, pese a los vínculos de Rohani con el ex presidente Jatami (1997-2005), tenían muy pocas posibilidades una vez que el Consejo de Vigilancia había vetado la candidatura del también ex presidente Rafsanyani, en quien el reformismo y los sectores moderados del chiísmo iraní habían depositado sus últimas esperanzas de tener unos resultados dignos. Junto a Rafsanyani también se había rechazado la candidatura presentada por los seguidores del todavía presidente en funciones Ahmadineyad, quien, pese a su apoyo inicial de Jamenei, había terminado enfrentándose con la máxima autoridad de la República Islámica.

Durante esas horas de incertidumbre, los dirigentes iraníes tuvieron que valorar si exponían al país a una nueva revuelta popular, muy similar a la de 2009, hundiendo aún más a un “búnker” ya aislado del resto del mundo, o bien aceptaban los resultados de lo que se había convertido en un verdadero plebiscito contra el actual enfrentamiento de la República Islámica con la comunidad internacional.

Una vez que Rafsanyani y Jatami hubieran pedido a la población que respaldara masivamente al moderado Rohani, se sabía que el voto popular se volcaría de forma mayoritaria por este antiguo negociador nuclear partidario de una reconciliación con Occidente, fuera cual fuera el resultado oficial que se anunciara.

Quien votaba por Rohani sabía que votaba por una persona que ha basado su campaña en la defensa de los derechos civiles, que ha propuesto la creación de un ministerio dedicado a la mujer, respetuoso con las diferencias étnicas y religiosas de los iraníes, partidario de mantener buenas relaciones con las potencias occidentales, opuesto a una guerra con Israel y defensor de la puesta en libertad de los presos políticos, de forma especial de los dirigentes del Movimento Verde Mehdi Karrubi, Husein Musavi y Zahra Rahnavard, en prisión domiciliaria desde las revueltas populares contra el fraude electoral de hace cuatro años.

Tal y como se desprende de sus primeras palabras de agradecimiento a quienes le habían apoyado, difundidas por la agencia Isna, su victoria es la victoria de la moderación ante el extremismo, de la responsabilidad en la defensa de los intereses nacionales y de que el progreso del país no se puede llevar a cabo contra la voluntad del pueblo, de todos sus “hombres y mujeres, etnias y religiones, dentro o fuera del país”

Según explica también el opositor iraní Hamid Hosseini, en este vuelco electoral ha tenido una gran influencia la grave situación económica y social de las clases populares iraníes, que han visto cómo en solo medio año la moneda iraní vale cinco veces menos que el dólar cuando la inmensa mayoría de los bienes de consumo utilizados por la población son importados y, por lo tanto, sus precios quedan determinados por la moneda internacional. Igualmente habría influido en el masivo respaldo popular a Rohani la extendida idea de que una reconciliación con Occidente es la única posibilidad de acabar con los padecimientos de una población harta de las posiciones belicistas y aventuras internacionales de Jamenei y de sus Guardianes de la Revolución, verdaderos detentadores del poder.

El reconocimiento de la mayoría absoluta obtenida por Rohani -52,76 por ciento frente al 16,31 de Kalibaf, el 11,78 de Jalili y el 11,55 de Rezaei- sería igualmente el reconocimiento por parte de Jamenei de que Irán no puede continuar manteniendo un sistema político con el que no puede conseguir apoyo popular ni siquiera manipulando unas elecciones en las que desde la selección de los candidatos hasta el recuento de los votos están bajo su control. De esta forma, aceptar la victoria de Rohani sería una de las pocas salidas que le quedaban para mantener un sistema político hace tiempo agotado.

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