El joven y ambicioso Renzi tiene el camino despejado hacia el palacio Chigi

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Lucia Magi *

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Matteo Renzi, ayer, a su llegada a la sede del Partido Democrático para asistir a la reunión en la que se decidió retirar el apoyo a Letta. / Alessandro Di Meo (Efe)

ROMA.– Una vez más, Italia se abandona al desgobierno. El primer ministro italiano, Enrico Letta renuncia a guiar el país tras solo 10 meses. Matteo Renzi, secretario de su misma formación, el izquierdista Partido Democrático, le puso una buena zancadilla al pedir que la directiva votara ayer si seguía confiando en el Ejecutivo de amplios acuerdos que Letta guiaba desde abril, entre dificultades y temblores. “Agradecemos al Gabinete su trabajo, pero es urgente y preciso un cambio para salir del estancamiento”, clamó Renzi, que finalmente fue respaldado por 136 votos contra 16. Gracias, pero hasta aquí hemos llegado. Letta, de espaldas a la pared, tuvo que rendirse. Hoy sube a la colina del Quirinale, donde reside el Presidente de la República, para entregar su dimisión en las manos de Giorgio Napolitano. La crisis está abierta.

Con la salida de Letta se cierra la fase de enfrentamientos internos en el PD, que vivía sumergido una extraña dicotomía, casi un trastorno de doble personalidad desde las primarias del 8 de diciembre que coronaron a Renzi secretario: por una parte la formación lucía un rol institucional, cubierto por el jefe del Ejecutivo elegido a dedo por Napolitano, sin respaldo electoral alguno, obligado a buscar compromisos con los aliados de derechas con tal de estabilizar Italia. Por el otro estaba la estrella naciente, el delfín, joven y fresco, aquel alcalde de Florencia, ajeno al Parlamento y a sus equilibrios y componendas, triunfador de las bases, que pinchaba al Ejecutivo y se parecía más a un líder de la oposición que el secretario del partido que mantenía las riendas del país.

En un momento de relativa calma política, cuando los datos regalaban tímidas esperanzas para la economía y el enemigo público número uno de la centro izquierda, Silvio Berlusconi, se iba apagando entre condenas definitivas y juicios pendientes, el PD  consiguió tropezarse por si solo. Sin adversarios externos, suicidó a su mismo Ejecutivo. Renzi derrumbó a Letta y ahora su camino para el palacio Chigi está despejado, sin obstáculos. No hay alternativas. El Presidente quiere alejar la hipótesis de adelantar las elecciones para no alargar la fase de inestabilidad y el delfín es el único que los números en el Parlamento para sustituir a su víctima, porque es él quien ahora goza del apoyo del partido con más escaños. Es probable que entre el sábado y el lunes Giorgio Napolitano le encargue un nuevo Ejecutivo que, con el objetivo de terminar la legislatura en 2018, impulsar la recuperación y llevar a cabo las reformas necesarias.

El alcalde de Florencia nació en enero de 1975, es católico y desde el principio militó en las filas del PD, que nació en 2008 de la fusión entre lo que quedaba del ala social de la Democracia Cristiana y de los excomunistas. Desde que se asomó al escenario de la política nacional, observando Roma desde su ciudad natal, se presentó como el castigador del viejo sistema. Un sistema que había que “rottamare”, es decir, llevar al desguace. Un sistema, en su retórica, representado más por el casposo y perdedor aparato del PD que por Berlusconi. Renzi lo dice con descaro, con lenguaje directo y comprensible para todos, sin pelos en la lengua, sin preocupaciones de guardar modales o dogmas y barreras sagrados para la izquierda italiana. En sus campañas electorales (hasta ahora se presentó dos veces a las primarias internas) pide el voto de los berlusconianos decepcionados; acudió a la mansión milanesa del Cavaliere para comer con él; pactó con el “Gran enemigo” una reforma del sistema electoral; hasta presenció, un sábado por la tarde, vestido con jeans y chaqueta de piel, al programa más popular de la berlusconiana Canal 5, la cadena del entretenimiento ligero más despreciada por las bases de la izquierda. A Renzi no le importa guardar los modales. Él sigue por su camino. Y sella hoy el triunfo político de su ambición personal.

Este es el rasgo que le atribuyen por unanimidad los observadores. De hecho, él mismo dio la razón a quienes lo tachan de extremadamente ambicioso: “No voy a desmentir lo que escriben sobre mí. Sí que hay una ambición desmesurada. Es la ambición de transformar el país. Tenemos que tenerla todos. Desde yo mismo, el secretario, hasta el último inscrito en el PD, porque Italia no puede vivir en una situación de incertidumbre e inestabilidad”.

La primera prueba para medir si esta ambición tiene fundamento o es vanagloria será la formación de un equipo de Gobierno. “Renzi no tiene la experiencia de Letta, actúa por instinto y carece de contactos internacionales –comentaba Stefan Folli, analista del Sole 24 ore– Necesita ministros competentes y de perfil elevado para darse credibilidad, en Italia y en Europa”.

(*) Lucia Magi es periodista.
3 Comments
  1. Ignacio says

    Mal empieza el niñato

  2. GENTE CORRIENTE says

    come con Berlusconi y pacta con él una reforma de la ley electoral? lagarto, lagarto

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