Las dudas políticas de Tayip Erdogán mantienen en vilo a toda Turquía

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El nuevo mapa político de Turquía. El color verde indica las victorias del AKP en los pasados comicios municipales, el granate las del CHP, el gris corresponde a los triunfos del  MHP y el amarillo a los del BDP. / Manuel Martorell
El nuevo mapa político de Turquía. El color verde indica las victorias del AKP en los pasados comicios municipales, el granate las del CHP, el gris corresponde a los triunfos del MHP y el amarillo a los del BDP. / Manuel Martorell

El próximo mes de mayo Tayip Erdogán tendrá que tomar una decisión sobre su candidatura  a la Presidencia de Turquía. Ese mes, el gubernamental Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) celebrará una conferencia especial para definir la estrategia respecto a las elecciones presidenciales de agosto, las primeras en las que los electores turcos podrán elegir directamente al presidente del país.

Pero, hasta entonces, el actual primer ministro no deja de deshojar la margarita sin dar una señal clara de lo que piensa hacer. Tras la inesperada victoria en los comicios locales del 30 de marzo, se encuentra en las mejores condiciones para imponer su política durante otra década más. Bajo el liderazgo de Erdogán, el AKP no ha perdido ninguna elección importante y lo mismo ocurrirá el próximo mes de agosto.

Así se desprende de lo ocurrido en la jornada electoral del 30 de marzo, que se había convertido en un auténtico plebiscito sobre su forma de gobernar. Erdogán comparecía en las peores circunstancias que se pueden imaginar, cuando todavía coleaban las revueltas populares del pasado verano, salpicado su Gobierno por continuas denuncias de corrupción, bajo duras críticas internacionales por su acoso a las redes sociales de internet y bajo la amenaza del boicot electoral por parte de sus antiguos e influyentes aliados de la Cofradía Gulén.

Los electores, que confluyeron a las urnas en un porcentaje mayor respecto a otros comicios locales, se comportaron realmente como si se tratara de un plebiscito porque el país amaneció más polarizado que nunca. Tanto el partido en el Gobierno como la principal opción opositora, el socialdemócrata Partido Republicano del Pueblo (CHP), aumentaron sus votos, mientras que los ultranacionalistas del MHP apenas si conseguían mantenerse. Erdogán consolidaba su hegemonía en las extensas regiones de la Anatolia pero el CHP seguía ganando en las grandes metrópolis de la costa mediterránea, obtenía dignos resultados en Istanbul (13 millones de habitantes, un quinto de la población total) y ponía en cuestión la mayoría del AKP en la capital, Ankara.

Al margen de esta correlación de fuerzas, el partido kurdo de la Paz y la Democracia (BDP) volvía a imponerse en las provincias del sureste, desvaneciéndose así la ilusión de que los kurdos abandonaran a los herejes del PKK y volvieran al redil de la fe musulmana. El mismo sentido tenía el fracaso de la operación Huda Par, un partido kurdo islamista que había sido legalizado para restar votos al BDP pero que apenas ha conseguido 90.000 papeletas frente a los más de dos millones del BDP.

Erdogán, en la nueva etapa de gobierno que le espera, deberá gestionar tres Turquías distintas: la suya, rural e islámica, la de las grandes ciudades con fuerte presencia de la oposición y la de un Kurdistán ansioso por poner en marcha ya cualquier fórmula de autonomía, sea constitucional o no.

Pero Erdogán, primero, debe decidir si esta nueva etapa que comenzará con las presidenciales de agosto la va a dirigir como Presidente de Turquía o continuando en su cargo actual de primer ministro. Y aquí es donde se le complican las cosas. Si quiere seguir dirigiendo el Gobierno como ahora, deberá cambiar la norma interna del AKP que pone como límite tres mandatos consecutivos al frente del Gobierno.

Si, como está previsto,  opta por presentar su candidatura a la Presidencia, entonces se verá en la tesitura de sacrificar políticamente al actual presidente, Abdullah Gul, que no ha dejado de cuestionar su línea autoritaria y que ya ha anunciado su rechazo a que en Turquía se repita el intercambio de cargos experimentado en  Rusia por Validmir Putin y Dimitri Medvedev.

En ese caso, Erdogán necesitaría un hombre de paja como primer ministro, una correa de transmisión entre las decisiones de la Presidencia y el Consejo de Ministros, a no ser que, forzando las prerrogativas constitucionales, acuda a presidir las sesiones de Gobierno de forma continuada. Abdullah Gul ha dejado claro que él no va a jugar ese papel, no descartándose que, si es relegado del Gobierno, opte por crear una nueva organización política y competir con el AKP. La reacción de los gulenistas ante esta tesitura es otra incógnita que solo añade tensión a estos delicados momentos por los que atraviesa el país otomano.

Tayip Erdogán, por lo tanto, aun habiendo salido considerablemente reforzado de las últimas elecciones municipales, tiene por delante la difícil tarea de gobernar tres Turquías distintas y una oposición todavía fuerte, manteniendo el equilibrio suficiente para que estas cuatro realidades no terminen provocando nuevos estallidos de violencia en la calle.

2 Comments
  1. gardenia says

    La verdad, no creo que le cueste nada cargarse a Abdullah Gul con el que últimamente mantiene diferencias irreconciliables. Erdogan se ha revelado como lo que es: un dictadorzuelo

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