El ejemplo de Portugal: una inédita alianza de la izquierda para alcanzar el poder

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Alberto Pradilla *

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Catarina Martins (derecha), líder del Bloco de Esquerda, ha logrado una coalición de izquierdas en Portugal. / Efe

LISBOA.– Pese a la cercanía geográfica, Portugal suele ser un gran desconocido para la opinión pública española. Aunque con sus características propias, Lisboa comparte con Madrid una grave crisis bancaria, un ahogamiento social incrementado por los recortes impuestos por la Troika y elecciones muy recientes. Sus resultados, no obstante, son difícilmente extrapolables.

Tras los comicios del 4 de octubre, una inédita entente ha dado un vuelco político histórico en el país vecino. En las urnas se impuso la coalición conservadora Portugal al Frente, liderada por Pedro Passos Coelho con 102 diputados. No fue suficiente, ya que carecía de mayoría parlamentaria. Así que Partido Socialista (86), Bloco de Esquerdas (19) y Partido Comunista (17), a los que se suma el único representante del Partido Animalista, han firmado un acuerdo de mínimos que encumbra al socialista Antonio Costa como primer ministro de un gobierno formado únicamente por miembros de su partido. Por primera vez desde la revolución de los claveles, las formaciones a la izquierda del PSP son determinantes para formar gobierno. Las diferencias son claras pero todos coinciden en el mensaje lanzado por el jefe de Ejecutivo: "hay que superar el ciclo de austeridad".

"Un millón de votos se situó a la izquierda del Partido Socialista. Esto solo permitía dos tipos de mayorías: una, apoyada en los partidos convencionales, que son los responsables de las políticas de austeridad. Otra, dependiendo de las aportaciones del Bloco y el PCP". Marisa Matías, eurodiputada del Bloco de Esquerda y candidata a la presidencia de la República, explica a cuartopoder.es la clave para el giro del PSP. Como segunda fuerza solo podía hacer dos cosas: seguir a rueda de Passos Coelho, cuyo gobierno ha estado marcado por los recortes en servicios sociales, pensiones y salario mínimo, así como por la privatización de bienes públicos, o liderar una alternativa. Se trataba de una decisión compleja, ya que fue el propio Partido Socialista el que inauguró la etapa más negra de la historia reciente cuando el expresidente José Sócratas pidió el rescate en 2011 y firmó el memorándum. A cambio de 78.000 millones de euros, el país luso quedaba en manos de los "hombres de negro".

"La crisis de la deuda soberana es una crisis del sistema bancario que ha afectado a los sistemas políticos y la democracia en Europa. La austeridad ha tenido efectos terribles", afirma Paulo Pisco, diputado del PSP y responsable de la Comisión de Negocios Europeos. En realidad, la formación socialista no lo tenía claro antes de que las urnas repartiesen suerte. Llevaba uno de sus programas más a la derecha, basado en cumplir con los "compromisos europeos". La jugada maestra de Catarina Martins, líder del Bloco y la responsable de que el partido haya pasado de una profunda crisis interna a ser determinante, fue la que cambió las cosas. Ya en campaña, Martins lanzó el anzuelo. "Si se revertían cuestiones como la bajada de las pensiones, el descenso de las cotizaciones de las empresas a la seguridad social y el salario mínimo, podíamos sentarnos a hablar", explica Jorge Costa, compañero de filas. La misma propuesta se repitió la noche electoral. Así que para cuando el presidente, Aníbal Cavaco Silva, también conservador, quiso investir a Passos Coelho, ya había un acuerdo a su izquierda.

Esto no evitó que la coalición derechista tratase de aferrarse al poder. Passos Coelho, incapaz de sostener su Ejecutivo, tuvo el dudoso honor de mantener el Gobierno más breve de la historia de Portugal: solo once días, del 30 de octubre al 10 de noviembre, cuando se impuso la moción de censura planteada por el PSP y apoyada por Bloco y PCP.

Finalmente, el presidente de la República, que estará en su puesto hasta el 24 de abril, cuando se celebran nuevos comicios, aceptó entregar el gobierno a Antonio Costa. Hasta aquí lo fácil. Porque ahora tienen que ponerse en práctica acuerdos bilaterales que nunca se han discutido en una mesa conjunta por expreso deseo del Partido Comunista.

"Terminó el empobrecimiento de la gente. No pueden seguir perdiendo capacidad adquisitiva por vía de recortes o de impuestos", argumenta Jorge Costa. Por ahora, el Ejecutivo del PSP ha pasado su primera prueba: los días 3 y 4 de diciembre presentó su programa y sorteó una moción de censura presentada por la derecha. Entre las medidas, iniciativas que tendrán impacto directo en la población: freno a la privatización de los transportes en Lisboa y Oporto (lo que afectaría directamente a dos empresas españolas, Alsa y Avanza, que contaban con hacerse con la concesión), subida del salario mínimo, incremento de las pensiones, reducción del IVA e impuestos más progresivos. No es poco para comenzar. Sin embargo, quedan muchas cosas pendientes. "Es un gobierno del Partido socialista. Es posible introducir elementos desde la izquierda para echar a la derecha del poder pero todavía falta. Hay cuestiones como la dignificación de los salarios o la renegociación de la deuda para las cuales el PSP no está disponible", dice Costa.

Aquí se da una paradoja. Para los partidos de izquierda, el éxito está en haber arrastrado al PSP, habitualmente ubicado en el establishment, al bloque antiausteridad. Aunque con matices, ya que el primer ministro dejó claro en las negociaciones que el cuadro macroeconómico sería el cocinado por su formación y "compatible con los compromisos europeos". Para el PSP, por su parte, la victoria está en llevar a Bloco y PCP al campo de la "estabilidad". Es decir, convertirlos en partidos con los que se puede contar para formar gobierno. Lo cual también genera contradicciones. ¿Quién gana y quién pierde más en esta coyuntura? Falta tiempo para asegurarlo aunque la primera consecuencia, la ruptura con los últimos cuatro años, ha generado expectativas.

A los previsibles choques internos entre dos tradiciones políticas enfrentadas, se le suman dos dificultades. Por una parte, las reticencias de la alianza conservadora para admitir que ya no están en el poder. Su primera reacción fue la de calificar como "ilegítimo" el nuevo Gobierno y recuperar la retórica anticomunista de los primeros años postdictadura salazarista. Además, visualiza los comicios presidenciales como una segunda vuelta. El jefe de Estado tiene en Portugal competencias para torpedear al Gobierno y el candidato derechista, Marcelo Rebelo de Sousa, parte con ventaja. Por otro lado pesa el temor a las previsibles presiones de Europa. Aunque en esto, tanto Costa como Pisco coinciden: Portugal no está en la misma situación que Grecia, todavía tiene acceso a la financiación de los mercados y existen mecanismos que el Banco Central Europeo no podrá utilizar para el chantaje como sí que hizo contra el Ejecutivo de Alexis Tsipras.

Lo que parece seguro es que la nueva entente no tendrá una influencia destacable en el futuro inmediato de España. A nadie se le olvida la cercanía de las elecciones del próximo 20 de diciembre pero no parece suficiente. "Puede afectar, aunque los países tienen cada uno su propio camino. Quizás puede tener alguna influencia en la percepción sobre la nueva forma de gestionar las crisis pero creo que no será muy importante", afirma Pisco.  "Creo que nosotros aportamos un refuerzo de la alianza auntiausteridad. Espero que España también, que Irlanda también. No son modelos perfectos, pero creo que si hay cambios en otros países se facilitan las cosas incluso para Grecia", remarca Marisa Matías.

Aunque las desconfianzas que hunden sus raíces en la revolución de los claveles no han sido superadas, Portugal inicia un nuevo camino en el que tratará de alejarse de la ortodoxia de Bruselas y Berlín.

(*) Alberto Pradilla es periodista.

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