ORIENTE MEDIO / La expansión iraní por Siria e Irak abre una nueva crisis en la región

Irán se asoma al Mediterráneo

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Homenaje en Teherán a las víctimas de los atentados del 7 de jun io en Teherán
El presidente del Parlamento iraní, Alí Larijaní, a la izquierda; el presidente iraní, Hasan Rohaní, a su lado, y el jefe del Poder Judicial, ayatolá Sadeq Larijaní, entre otros, asisten, el pasado viernes, al funeral de las víctimas de los atentados del 7 de junio en Teherán. / Efe

Como ya es suficientemente conocido, la revuelta popular en Siria contra el régimen de Bashar al Asad e incluso la expulsión del Ejército iraquí de muchas ciudades del denominado “triángulo suní” durante el verano de 2014 fue vivido por las poblaciones locales como un movimiento de liberación. Después, todo derivaría en una cruel guerra sectaria y finalmente en un enfrentamiento entre el chiísmo y el sunismo que está afectando a todo el mundo musulmán.

Ahora la profunda crisis de Oriente Medio da otra vuelta de tuerca al surgir una nueva amenaza que está fragmentando la hasta ahora aparente unidad de las potencias regionales, como Arabia Saudí, Irán y Turquía, y las potencias internacionales, especialmente de Estados Unidos, la Unión Europea y Rusia, en la lucha contra el Estado Islámico (ISIS).

La República Islámica de Irán, que ha enviado tropas tanto a Siria como a Irak para ayudar a los respectivos gobiernos chiíes en la lucha contra el yihadismo suní, está utilizando este despliegue militar para ampliar su presencia en toda la región, no excluyéndose la formación de un corredor terrestre que le permitiría acceder al mar Mediterráneo siguiendo el avance sobre el terreno de las distintas unidades proiraníes.

El mapa muestra las líneas de avance de las fuerzas pro-iraníes tanto en Siria como en Irak. / Manuel Martorell

Dos serían los “caballos de Troya” que servirían a Teherán para lograr este objetivo estratégico: las milicias libanesas de Hezbolah, que llevan varios años combatiendo en los distintos frentes de Siria, y las Hashd al Shaabi (Unidades de Movilización Popular), milicias que combaten al ISIS junto al Ejército iraquí.

Estas fuerzas irregulares iraquíes se crearon en el año 2014, como respuesta al llamamiento realizado por el gran ayatolá Alí al Sistani --máxima autoridad religiosa chií--, para hacer frente a la amenaza de que los seguidores de Abu Bakr al Bagdadi --autoproclamado califa del ISIS-- entraran en Bagdad y luego se dirigieran a Nayaf y Kerbala, las dos principales ciudades santas del chiísmo.

Las Hashd al Shaabi son, en realidad, un variopinto conglomerado de milicias, aunque las principales de ellas, las mejor equipadas, organizadas y las que están soportando el peso en la lucha contra el Califatolos, son las Brigadas al Bader, respaldadas económica y militarmente por Teherán.

El creciente poder  de estas brigadas y su alineamiento político con el anterior primer ministro Nuri al Maliki, enfrentado al actual Gobierno de Haider al Abadi, está provocando una creciente preocupación, ya que ha terminado por convertirse en un verdadero ejército, paralelo al regular, con posturas religiosas extremadamente radicales. Por este motivo, el Ejército regular, controlado por Bagdad, les ha prohibido entrar en las ciudades de Mosul y Tal Afar, para evitar actos de venganza contra la población suní.

Existen numerosas denuncias sobre torturas e incluso decapitaciones de los prisioneros. De hecho, líderes de varias tribus árabes suníes de la zona de Mosul han manifestado que prefieren estar bajo la protección de los peshmergas kurdos o que se conceda a los territorios suníes una autonomía semejante a la del Kurdistán, antes que permitir que estas milicias chiíes se establezcan en sus territorios.

En estos momentos, el principal temor en Irak es que, una vez derrotado el Estado Islámico, esta poderosa fuerza militar no se disuelva y permanezca activa como un contrapoder en manos de Irán para presionar al ya debilitado Gobierno de Abadi.

'Colonización' soterrada

Una preocupación semejante está surgiendo en Siria, donde las tropas de Hezbolah, respaldadas abiertamente por los pasdaranes (los guardianes de la revolución) iraníes y por otros cuerpos de voluntarios chiíes, incluso procedentes de Afganistán y Paquistán, aprovechan sus victorias militares para establecerse en las zonas que van ocupando.

En algunas ciudades sirias se comienza a hablar de la creación de bases iraníes; de la presencia no solo de militares, sino también de empresas pertenecientes a los guardianes de la revolución e, incluso, del desplazamiento de comunidades cristianas de los territorios ocupados por los pasdaranes, como ya ha ocurrido en el casco antiguo de Damasco, una de las zonas de mayor presencia cristiana de Siria.

Tras participar en las batallas de Hama, Homs y Alepo, las fuerzas proiraníes que actúan en Siria ahora estarían interviniendo en Palmira y al oeste de Raqqa (ver mapa), en principio con la intención de llegar a la provincia de Deir-er-Zoor, ya en la frontera con Irak. Allí se podría producir la ansiada conexión con las Brigadas al Bader, que acaban de tomar posesión del paso fronterizo de Tal Sifug, después de haber avanzado desde la zona de Tal Afar, donde ya controlan el aeropuerto de esta ciudad próxima a Mosul. Las Brigadas al Bader no han tardado en mostrar  su disposición a entrar en  Siria para unirse a sus correligionarios de Hezbolah, un anuncio rechazado por el Gobierno de Bagdad, ya que la actual constitución iraquí impide a sus tropas intervenir fuera del país.

Milicianas kurdas del YPG en Siria.
Milicianas peshmergas de las Unidades de Protección Popular kurdas (YPG) que, con respaldo de Estados Unidos, se enfrentan en el norte de Siria a las fuerzas del Ejército Islámico. / Kurdishstruggle (Flickr)

Algunos medios, recordando la figura del Creciente Fértil --una media luna invertida que rodea la antigua Mesopotamia-- comienzan a hablar de un Creciente Chií que, siguiendo los pasos de estas brigadas internacionales chiíes, conectaría la ciudad iraní de Qasr-e-Shirin con Beirut.

Hipotéticamente, este corredor permitiría el trazado, en un futuro, de posibles gasoductos y oleoductos, pero también de nuevas carreteras e incluso de un ferrocarril que haría realidad el sueño iraní de tener una salida al mar Mediterráneo. No es ninguna casualidad que el Gobierno de Teherán acabe de anunciar su proyecto de conectar la frontera irano-iraquí de Qasr-e-Shirin a la red ferroviaria de Irán.

La presencia iraní ya habría provocado incidentes armados dentro de la alianza contra el Estado Islámico, especialmente con los peshmergas kurdos, mientras que las Unidades de Protección Popular (YPG, kurdas) de Siria, respaldadas por Estados Unidos, han advertido a estas fuerzas que no penetren en las zonas bajo su control.

Aún mayor repercusión está teniendo esta situación dentro de la coalición internacional, al crearse, tras la reciente gira de Donald Trump, un “frente anti-iraní”, con EEUU y Arabia Saudí a la cabeza. Pero en ningún caso se trata de un radical cambio de estrategia porque, en el fondo, se sigue apoyando, precisamente a través de la monarquía saudí, pero también de Turquía, movimientos islamistas que solo se diferencian por su mayor o menor grado de brutalidad, en vez de apostar definitivamente por aquellas fuerzas emergentes que buscan una solución democrática y federal a la nueva crisis de Oriente Medio.

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