Tras 2.000 años de existencia, el cristianismo puede desaparecer de Oriente Medio
- Más de un millón de creyentes han abandonado Irak desde finales del siglo pasado; en Siria el porcentaje de población cristiana ha bajado del 12 al 8 por ciento.
- Quienes huyen se niegan a regresar debido a la situación de inseguridad existente.
- Un grupo de mujeres navarras pone en marcha un proyecto de cooperación en el Kurdistán iraquí para refugiados de Mosul y Bagdad
¿Puede desaparecer el cristianismo en Oriente Medio tras 2.000 años de existencia? Este es el temor que embarga a las principales jerarquías de las distintas corrientes cristianas, sobre todo en Siria e Irak, países con una histórica presencia cristiana y donde, debido a la persecución religiosa del Estado Islámico, ahora se encuentra en peligro de desaparición. Esto, al menos, es lo que está ocurriendo en las principales zonas de estos dos países, por donde se produjo la primera expansión geográfica de la fe en Cristo y donde se mantenían importantes bolsas de población cristiana.
En algunos lugares, como ocurre en Mosul, histórico enclave cristiano, la cuenca del río Habur, las ciudades de Deir er Zoor y Raqqa o las localidades a lo largo de la frontera turca, todas ellas al norte de Siria, los cristianos no solo huyeron ante la amenaza de ser exterminados sino que se niegan a volver incluso ya derrotado el Estado Islámico por el clima de inseguridad que se vive en toda la región.
En otras zonas de Irak y Siria, también de ancestral coexistencia religiosa, donde las fuerzas gubernamentales han recuperado el control, la dura experiencia de la guerra sectaria ha calado profundamente entre los creyentes e igualmente se niegan a regresar a sus casas. Esto es lo que ocurre en la Planicie de Nínive, al norte de Irak, o en la capital, Bagdad, y en el corredor sirio que va de Damasco a Alepo.
Incluso, en otros casos, la victoria sobre el Estado Islámico ha dado paso a un nuevo choque entre las distintas fuerzas que combatían a los yihadistas por consolidar su dominio territorial. Por ejemplo, en la localidad de Batnaya, al este de Mosul, había 800 familias cristianas antes de la ofensiva del Estado Islámico en junio de 2014. Entonces, todas huyeron. La mitad han conseguido salir de Irak pero la otra mitad, distribuida por otras regiones iraquíes, se niega a regresar debido a que Batnaya ha quedado dentro de lo que podría ser en un futuro campo de batalla entre los peshmergas kurdos y las milicias chiíes (Hashd al Shaabi).
Tampoco termina de cuajar el proyecto de una autonomía cristiana con sus propias fuerzas de autodefensa en esta Planicie de Nínive ya que, en un hipotético conflicto, nada podrían hacer ante los poderosos vecinos chiíes o kurdos.
A ello hay que unir la devastación provocada por las operaciones militares para desalojar al Estado Islámico, que ha supuesto en muchos sitios la definitiva destrucción de iglesias, seminarios, escuelas y sedes episcopales. Un buen ejemplo es el de la iglesia de los Mártires de Raqqa, de rito armenio. Cuando el Estado Islámico se hizo con esta ciudad siria convirtiéndola en “capital” del Califato, el templo fue transformado en centro de reclutamiento y se mantuvo intacta, salvo la eliminación de la simbología religiosa. Sin embargo, en la dura batalla por la reconquista de la ciudad, fue bombardeada y definitivamente destruida.
En la Planicie de Nínive, que es la zona geográfica mayoritariamente cristiana más extensa de Irak, solamente un tercio de sus habitantes se han atrevido a volver, dudándose seriamente de que el resto lo haga en el futuro. A esta conclusión han llegado un grupo de mujeres navarras que acaban de volver de esta parte de Irak, donde están impulsando un pequeño proyecto de cooperación para mejorar las condiciones de vida de los cristianos y frenar así su éxodo hacia Occidente.
El proyecto consiste en un obrador para hacer y comercializar pastas y dulces en Ankawa, el barrio cristiano de Arbil, capital del Kurdistán iraquí. Hasta ahora, el obrador, que también funciona como cafetería, da trabajo a media docena de personas procedentes de Mosul y Bagdad que, gracias a esta iniciativa, han decidido quedarse en Irak en vez de engrosar la masa de refugiados que se encamina hacia Europa. Allí, en Irak, colaboran con la ONG Humanitarian Niniveh Relief Organization (HNRO), canalizando las aportaciones económicas las canalizan a través de la organización navarra de Cáritas para el proyecto Fábrica Alimentos HNRO Nínive.
María Concha Orbe, Nuria Armendáriz y Fátima de Orbe, impulsoras de este proyecto, han comprobado sobre el terreno cómo han quedado los edificios cristianos en la Planicie de Nínive. La catedral de Qaraqosh, principal ciudad de esta región, está siendo restaurada tras haber sido convertida por el Estado Islámico en centro militar y su claustro en polígono de tiro.
Según les mostraron en el monasterio de Naqurtaya, al norte de Qaraqosh, se han encontrado vestidos de las mujeres yezidis convertidas en esclavas sexuales y también libros manuscritos en arameo, la lengua internacional de Oriente Medio en tiempos de Jesucristo, quemados por los yihadistas, algunos con cientos de años de antigüedad.
Se calcula que en Irak, cada día, salen del país una veintena de familias cristianas. A finales del siglo XX, había millón y medio de fieles; en la actualidad, nadie da una cifra superior a los 400.000. Es decir, habrían abandonado el país más de dos tercios del total; otros cálculos elevan esa cifra al 80 por ciento. Algo semejante está ocurriendo en Siria. Antes de la actual crisis, la población cristiana suponía el 12 o 13 por ciento del total; hoy, habría bajado al 8 por ciento.
El temor al regreso aún es mayor en el caso de los yezidis, perseguidos aún con mayor crueldad por el Estado Islámico. Miles de ellos, sobre todo varones y mujeres de avanzada edad, fueron asesinados y sus cuerpos tirados a fosas comunes. Hasta el momento se han localizado unos 60 enterramientos colectivos de los que se están examinando aproximadamente la mitad.
Nadia Murad, símbolo y personificación del sufrimiento yezidi, ha declarado tras ser galardonada con el último Premio Nobel de la Paz que los yezidis solo regresarán a Sinyar, la región al oeste de Mosul donde vivían unas 300.000 personas, si la comunidad internacional garantiza la seguridad necesaria para vivir.
Esta parece ser una de las claves para salvar lo poco que queda de la ancestral diversidad cultural y religiosa de Oriente Medio, aparte de poner en marcha, como ocurre con el modesto proyecto de estas mujeres navarras, programas de cooperación para que cristianos, yezidis y miembros de otras minorías amenazadas puedan continuar en la tierra que sus antepasados ya habitaban hace más de 2.000 años.
Eso de que en la zona kurda los cristianos tienen algo de seguridad es falso completamente: son perseguidos, aunque no suelan matarlos. Les cierran las escuelas, les quitan sus lugares de culto, les imponen un idioma que para ellos es ajeno completamente, son víctimas de los abusos de los militares kurdos, etc.