Tras la resaca, Bolsonaro

  • En todas las fotos, hombres blancos. La cara del nuevo gobierno
  • Para sus detractores, es un autoritario, inclusive un fascista, tomando control de Brasil. Para ellos, el reciente escándalo de corrupción de su hijo Flávio Bolsonaro, hoy diputado, muestra la verdadera cara del clan

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Brasil despertó de la resaca de Nochevieja con un nuevo presidente. Cada cuatro años los brasileños inauguran el año con un inquilino nuevo en el Planalto, el Palacio de la Presidencia en Brasilia. Esta vez le tocó al hombre que dijo que prefería tener un hijo muerto en un accidente que un hijo homosexual. Jair Bolsonaro tomó posesión de su cargo ayer 1 de enero de 2019 como 38° Presidente de la República de Brasil en una Brasilia tomada por un fortísimo esquema de seguridad con el despliegue de más de 6.000 agentes. Las medidas para la prensa fueron las más restrictivas de toda la historia de la democracia, humillantes, se podría decir, como para dejar claro que su relación con los periodistas los próximos cuatro años será tensa. El momento generó una enorme expectativa.

Para sus detractores, es un autoritario, inclusive un fascista, tomando control de Brasil. Para ellos, el reciente escándalo de corrupción de su hijo Flávio Bolsonaro, hoy diputado, muestra la verdadera cara del clan. El Ministerio de Hacienda de Brasil descubrió que durante 2016 y 2017 su chofer movió 1,2 millones de reales (unos 270.000 euros), suma evidentemente incompatible con el salario de alguien cuyo trabajo es conducir un coche. La investigación de Hacienda cita las conexiones del empleado con Flávio Bolsonaro y la futura primera dama. Parece que todo se quedaba en familia. Sin embargo los apoyadores de Jair Bolsonaro no podían estar más eufóricos. Según los resultados del sondeo Datafolha en diciembre, el optimismo de los brasileños está batiendo records: el 65% piensa que la economía mejorará en los próximos meses. Es el mayor índice de confianza desde 1997.

Los industriales también parecen felices. El Índice de Confianza del Empresario Industrial alcanzó 63,2 puntos, el mayor índice desde septiembre de 2010 (de 63,3 puntos), cuando Brasil vivía la euforia de la era Lula. Tanto era el entusiasmo que muchos grupos organizaron paquetes turísticos para asistir a la ceremonia en Brasilia. Había para todos los bolsillos. En São Paulo, el viaje más barato, 54 euros, era de autobús y pasando la noche dentro del propio vehículo. Como son 17 horas de carretera de São Paulo a Brasilia, los que optaron por esta opción se perdieron la Nochevieja, pero un patriota es un patriota. Para los bolsonaristas más refinados, algunas agencias prepararon viajes de avión y hotel. Ahí ya rondaba los 500 euros.

El día D estuvo compuesto por varios momentos ceremoniosos pero, esta vez, el simbolismo va más allá del mero protocolo. Desde la Catedral Metropolitana de Brasilia, el excapitán Bolsonaro, de 63 años, acompañado de su esposa, Michelle Bolsonaro, de 34 años, encontró su vicepresidente, el general Hamilton Mourão, también acompañado de su esposa, Paula Morão. Fue la primera vez que en la vida pública brasileña un general caminó detrás de un capitán. En coches separados, fueron hasta la Cámara de los Diputados donde los recibieron el Presidente del Senado, Eunicio Oliveira, el Presidente de la Cámara de los Diputados, Rodrigo Maia y el Presidente del Tribunal Supremo, Dias Toffoli. Fue la foto de la cara de póquer, aunque tampoco es que las caras de póquer sean desconocidas para los políticos.

El encuentro entre estos hombres representó las polémicas que han marcado estos últimos meses y que, sin duda, marcarán el nuevo gobierno. En noviembre, Eunicio Oliveira tuvo un enfrentamiento verbal grave con el futuro Ministro de Economía, el ultra liberal Paulo Guedes, que quería imponer sus propias reglas para votar la reforma de la pensiones ignorando y atropellando los ritos de la Cámara. Rodrigo Maia también está en pie de guerra con Onyx Lorenzoni, futuro Ministro de la Casa Civil, el Ministerio que en Brasil se encarga de la articulación política. Ambos son del mismo partido, el Demócratas (DEM) y ambos luchan por su control. En octubre, Eduardo Bolsonaro, hijo del presidente, dijo, en un momento de bravuconería autoriataria, que si el Tribunal Supremo daba problemas se podría cerrar y que “para cerrarlo bastan un soldado y un cabo”, a lo que Dias Toffoli replicó afirmando por carta que “atacar el Tribunal Supremo es atacar la democracia”. En todas las fotos, hombres blancos. La cara del nuevo gobierno.

Otro simbolismo que no pasó desapercibido a nadie fueron los países invitados. Donald Trump, el héroe de Bolsonaro, no fue la fiesta. Envió a Mike Pompeo, Secretario de Estado de Estados Unidos. Trump prefirió tuitear en vez de coger el avión: “Felicidades a Jair Bolsonaro que ha hecho un gran discurso. Estados Unidos está contigo”. Pero quien más ha llamado la atención ha sido Benjamin Netanyahu. Días antes de la posesión, el 28 de diciembre Netanyahu viajó a Brasil para encontrarse con Bolsonaro a quien considera “amigo de Israel”, en el primer viaje de un jefe de Gobierno israelí a Brasil. Brasil, el país que hace ocho años fue uno de los primeros de Latinoamérica en reconocer Palestina como Estado, el país cuya comunidad libanesa triplica a la del propio Líbano, ahora dice que quiere cambiar su embajada en Israel de Tel Aviv a Jerusalén, contrariando décadas de decisiones diplomáticas. Bolsonaro llegó a decir en entrevista al periódico Estado de São Paulo que no negocia con terroristas (refiriéndose a Palestina). El ultraderechista Viktor Orbán también estaba presente. El húngaro y Bolsonaro son de estilos muy parecidos.

Las presencias son simbólicas y las ausencias también. Venezuela y Cuba tuvieron invitación pero después les fue retirada. En un tweet de 16 de diciembre Bolsonaro publicó que “regímenes que violan las libertades de sus pueblos” no estarían presentes en la posesión presidencial. Lo mismo sucedió con Nicaragua. El futuro Ministro de Relaciones Exteriores, Ernesto Araujo, publicó, también en Twitter, la herramienta oficial de comunicación del nuevo gobierno, al estilo Trump, que “frente a las violaciones del régimen de Ortega contra la libertad del pueblo de Nicaragua ningún representante de este régimen será recibido al evento del día 1”.

Todas estas actitudes provocan un cambio bastante radical de la política externa que el PT ejerció sobre todo con Lula, era próximo de Cuba y Venezuela y que siempre se posicionó a favor de la resolución del conflicto Palestino-Israelí por la creación de dos estados independientes. Sin embargo, el boliviano Evo Morales estuvo presente. Por cierto, Mauricio Macri, desde la vecina argentina, tampoco se dignó a coger un avión.

Como esta no es una toma de posesión habitual porque Bolsonaro no será un presidente habitual, algunos ritos no fueron respetados. El PT, el gran opositor, con 56 diputados y más de 47 millones de votos, no estuvo presente. Continúa acusando a Bolsonaro de haber hecho una campaña mentirosa y manipuladora en base a fake news. Para el Partido de los Trabajadores, el 1 de enero culminó el proceso de golpe jurídico-parlamentario que se inició en 2016 con el impeachment de Dilma Rousseff y continuó en 2018 con la prisión de Lula y la prohibición de su candidatura. Por eso, la presidenta del partido, Gleisi Hoffmann, anunció (sorpresa, también en Twitter) que “estuvimos en todas las posesiones presidenciales desde la apertura democrática. Esta vez no estaremos. Tenemos un compromiso con el voto, pelo no con su uso para odiar, exterminar, excluir derechos del pueblo”

Finalmente, el esperado discurso del nuevo presidente: Vamos a unir el pueblo, respetar las religiones y nuestra herencia judeo-cristiana (…) Enfrentando la ideología de género Brasil será libre (…) El ciudadano de bien merece disponer de medios para defenderse…(…) el pueblo se ha liberado del socialismo”. Religión, conservadurismo reaccionario, antifeminismo, exaltación de la liberación de las armas. Una de las palabras más repetidas del discurso, adivinen: “Dios”. El más puro estilo Bolsonaro.

Brasil eran dos Brasiles ayer. Los que, bandera en mano y vestidos de verde y amarillo, celebraron la llegada del nuevo presidente con entusiasmo y los que, cabizbajos, piensan que Brasil entra en el periodo más autoritario de su democracia. Veremos a quién el tiempo da la razón.

2 Comments
  1. Wendix says

    Parece que los poderes económicos han decidido que la democracia ya no les resulta útil, me temo que estén pensando en un nuevo capitalismo ultraliberal sin democracia con un modelo semejante al chino que una vez instalado será prácticamente imposible de erradicar…

  2. florentino del Amo Antolin says

    Que haya entrado este personaje de la forma, manera y diseño del sueño capitalísta americano Trumpísta. De la forma y manera que lo ha hecho. Sucede a Michel Temer, que entregó el poder con una tasa de rechazo histórica, muchas cuentas pendientes con la justicia. Esa misma justicia que tiene encarcelado a Lula da Silva, cuando íba muy por delante en las encuestas. A sí pasó en Argentina, enjuician a la Krissner, para que encumbren a Macri, otro puesto por ciertos casos prefabricados en contra del que toque; en ciertos casos aparecen los Judios por medio. Ayer no estuvo Trump, pero si Benjamín Metanyahu, un sionísta con estrecha armonía de las fuerzas del dinero y la fuerza de las armas… Si le añades ocho militares en su gobierno, y las veces que puso a Dios por delante del populísmo últra,, el cuestionamiento del cambio climatico… La deforestación democrática, empezó hace años, ahora toca joder la Amazonía, en nombre de Dios, sus paraisos fiscales y liberalización de portar armas… Un verdadero Somatén Imperial capitalísta !. ¿ De que me suena esto ?. ¡ Socorro !.

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