Los médicos sirios en el frente de guerra europeo contra el coronavirus

  • Miles de profesionales sanitarios sirios huyeron de la guerra en su país para buscar refugio en Europa. Muchos de ellos participan en el combate contra la covid-19
  • En 2015 la ONG Physicians for Human Rights (PHR) alertaba de que más del 50% de los médicos habían salido de Siria
  • "Este hospital es referente en enfermedades infecciosas aquí en Bélgica", afirma el sirio Fadi Dalatieste doctor del Hospital universitario de Saint-Pierre, en Bruselas

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Wilson Fache

Traducción: Yaiza Martín Fradejas

Bruselas (Bélgica).- Mascarilla, gafas de protección y gorro quirúrgico. El rostro de Fadi Dalati apenas se distingue, aunque se notan sus ojeras. "Este hospital es referente en enfermedades infecciosas aquí en Bélgica. Estamos en la primera línea de fuego de la lucha contra esta pandemia", -afirma este doctor del Hospital universitario de Saint-Pierre, en Bruselas. Dalati no utiliza esta expresión a la ligera, ya que en su país de origen no se habla de la guerra de manera retórica. Como miles de otros médicos sirios, este treintañero procedente de Homs encontró refugio en Europa tras escapar del conflicto que golpea Siria desde hace casi una década. En la actualidad, muchos de ellos luchan contra el nuevo coronavirus en sus países de acogida. “Bélgica estuvo ahí cuando yo lo necesité. Ahora, ella me necesita a mí, así que hago todo lo que puedo”, -reconoce el Doctor Dalati, quien llegó al país europeo en 2013.

Afuera, varias filas de tiendas verdes (prestadas por una organización de juventud) ocupan el parking del hospital. Se trata de un dispositivo excepcional para recibir y clasificar a los pacientes más susceptibles de contagiarse. A pocos metros, un coche fúnebre espera frente a la morgue. Con cerca de once millones y medio de habitantes, Bélgica registra cerca de 8.000 muertes relacionadas con la covid-19.

"Calles vacías, ciudadanos encerrados en casa…Me recuerda a Siria en tiempos de guerra", -explica Abod, de 27 años. Trabaja en el suministro de productos esterilizados en otro hospital bruselense. Originario de Al Raqa, antiguo bastión del grupo Estado Islámico, en septiembre de 2015 escogió el exilio pasando por Turquía, Grecia y la ruta de los Balcanes. De un frente…a otro. "Muchos sirios y otros tantos refugiados que trabajan en el sector de la salud en Europa están poniendo sus vidas en peligro. Si fuera un militante de extrema derecha, seguramente esta crisis me hubiera hecho reconsiderar mis convicciones políticas", -cuenta, sonriendo.

"No es mi primera guerra"

Algunos de estos médicos han servido a sus países de acogida arriesgando sus vidas. En Italia, destinación elegida por muchos médicos sirios desde hace varias generaciones, ya han muerto cuatro desde el inicio de la pandemia. Entre ellos, Abdel Sattar Airud, oncólogo, nacido en Alepo en 1945. "Incluso después de haberse jubilado hace cinco años, continuó trabajando como director en una residencia de personas mayores. Es allí donde fue contagiado por uno de sus pacientes, que de hecho era un vecino suyo. Él estaba contento de poder ayudar…", -relata Kinda Airud, su hija mayor, contactada por teléfono. Finalmente, su padre murió el 16 de marzo. Debido a las dificultes para la inhumación de los fallecidos por la covid-19, y ante la falta de espacio en el cementerio local para los musulmanes, el Doctor Airud fue enterrado en el pueblo de Montichiari, a unos 100 kilómetros de su domicilio, donde vive su mujer, ahora sola.

"Desde que me fui de Siria, estoy muy preocupado por mis padres, puesto que se quedaron allí. Ironías de la vida, ahora son ellos los que están preocupados por mí", -reconoce Bachar Farahat, de Idlib, instalado desde 2015 en York, Inglaterra. En 2013 salió del país tras haber sido detenido por el régimen debido a sus vínculos con la oposición. Acaba de comenzar un contrato en urgencias, en medio de una crisis sanitaria sin precedentes. "No estoy nervioso. ¡No es mi primera guerra!", -ironiza. Los especialistas sirios han aprendido a trabajar bajo presión, debido a su experiencia". Sin embargo, Farahat muestra cierta inquietud por su patria.

Vista del exterior del Hospital Universitario de Saint-Pierre, en Bruselas (Bélgica). Es el centro referente en el país para las enfermedades infecciosas. / Wilson Fache.

Fuga de cerebros

Siria contabiliza, oficialmente, 44 casos y tres muertes, pero se teme que esta cifra sea mucho menor del número real de contagiados. En un país devastado por una guerra que dura ya casi diez años, la propagación de la epidemia podría tener consecuencias catastróficas, especialmente en la región de Idlib, último bastión rebelde donde tres millones de civiles están atrapados en la frontera con Turquía. "Antes de la crisis del coronavirus el sistema sanitario en esa zona estaba al borde del colapso. Es muy frustrante haberse visto obligado a huir, porque mi lugar está en Siria, y me hubiera gustado poder ayudar a mi pueblo", -lamenta Bachar Farahat.

"Es muy doloroso haber tenido que irse, ahora que nos necesitan allí", -confirma la damascena Yamama Bdaiwi, de 28 años, quien trabaja con pacientes con coronavirus en el hospital de Airedale, en Bradford, Reino Unido. Contribuye con la causa en su país como puede, dando clases a distancia una vez por semana a estudiantes de medicina de la Universidad libre de Alepo, cuyos campus están en zonas controladas por la oposición.

De hecho, el país está viendo partir a su personal sanitario. En 2015 la ONG Physicians for Human Rights (PHR) alertaba de que más del 50% de los médicos habían salido de Siria. Además, entre 2011 y marzo de 2020, al menos 923 profesionales de la salud murieron, de los cuales, el 91% fueron asesinados por las fuerzas progubernamentales y sus aliados rusos, acusados de bombardear los hospitales de las zonas rebeldes de manera sistemática. Considerado en otro tiempo como uno de los mejores sistemas del mundo árabe, el sistema sanitario sirio es hoy el peor de la región.

"Cada vez que un médico muere o abandona el país, provoca un vacío catastrófico. Es una penuria que tendrá consecuencias muy importantes a corto, medio y largo plazo", -alerta Rayan Koteiche, investigador sobre Oriente Medio en el PHR. "En el marco de un estudio que realizamos el año pasado, le preguntamos a decenas de médicos bajo qué condiciones aceptarían volver a Siria para ejercer su trabajo. Todos, sin excepción, respondieron: "con un régimen diferente".

Es difícil imaginar que los miles de médicos sirios que han encontrado refugio en el extranjero volverán una vez que acabe la guerra, teniendo en cuenta lo elevado que ha sido el coste de este éxodo masivo. Les han hecho falta varios años para reconstruir una vida y finalmente ejercer de nuevo su pasión, tras haber navegado por los meandros de la burocracia, a menudo kafkiana, de sus países de acogida. Ahora Europa es un poco Siria, y los sirios, un poco europeos. "Estoy orgulloso de esta nueva identidad”,-se confiesa Fadi Dalati. "Hoy, me considero belga".

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