GUERRA DE IRAK / Símbolo internacional de las mujeres convertidas en esclavas sexuales por el Estado Islámico hace tres años
Desgarrador testimonio de Nadia Murad tras volver al ‘epicentro’ del genocidio yezidi
Rudaw Media Network (YouTube)
Nadia Murad, símbolo internacional de las mujeres yezidis víctimas del Estado Islámico, ha podido regresar a su casa de Kocho casi tres años después de que esta localidad y otras de la región de Sinyar fuera asolada por los yihadistas, matando a miles de varones y llevándose como botín de guerra a todas las mujeres menores de 50 años para convertirlas en esclavas sexuales.En un desgarrador testimonio difundido por la agencia de noticias kurda Rudaw, se puede ver a Nadia Murad retornar a lo que un día fue su hogar familiar bajo la protección de las fuerzas iraquíes, que el pasado 25 de mayo lograron desalojar de esta zona del norte de Irak al Estado Islámico.
Tal y como se puede ver en el vídeo colgado en la página web de esta agencia de noticias, Nadia entra en su casa, totalmente destrozada, rompiendo a llorar, en medio de un profundo dolor, al encontrarse con objetos y muebles del hogar donde vivía su familia, aniquilada el 3 de agosto de 2014, cuando los yihadistas ocuparon, tras varios días de asedio, el pueblo y concentraron en las escuelas a unas 1.700 personas para, después, separar a las mujeres de los varones, que a continuación fueron ejecutados y lanzados a fosas comunes. Varios de estos enterramientos ya han sido encontrados, según informa el Gobierno regional del Kurdistán.
Aquel día, Nadia perdió a su madre y a seis de sus nueve hermanos. Los otros consiguieron escapar mientras que su padre había fallecido hacía tiempo. Muchas de las mujeres concentradas en las escuelas pudieron ver cómo asesinaban a sus maridos, hijos o hermanos.
Según muestran las imágenes difundidas por Rudaw, Nadia, que está acompañada por otra mujer, recorre las dependencias de la pequeña vivienda rompiendo en un desgarrador llanto cuando se encuentra con los recuerdos familiares, mientras miembros de las fuerzas iraquíes intentan inútilmente consolarla.
Nadia Murad fue la primera mujer yezidi que, tras lograr huir de sus captores, se atrevió a denunciar públicamente, poniendo su caso como ejemplo, lo que había ocurrido con cerca de 4.000 mujeres de esta comunidad de religión mazdeísta, vendidas en mercados públicos y oficinas especiales del Estado Islámico a distintos precios de acuerdo a su edad y atributos físicos. En su caso, asegura que fue vendida hasta en doce ocasiones y que todos sus propietarios la violaron y maltrataron de la misma forma.
Debido a su valentía para denunciar este genocidio, fue propuesta para el Premio Nobel de la Paz y ha recibido varios galardones internacionales vinculados a la defensa de los derechos humanos, como el Sajarov del Parlamento Europeo en compañía de Lamiya Haji, otra joven superviviente del cautiverio yihadista.
Nadia también ha sido una de las pocas personas que, a título particular, ha intervenido en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, organismo que le nombró oficialmente “Embajadora de Buenos Oficios”.
En su impresionante testimonio, esta joven asegura que en la ofensiva del Estado Islámico contra la región de Sinyar, que se extiende entre la ciudad de Mosul y la frontera siria, participaron miembros de tribus árabes vecinas, como los Mitewati, Jatumi y Kejala, hasta el punto de que, pese a ir enmascarados, lograron reconocer por la voz a algunos de los participantes en la masacre, gentes para los que habían horneado anteriormente el pan, que habían bebido de su agua e incluso compartido la comida elaborada por su madre, que luego sería asesinada junto a seis de sus hermanos.
“En cada casa de Kocho”, ha dicho Nadia, “mataron a ocho o diez personas”. Kocho, actualmente deshabitada, tenía entonces unos 4.000 habitantes y debido al elevado número de víctimas está considerado el símbolo de lo que ocurrió aquel mes de agosto de 2014 en Sinyar, región de la que tuvieron que huir más de 300.000 personas.
También ha denunciado Nadia que durante los días que el pueblo estuvo cercado pidieron ayuda internacional, pero que no encontraron respuesta. “En la aldea solo quedan los huesos de nuestros hermanos y padres; en mi casa ni siquiera queda nada de mi madre que me pueda llevar”, dice Nadia en este impresionante testimonio difundido a todo el mundo por la agencia Rudaw desde el epicentro del genocidio yezidi.