¿Le apetece una copa de vino palestino?

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Lucía Martín *

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Nadim Khoury y su hijo, Canaan, son los productores del primer vino palestino. / taybehwinery.com

Esta pyme de Cisjordania llevaba 20 años fabricando cerveza, en distintas modalidades, una por ejemplo, sin alcohol. Hace poco se lanzaron con el vino: son los únicos productores de vinos tintos y blancos de la región.

Las noticias que llegan de Palestina suelen ser siempre dramáticas pero hoy no es el caso ya que hablamos de la primera bodega que está comercializando vino en estos territorios. Nos referimos a Taybeh Winery, que lleva el nombre de la localidad cristiana donde está ubicado el negocio. Primero empezaron con la cerveza (la llevan produciendo desde hace 20 años y cuentan con una sin alcohol, por ejemplo), la única que existe también en este Estado no reconocido por la ONU, y como las cosas iban bien, se lanzaron con el vino.

Taybeh se encuentra en Cisjordania, a pocos kilómetros de Ramallah. Allí abrió sus puertas en 2014 la bodega: al frente de la empresa está el padre, Nadim Khoury, pero del vino se ocupa su hijo, Canaan, licenciado por la Universidad de Harvard. La economía del país, como es de imaginar, cuenta con una salud renqueante y además la población, 98% de musulmanes, no toma alcohol. Pero los Khoury están empeñados en posicionar su bodega y de paso, el país, en el mapa mundial de los vinos: si no se bebe dentro, se hará fuera. En Israel son unos cuantos los productores de vino, de muy buena calidad además, no así en los territorios palestinos, donde la viña representa un 5% de los cultivos. En la bodega se producen distintas variedades, cabernet, merlot, syrah, pero la especialidad es el Zeini, fabricado con uva local que da un vino blanco con aroma de manzanas y peras maduras, según anuncian en la web.

Y, ¿a dónde van a parar sus botellas de vino (producen unas 25.000 al año)? Algunas ya pueden degustarse en hoteles de Jerusalén y de Nazaret e incluso han conseguido exportar merlot y cabernet a Suecia, Reino Unido y también Japón.

El patrón de la casa reconoce que quienes beben su cerveza y ahora su vino son sensibles a la causa palestina. Y es que al fin y al cabo degustar un vino es un gesto gastronómico pero parece que también puede ser político.

(*) Lucía Martín es periodista.

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