Annual, 95 años del mayor desastre militar español a mayor gloria de Alfonso XIII

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restos de los soldados muertos en el desastre de Annual
Cadáveres de soldados españoles encontrados en Annual, meses después del desastre, tras volver a recuperar las posiciones el ejército español. / Wikipedia

El Desastre de Annual, del que estos días se cumplen 95 años, sigue siendo objeto de estudio por parte de los historiadores e intérpretes de la reciente historia de España y todavía hoy representa un episodio mítico de la guerra santa de liberación para los musulmanes del Rif. Su líder, Abd el Kim el Jattabi, consiguió la adhesión de las tribus y clanes apelando al "nacionalismo musulmán" y al movimiento salafiya, una corriente religiosa que abogaba por el retorno a una práctica del Islán más pura. Incluso impuso la obligación de rezar cinco veces al día. Su pretensión era crear la República Independiente del Rif. Sus huestes masacraron y expulsaron al Ejército español hasta casi exterminarlo en el Monte Arruit, a las puertas de Melilla. “No ocupé Melilla para no crear complicaciones internacionales. Fue mi gran error”, confesaría después, en 1927, al francés Roger Mathieu en su refugio de la isla de Réunion.

En términos militares, Annual ha pasado a la historia como lo que fue, un desastre, el mayor desde la retirada de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. El número de muertos en los combates hasta el repliegue total hacia Melilla en un área de montes, valles y barrancos de cinco mil kilómetros cuadrados de "protectorado", osciló entre 8.000 y 10.000. Entre ellos, el comandante en jefe, general Manuel Fernández Silvestre, amigo del rey Alfonso XIII, y el teniente coronel Fernando Primo de Rivera, hermano del futuro dictador y jefe en aquellos dieciocho días de duros combates del regimiento de caballería Alcántara, encargado de frenar a los guerreros rifeños y de cubrir la retirada de las tropas españolas.

En términos políticos, el Desastre de Annual, que comenzó el 22 de julio de 1921, supuso el principio del fin del reinado de Alfonso XIII, que acabaría en 1931 con la proclamación de la II República. Pero los mismos militares que se habían encargado de vengar la derrota con una crueldad sin límite que les llevó a emplear bombas sucias con gas de cloro y gas mostaza contra la población civil del “protectorado”, darían el golpe de Estado el 18 de julio de 1936 y declararían la guerra a las instituciones democráticas de la República. De aquella desgracia histórica, con graves secuelas y miles de fosas todavía sin identificar, se acaban de cumplir ochenta años.

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Despedida en el puerto de Barcelona a los soldados del regimiento de Vergara que partían hacia Melilla a bordo del vapor 'Barceló', en agosto de 1921. / Revista 'Mundo Gráfico' (Biblioteca Nacional de España)

Cuando el general Silvestre fue nombrado comandante general de Melilla, en febrero de 1920, recibió el encargo de Alfonso XIII de ampliar el territorio del protectorado en el norte de África. Ceuta y Melilla pertenecían a España desde 1500. En año y medio, el jefe del cuarto militar del rey, hasta su nombramiento para el nuevo cometido, consiguió una expansión conquistadora que dejó tamañitos a sus antecesores Francisco Gómez Jordana y Luis Aizpuru y Mondejar. Los militares españoles que mandaban las unidades de policías indígenas visitaban las kábilas, compraban a los jefes de los poblados para conseguir su apoyo o, en el peor de los casos, su neutralidad, e iban ubicando los destacamentos.

Con esta política de penetración pacífica muchos kabileños se sumaban a la tropa, recibían instrucción y fusiles y, apoyados por sus compañeros de la Policía Indígena, avanzaban hasta el siguiente poblado, donde los jefes conseguían dinero y ganado del gobierno español. La cadena funcionaba perfectamente. La fama de Silvestre era creciente, si bien, en la península no se prestaba gran atención a las operaciones, sino al precio del pan, que había llegado a 0,72 pesetas el kilo. Los dominios mineros en la zona del Rif pertenecían al conde de Romanones y tres o cuatro ricachones más y en ningún caso justificaban la expansión militar. Sin embargo, la ambición colonial seguía enquistada en los cerebros de los poderosos. Aducían que sin el protectorado de Marruecos España podía perder las islas Canarias e incluso las Baleares a favor de la taimada Francia.

Cierto es que ni el gobierno ni el alto comisionado para Marruecos, el general Dámaso Berenguer, se esmeraban en dotar de material al Ejército. En su detallado libro Anual 1921, crónica de un desastre (AF editories, Valladolid: 2005), Luis Miguel Francisco señala que “buena parte del material procedía de Cuba y Filipinas y se encontraba en estado lamentable”, al tiempo que recoge el testimonio del coronel Caballero Poveda, según el cual, “a un soldado colonial británico le correspondían 2,5 toneladas de material mientras a nuestros soldados no les correspondía más allá de un fusil descalibrado, una manta y un par de alpargatas”.

En estas condiciones y con los procedimientos mencionados, las tropas de Silvestre (unidades de nativos, apoyados por los españoles) toman Abarrán el 1 de junio de 1921 sin disparar un solo tiro. Instalan los parapetos y las alambradas en torno a la guarnición. La posición de Albarrán está a nueve kilómetros de Annual, donde el campamento instalado unos días antes se considera poco seguro. Horas después, un gran grupo de indígenas (harkeños) rodea la posición. Disponen de fusiles franceses y asaltan el campamento, matando al jefe, el capitán Salafranca. Los nativos, sin mando, se unen a los atacantes. Los guerrilleros, que se apoderan del ganado y las armas, atacan la posición que Silvestre ha instalado en Sidi Dris. Los rebeldes de Beni-Urriaquel son repelidos. El mando español trata de asegurar el camino entre Annual y Sidi Dris, pero la columna que sale de Annual es fogueada por los guerrilleros y obligada a regresar.

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El empresario Horacio Echevarrieta y el líder rifeño Abd el-Krim, durante la reunión que mantuvieron ambos en 1923 para la liberación de militares españoles. / Wikipedia

Las huestes de Abd el Krim, cada vez más numerosas, acaban rodeando el campamento de Annual. Desde Dar Quebdani se moviliza tropas de refuerzo, con lo que la retaguardia empieza a quedar desguarnecida. Las escaramuzas de los atacantes son constantes y se centran en impedir que llegue agua a los sitiados. Los harkeños se apoderan de Igueriben sin que desde la cercana Annual puedan socorrerlos. Tampoco las tropas enviadas desde otros campamentos consiguen ayudar a los situados en Annual.

Para hacerse idea de la situación, vale señalar que, hasta la revuelta del clan de Jatabbi, la línea de avance de Silvestre desde la costa hacia el interior se establece desde Sidi Dris hasta Zoco de Telatza en el sur, ya pegado a la zona del protectorado francés. La distancia es de 55 kilómetros, con posiciones defendidas por unos 4.000 efectivos. En teoría, los más de 5.000 kilómetros cuadrados de territorio ocupado están defendidos por unos 20.000 soldados, de los que una cuarta parte (entre 4.000 y 5.000) son indígenas. En la práctica, los soldados españoles son menos de 10.000. Los que no están rebajados o licenciados, están de permiso o en destinos en Melilla.

La situación en Annual se vuelve insostenible por falta de agua y de municiones, y cuando Silvestre prepara la evacuación es ya demasiado tarde. Los seguidores de Alb del Krim asaltan el campamento a sangre y fuego. El número de muertos y heridos que son rematados o mueren poco después desangrados y agangrenados supera el medio millar. La gangrena es también la causa de la muerte de Primo de Rivera, que recibe un balazo en una mano el 30 de julio mientras observa desde una cota las operaciones de apoyo al repliegue de su regimiento de caballería. Le sacan el proyectil con una navaja, pero cinco días después la gangrena le mata.

El general Silvestre, que ha negociado la salida de Annual con los cabecillas del asedio, descubre inmediatamente que incumplen su palabra y, según unas versiones, se aleja y se descerraja un tiro y, según otras, los atacantes, enloquecidos, le disparan en el vientre y el pecho. Según algunas versiones, su cadáver no fue encontrado y parece que le cortaron el largo bigote y lo exhibieron en los pueblos como símbolo de la victoria. El Jatabbi también utilizó los cañones capturados a los españoles como trofeos para atraer adeptos a su causa.

La destrucción del campamento de Annual y la evacuación de todas las guarniciones hacia Melilla, sin que la ayuda militar prometida por el general Berenguer llegara a ser efectiva, se saldó con una cifra impresionante de bajas (más de 7.000) a las que habrá que añadir los 2.604 cadáveres del monte Arruit contabilizados en el informe que meses después elaboró el general Cabanellas. El campamento de Arruit, a un paso de Nador, resistió hasta el 8 de agosto en que el general Felipe Navarro Ceballos, que había sustituido al fallecido Silvestre como jefe del Ejército colonial, capituló y entregó la plaza. Él y otros oficiales heridos serían hechos prisioneros y sufrirán un largo cautiverio en Axdir.

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De izquierda a derecha, el Coronel Araujo, el General Navarro, el Teniente Coronel Manuel López Gómez, el Teniente Coronel Eduardo Pérez Ortiz y el Comandante José Gómez Zaragoza, liberados tras su cautiverio durante la Guerra del Rif. / Wikipedia

El ministro de Guerra, Luis de Marichalar y Monreal, vizconde de Eza, encargó al general Juan Picasso una investigación de lo ocurrido. Las indicaciones previas eran concretas: las responsabilidades del alto mando, es decir, las suyas como ministro, las del comisionado Berenguer y, por supuesto, las del jefe del Estado, eran inexistentes y no debían ser reflejadas. El general empleó dos años en elaborar su informe. Los fallos, errores e imprevisiones se debían al exceso de confianza de general Silvestre, que para eso estaba muerto, en los cabileños. El propio hijo del general pidió al socialista Indalecio Prieto que tuviera a bien defender el honor de su padre.

Pero ni Prieto ni ningún otro parlamentario pudieron hacer nada porque el 'informe Picasso' no llegó al Parlamento. Ante la evidencia de que el responsable de las gestas expedicionarias de Silvestre que condujeron al desastre tenían nombre y números romanos, Alfonso XIII encargó al general Miguel Primo de Rivera que diera un golpe de Estado y disolviera las Cortes. Primo de Rivera se desplazó desde Barcelona a Madrid y cumplió el encargo sin mayor oposición popular. El rey había ordenado a Jesús Sanjurjo, al que después nombró marqués del Rif, que recuperara el territorio perdido y éste utilizó a los legionarios al mando de Jaime Millán Astray y de otros oficiales destacados entre los que se encontraba el comandante Francisco Franco como punta de lanza de la venganza y dispuso el envío inmediato de más de 40.000 reclutas desde Madrid, Barcelona, Cantabria, Valencia, Málaga y Almería.

En el castigo a los rifeños y la restitución del honor del Ejército español, así como en la recuperación del buen nombre de la España imperial en la escena internacional, el rey y el general no repararon en gastos. Incluso compraron grandes cargamentos de gas mostaza que los alemanes mantenían oculto a pesar de que estaban obligados a destruirlo tras la capitulación en la Primera Guerra Mundial. El historiador Sebastián Balfour investigó los bombardeos con armas químicas en el Rif y publicó sus conclusiones en el libro Abrazo mortal (Editorial Península, Barcelona: 2002). Ingenieros alemanes construyeron en el término municipal de San Martín de la Vega (Madrid) la fábrica de armas químicas de La Marañosa, también conocida como la Fábrica del Rey. Las primeras bombas con material químico muy nocivo para el organismo humano se armaron con cloro e iperita en los cuarteles de Melilla y a partir de 1924 se confeccionaron en La Marañosa. Durante el franquismo la fábrica producía botes de humo tóxico y de gases lacrimógenos para la policía y después pasó a ser un centro de referencia de la OTAN en materia de guerra nuclear, química y bacteriológica.

Aunque el desastre de Annual desató una ola de patriotismo en la opinión pública española, pronto la realidad de lo ocurrido, las fotos de los muertos abandonados y, sobre todo, el hecho de que sólo murieran los pobres, que no tenían dinero para evitar el servicio militar e incluso recibían ayuda para alistarse por los pudientes, concedió la razón a los socialistas que desde los primeros tiempos, con Pablo Iglesias a la cabeza, venían denunciando y deplorando aquella guerra colonial, con su corrupción y sus intereses bastardos. La opinión pública les acabó dando la razón.

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Mapa que muestra las distintas batallas y masacres de la Guerra del Rif. / Wikipedia
4 Comments
  1. Piedra says

    O sea que el Borbón y Marichalar ya tenían antecedentes penales y penosos en común antes de emparentarse sesenta años después. De casta le viene al galgo y a esos podencos. ¡Cuánto aguante, los españoles!

  2. Koala says

    Y cuando el borbónido supo el precio que había puesto Ab del Krim para la liberación de los presos exclamó, Qué barata está la carne de gallina. La carne de gallina, claro, eran las criaturas que habían sido llevadas contra su voluntad a aquel matadero.

  3. nieto de quien estuvo allí. says

    Protectorado, si. Proteger los intereses de unos cuantos ricos, a costa de tanta sangre derramada, para nada. Las responsabilidades, ni se juzgaron, ni se pagaron. Descansen en paz, los muchos muertos que quedaron allí, al olvido de los vivos.

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